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Revista Observaciones Filosóficas


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art of articleart of articleLevinas, Escritos inéditos I: Cuadernos del cautiverio y notas filosóficas

Alba Ramírez Guijarro
Reseña:
LEVINAS, Emmanuel. Escritos inéditos 1.1 Madrid: Trotta, 2013, 284 pp. Trad. Miguel García-Baró, Mercedes Huarte y Javier Ramos.


Revista Observaciones Filosóficas - Nº 16 / 2013

Los Escritos inéditos 1 de Levinas2, organizados en “Cuadernos del cautiverio” (I), “Escritos sobre el cautiverio y homenaje a Bergson” (II), y “Notas filosóficas diversas” (III), aúnan una selección de fragmentos desde los años treinta hasta los sesenta. Su relevancia radica tanto en el contenido de los propios cuadernos, que por sí solos exponen reflexiones que merecen ser pensadas, como en la relación que puede hacerse entre sus notas y su obra posterior, pues aunque en esta edición Rodolphe Calin indica que “son notas de filosofía en búsqueda: notas que no preparan un libro en especial y que, por tanto, no han hallado eco forzosamente en la obra publicada; o lo ha hecho, pero muy amortiguado” (p. 14), la vinculación entre sus notas filosóficas diversas y, por ejemplo, Totalidad e infinito no se da de forma amortiguada, sino, más bien y como veremos, in extenso, lo que hace que el presente libro tenga importancia tanto por mostrar el “taller” de Levinas, cuya producción no carece de valor, como por contener notas que acabarán convirtiéndose en obra.

Los siete cuadernos del cautiverio, aun cuando se menciona a Platón, Maimónides, Hegel o Heidegger, están eminentemente centrados en literatura, si bien es cierto que las lecturas de Levinas, aunque sean de literatura, son filosóficas, es decir, lee literatura filosofando. Así, cuando por ejemplo desarrolla el Orlando furioso lo hace para hablar del tiempo: “La soberanía del presente […] Lo trágico está en el instante” (p. 33), o cuando expone los Cuentos fantásticos de Poe realiza selecciones que tratan la filosofía, la razón, la locura, el tiempo y la muerte. En esta primera parte, además de sus referencias a Tostói, Dostoievski, Jankélévith, Freud, Henri de Réginer, Goethe, Zola, Víctor Hugo, Giraudaux, Dickens, Balzac… son reiteradas las alusiones a Gide y Baudelaire, y destacan las cartas de Bloy, que ocupan la mayor parte del quinto cuaderno. También tiene especial relevancia Proust, en quien Levinas pensaba basar su futura crítica y a quien, durante estos cuadernos, se refiere en repetidas ocasiones: “En Proust los sentimientos son siempre reflejos. Quiero decir que la emoción siempre está suscitada por una reflexión sobre la propia emoción y, aún más frecuentemente, por la reflexión por la emoción del otro […] No un pintor de la sociedad y las costumbres, sino el poeta del hecho social: del hecho mismo de que para mí hay otro […] Toda la historia de la Albertine prisionera es la relación con otro” (pp. 39-40); “Cuando digo que Proust es un poeta de lo social, y que toda su obra consiste en mostrar lo que es una persona ante otra, no quiero evocar simplemente el antiguo tema de la soledad fatal de cada ser […] Mi soledad es lo que interesa a otro, y todo su comportamiento es un agitarse alrededor de mi soledad” (p. 84). Estas citas resultan significativas ya que Levinas analiza en Proust la relación con el otro.

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Tanto el Otro como Eros son imprescindibles para entender a Levinas, del mismo modo que lo es la relación entre Eros y el Otro: “Eros se vuelve amor en el sufrimiento por el sufrimiento (del otro)” (p. 53); “Amor: misterio del otro” (p. 83). De ahí, en definitiva, la diferencia entre Heidegger y Levinas: “Un elemento esencial de mi filosofía, por lo que se distingue de la filosofía de Heidegger, es la importancia de Otro. Eros como momento central” (p. 76). Posteriormente, en los años setenta, Levinas dirá en De otro modo que ser o más allá de la esencia que “Ser es ser con el Otro” (Levinas, ⁵2011: 61).

Estos cuadernos reflejan, además de lo que leía y lo que sobre ello pensaba, su inclinación filosófica. Resulta interesante la heterogeneidad de sus páginas, en las que Levinas mezcla anotaciones de literatura con definiciones, descripciones, memorias y personajes que pretendía utilizar en futuras novelas, como así se supone de W. o del gran Julio. Todo esto es interesante en tanto que Levinas no solo muestra un bagaje cultural amplio sino también, a través de sus vivencias y pensamientos, una elevada capacidad de observación e introspección: “Envidia de toda esa gente que sabe dónde va. Y, sin embargo, quizá vaya a cometer algún exceso, a perder el tiempo. Envidia de los que están acostumbrados, de los que no tienen, como yo la tengo, la inquietud por el tiempo perdido, la preocupación por hacer una obra. Esa gente que toma el té siempre a su hora. El señor Landgrebe, que descansa los domingos en el café” (p. 46).

