Observaciones Filosóficas - Creación y separación en 'Totalidad e infinito' de Emmanuel Levinas: hacia una fenomenología y ética de la alteridad
La primera narración del libro del Génesis concierne, según se sabe, a la creación del mundo por Dios. Pero ¿qué significa que el mundo y todo lo que hay en él, incluyendo al hombre, hayan sido creados de la nada? ¿Qué implicancias comporta esa narración? Puesto que el discurso sobre la creación no es un discurso científico, sino que tiene sus orígenes en la creencia religiosa, intentar precisar rigurosamente lo que ella expresa representa ciertamente una gran dificultad para la razón humana. En el presente trabajo analizaremos la importancia capital que Emmanuel Levinas (1906-1995), desde una perspectiva filosófica-fenomenológica, otorga en su obra a la idea bíblica de creación. En efecto, la palabra “creación” aparece en diversos pasajes de sus escritos, tanto en los de juventud como en los de madurez, si bien sus alusiones son poco abundantes, dispersas y no sistemáticas. Pero ¿por qué? Nuestra hipótesis es que Levinas, en último término, encuentra en la idea bíblica de la creación una estructura formal que le permite fundamentar una metafísica alternativa a la metafísica de la participación postulada por la tradición filosófica de Occidente: se trata de la metafísica de la separación. La diferencia entre ambos modelos teóricos radica, según el parecer de nuestro autor, en que la primera niega la trascendencia y alteridad de los términos de una relación subsumiéndolos en una totalidad teórica, mientras que la segunda los salvaguarda y de ese modo hace posible la ética.
Estructuraremos el trabajo de la siguiente forma: primeramente abordaremos la crítica levinasiana a la filosofía de la totalidad y a la metafísica de la participación en la que se asienta, para luego contraponerla con su propuesta metafísica original basada en la noción de separación. A partir de allí, intentaremos mostrar el esfuerzo filosófico que realiza Levinas para reinterpretar la idea bíblica de creación como una hipótesis filosófica formal que le permite afirmar la separación de la trascendencia o alteridad. Finalmente, abordaremos brevemente dos argumentos filosóficos que Levinas considera a favor de la trascendencia posibilitada por la creación: la idea de Infinito postulada por Descartes, y la idea de Bien, de origen platónico. Para ello nos basaremos principalmente en el análisis de su obra de consagración filosófica, Totalidad e infinito.1
Levinas parte de una distinción metafísica fundamental, que desde el principio establece la existencia plural del ser en oposición al monismo metafísico postulado por la ontología tradicional. Para él, existen dos tipos de seres,2 separados metafísicamente entre sí, e irreductibles conceptualmente entre sí. Por un lado, lo que denomina “Mismo” (también llamado mismidad o yo) se refiere al sujeto que se identifica consigo mismo y que es “para sí”, egoísta, empeñado por permanecer en su propio ser, según el conatus essendi espinoziano. Por otro lado, lo que Levinas denomina “Otro”, (también llamado alteridad, trascendencia o exterioridad). A su vez, nuestro autor distingue dentro de este campo tres tipos de alteridades: lo otro (alteridad mundana, el mundo), el otro (alteridad humana, el otro hombre, el prójimo) y el Otro (alteridad divina, Dios).3
Respecto de lo trascendente –afirma Levinas- no hay unión ni fusión por participación, sino relación por separación. La separación, que mantiene la distancia radical entre el Mismo y el Otro, impide la reconstrucción de la totalidad teórica puesto que por su absoluta trascendencia el Otro se resiste a ser integrado en un pensamiento sinóptico. En palabras del propio Levinas: “La separación radical entre el Mismo y lo Otro significa, precisamente, que es imposible colocarse fuera de la correlación del Mismo y de lo Otro para registrar la correspondencia o la no-correspondencia entre este ir y este retorno. En este caso, el Mismo y el Otro se encontrarían reunidos bajo una mirada común y la distancia absoluta que los separa sería suprimida.”4 Así, hablar de separación metafísica entre los seres significa hablar del estallido o ruptura de la totalidad teórica, porque el Otro trascendente es refractario y desbordante de lo conceptual.5 La verdadera metafísica a juicio de nuestro filósofo es aquella que establece una relación sin participación, una relación por separación –relación sin relación, como le agrada decir- entre los términos trascendentes vinculados.