Los escritos intermedios de la edición que nos ocupa, por un lado tres textos sobre el cautiverio, representativos no tanto del cautiverio en sí como de la manera en que Levinas lo observó, y por el otro el homenaje a Bergson, que explicita la influencia del bergsonismo, conforman una sección breve caracterizada por descripciones, sobre todo de los prisioneros y la vinculación de su vivencia al judaísmo: “Los prisioneros no fueron millones de santos tendidos esforzándose por ser perfectos, ni millones de sabios que meditaban sobre el pasado y el porvenir, sino millones de seres humanos que han vivido un presente excepcional. Por paradójico que esto pueda parecer, conocieron en el recinto cerrado de los campos una amplitud de vida mucho mayor y, bajo la mirada de los centinelas, una libertad inesperada. No fueron burgueses; ésa ha sido su verdadera aventura, su verdadero romanticismo […] El prisionero, igual que un creyente, vivía en el más allá. Nunca se tomó en serio el marco estrecho de su vida. Durante cinco años, a pesar de su instalación, estuvo siempre listo para marcharse. Las realidades más estables que lo rodeaban llevaban el sello de lo provisional. Se veía envuelto en un juego que superaba infinitamente ese mundo de apariencias. Su verdadero destino, su verdadera salvación, se cumplían en otro lugar” (pp. 125-6); “Asumía solo el peso de la existencia. Y estaba solo con la muerte” (p. 128). Las apreciaciones de Levinas no se ciñen a una cotidianidad material o ideológica, sino a una contraposición entre la vida burguesa y la del prisionero y, en definitiva, entre la conciencia del tiempo, la soledad y la muerte frente a una existencia banal. En cualquier caso, su artículo “La espiritualidad en el prisionero israelita”, publicado en el Magazine de France, fue recortado, como así consta en la carta que se añade al texto, en la que Levinas le pregunta al redactor por qué en la publicación su escrito está incompleto, lo que da una imagen falsa de la espiritualidad del prisionero.

Por último, las “Notas filosóficas diversas” están compuestas por cuatro legajos (A, B, C, D) y dos cuadernos (A, B). En los legajos, Levinas reflexiona sobre el lenguaje y la religión, concretamente sobre la metáfora, la dialéctica y el saber, y sobre las relaciones entre la metáfora y Dios, yo y Otro, si bien al margen de esto la diversidad temática es amplia. Y es ya, en esa sección, donde se dan de forma explícita vinculaciones entre las notas y otras obras de Levinas, como Totalidad e infinito y De otro modo que ser o más allá de la esencia, lo que hace pensar en la posibilidad de que algunas de estas notas sí estén debidamente desarrolladas en su obra, y no se limiten a una filosofía en búsqueda, sino más bien y en ocasiones a una filosofía encontrada. Esto lo ejemplifica el hecho de que Levinas sí terminaría desarrollando en sus obras futuras la relación entre Mismo y Otro, centrándose en Eros, o que sus alusiones al “rostro”, tan reiteradas en estos escritos inéditos, lo vuelvan a ser en sus obras posteriores, del mismo modo que encontramos ejemplos concretos en “vivir de…” (p. 214), a lo que en Totalidad e Infinito se dedicará en su sección “Interioridad y economía” (Levinas, ²2012: 113-194). Otros ejemplos más concretos los hallamos en el legajo A: “La desconfianza platónica respecto del lenguaje resulta del hecho de que la inteligencia socrática no puede pensar nada más que lo que ella ya sabe – y no puede poseer más que aquello de lo que es capaz. Significación siempre inmanente” (p. 151), y en su Cuaderno A: “El Otro es, pues, la condición misma de la enseñanza” (p. 279), ya que en Totalidad e infinito rechaza la mayéutica como enseñanza: “La enseñanza es un discurso en el que el maestro puede aportar al alumno lo que el alumno aún no sabe. No opera como la mayéutica, sino que continúa la implantación en mí de la idea de infinito. La idea de infinito implica un alma capaz de contener más de lo que puede sacar de sí misma […] El diálogo socrático supone ya seres decididos al discurso y, por lo tanto, seres que han aceptado las reglas de éste; mientras que la enseñanza lleva al discurso lógico sin retórica, sin adulación ni seducción y, así, sin violencia y manteniendo la interioridad de quien acoge” (Levinas, ²2012: 201). Otro ejemplo lo encontramos de nuevo en su Legajo A: “Lo pensado no es un menos que el Ser, sino ese Otro que el Ser que no es simplemente un superlativo del Ser, ni tampoco otro ser” (p. 151), cuando años más tarde escribirá De otro modo que ser o más allá de la esencia, en cuyo comienzo se matizará: “No ser de otro modo, sino de otro modo que ser” (Levinas, ⁵2011:45). Además, Levinas señala en estos escritos inéditos que otra de sus diferencias claves con respecto a Heidegger es la cotidianidad [Alltäglichkeit], pues mientras según Levinas Heidegger sale de ella, Levinas considera que ha de seguirse, como así pretenderá en sus obras venideras.

Estos escritos resultarán estimulantes para el lector tanto por el atractivo de su novedad como por el valor de su contenido. De este modo, el lector no versado en Levinas encontrará en esta edición una oportunidad para introducirse en la obra del filósofo, mientras que el ya conocedor de la misma hallará en estas notas un material complementario e iluminador. Y así, al igual que Levinas leía filosofando, estos escritos invitan a filosofar leyéndolos.



Alba Ramírez Guijarro




Fecha de recepción: 11 de diciembre 2013


Fecha de aceptación: 27 de diciembre de 2013



REFERENCIAS

LEVINAS, E. (²2012) Totalidad e infinito. Trad. Miguel García-Baró. Salamanca: Sígueme

LEVINAS, E. (⁵2011) De otro modo que ser o más allá de la esencia. Trad. Antonio Pintor Ramos. Salamanca: Sígueme.



1 El pensamiento de Emmanuel Levinas pertenece por derecho propio a la historia de la fenomenología contemporánea y a la historia de la filosofía sin más. Su obra, sin embargo, sigue siendo difícil de captar en su conjunto, por su vastedad, su dispersión y la riqueza de sus registros, no sólo filosóficos. A esa comprensión ha de contribuir el conocimiento de sus escritos inéditos. Este volumen recoge las que cabe llamar notas de investigación filosófica del periodo que se extiende desde mediados de los años treinta hasta mediados de los sesenta. Destacan entre ellas los «Cuadernos del cautiverio», escritos entre 1940 y 1945. Son apuntes de una filosofía en búsqueda que a menudo no han hallado un eco directo en la obra publicada. Pero son asimismo testimonio del escritor que ambicionaba realizar una obra no solo filosófica sino novelística. Especial interés revisten los «Escritos sobre el cautiverio», páginas sobrias y hermosas que describen la vida de los prisioneros, despojada de todo bien propio, y evocan su dignidad en medio de una existencia ruda y fría entregada a la muerte. Las «Notas filosóficas diversas», escritas en los años cincuenta, pertenecen a la etapa de relativo silencio editorial en la que, privado del reconocimiento universitario, Levinas dirige la Escuela Normal Israelita Oriental. Corresponden, pues, a las investigaciones llevadas a cabo entre El tiempo y el otro (1948) y Totalidad e infinito (1961), en las que ocupan un lugar central las reflexiones sobre la metáfora.

2 Nacido en Kaunas (Lituania) en 1906, lee desde la temprana infancia la Biblia hebrea, a Pushkin y Tolstói. Vive la Revolución rusa de 1917 en Ucrania. En 1923 se traslada a Francia, estudia en la Universidad de Estrasburgo y traba amistad con Maurice Blanchot. En 1928-1929, estancia en Friburgo, donde aprende a descubrir la existencia de la mano de Husserl y Heidegger. Fruto de este aprendizaje será, entre otros textos, su Teoría de la intuición en la fenomenología de Husserl (1930). Sacudido por el compromiso político de Heidegger, busca una nueva vía para «salir del ser». Tras los años de cautiverio durante la guerra, imparte desde 1947 (coincidiendo con la publicación de El tiempo y el otro y De la existencia al existente) conferencias en el Collège Philosophique, fundado y animado por Jean Wahl. Dirige la Escuela Normal Israelita Oriental, «en comunión cotidiana con el doctor Nerson», y en relación con el señor Shushaní, «maestro prestigioso —e implacable— de exégesis y Talmud». A partir de 1957 da conferencias sobre los textos talmúdicos. Tras la tesis de estado (Totalidad e infinito, 1961), enseña en la Universidad de Poitiers; desde 1968, en la Universidad de París Nanterre y, desde 1973, en París-Sorbona. Al año siguiente publica De otro modo que ser, o más allá de la esencia. Jubilado en 1976 de sus tareas docentes, prosigue su actividad con artículos, seminarios y conferencias, luego recopilados, entre otros muchos libros, en Sobre Maurice Blanchot (Trotta, 2000), De Dios que viene a la idea, Ética e infinito, Fuera del sujeto, etc. También reunirá sus lecturas talmúdicas y los ensayos sobre el judaísmo (De lo sagrado a lo santo, El más allá del versículo, entre otros). Es a partir de los años ochenta cuando su obra alcanza reconocimiento y es objeto de estudio e interpretación. De su biografía dirá que «está dominada por el presentimiento y el recuerdo del horror nazi». Muere en 1995.

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