“[La trascendencia] designa una relación con una realidad infinitamente distante de la mía, sin que esa distancia destruya sin embargo esta relación y sin que esta relación destruya esa distancia, como se produciría en las relaciones interiores al Mismo; sin que la relación llegue a ser una implantación en el Otro y confusión con él, sin que la relación perjudique a la identidad misma del Mismo. […] Hemos llamado metafísica a esta relación.”6
La hipótesis de nuestro trabajo afirma que Levinas encuentra en la idea bíblica de creación una estructura formal que le permite afirmar filosóficamente la separación y por lo tanto la teoría de la existencia plural del ser. Nuestro autor reprocha a la metafísica nacida de la ontología griega que por privilegiar la unidad como principio de pensamiento juzgue negativamente la multiplicidad y la separación entre lo entre lo uno y lo múltiple, entre lo Mismo y lo Otro, entre Dios y el mundo. Pensar en la creación, sostiene Levinas siguiendo a Franz Rosenzweig7, significa precisamente abandonar la fascinación de la totalidad y pensar de una manera positiva la multiplicidad y la separación.8
Para llevar a cabo su análisis sobre la idea de creación Levinas utiliza el método fenomenológico, el cual pretende describir la correlación entre el modo de aparecer de un fenómeno y el modo de experimentarlo que tiene un sujeto. Recordemos que para Levinas los modos no objetivables o representacionales de aparición de lo que es no constituyen una aparición defectuosa o incompleta, sino la positividad misma de un modo otro de aparecer que requiere una intencionalidad distinta de la intencionalidad objetivante. Así concebido, el método fenomenológico constituye una crítica a la reducción del aparecer a una mera representación teórica y abre el camino a la relación con la alteridad y, por tanto, al primado de la ética. El hecho de que nuestro autor se interese especialmente por describir fenómenos intersubjetivos, explica que no encontremos en su obra expresiones generales tales como: “Dios creó el mundo” sino más bien, alusiones a la condición del hombre en tanto creatura y las implicancias éticas que se derivan de ese acontecimiento originario. 9
Levinas se inspira en la tradición teológica monoteísta con el fin de dilucidar su significación estrictamente filosófica. Esto quiere decir que nuestro autor pone entre paréntesis el contenido dogmático o de fe que esta idea expresa a fin de atender a su estructura formal como clave para entender las relaciones entre lo Mismo y lo Otro10 desde una perspectiva ética y no ontológica, puesto que niega el privilegio lógico de la totalidad adecuada al ser.11 “Afirmar el origen a partir de la nada por creación, es poner en duda la comunidad previa del todo en el seno de la eternidad, de donde el pensamiento filosófico, guiado por la ontología, hace surgir los seres de una matriz común.”12 De acuerdo con nuestro autor, la idea de creación ex nihilo expresa “una multiplicidad no unida en totalidad.”13
En efecto, en una de las primeras referencias a la idea de creación de TI Levinas destaca el hecho de que la creatura no es una emanación degradada del Uno que se resuelve en el Mismo, ni tampoco una mera copia de paradigmas universales, sino que es un ser separado, radicalmente heterogéneo en relación a su Creador:
“La gran fuerza de la idea de creación, tal como la presenta el monoteísmo, consiste en que esta creación es ex nihilo, no porque esto represente una obra más milagrosa que la información demiúrgica de la materia, sino porque el ser separado y creado no ha salido simplemente del padre, sino que él es absolutamente otro.”14
La riqueza significativa que la idea bíblica de creación ex nihilo brinda a la especulación filosófica secularizada radica precisamente afirmar la posibilidad de una existencia plural que se deriva de la condición separada de los seres. Según Levinas la idea de creación garantiza la absoluta trascendencia de los términos comprendidos en una relación gracias a la separación que media entre ellos. La creatura, en tanto creada de la nada, no se disuelve en su Creador en una Unidad, sino que se separa de Él, se constituye como otra respecto de Él, como existente a partir de sí. La creación ex nihilo condena así la tentación teórica de incluirlos en una Totalidad, puesto que no existe ninguna categoría ontológica de la cual la trascendencia de los términos relacionados pueda emanar como de una fuente común.15 “El desfase absoluto de la separación que la trascendencia supone, no podría expresarse mejor que por el término “creación”, en el que, a la vez, se afirma el parentesco de los seres entre ellos, pero también su heterogeneidad radical, su exterioridad recíproca a partir de la nada.”16 Además de suponer la absoluta separación de los seres entre sí, la idea monoteísta de creación establece una relación de parentesco entre los seres humanos. Volvemos aquí a una de las ideas clave de la propuesta metafísica levinasiana: aquella que afirma una relación sin relación, es decir, sin participación o unión. Los seres son estructuralmente constituidos como separados entre sí, pero ello no impide que puedan establecer entre sí una relación. Se trata de una relación que cuenta con dos particularidades: por un lado, es mantenida a la distancia, sin iniciar un retorno que cancele su diferencia; por el otro, es una relación no elegida, sino impuesta, teniendo en cuenta la significación del “parentesco”.17
La separación frente al Creador, esto es, la posibilidad de vivir a distancia respecto de Él, supone que en la creatura se dé un sentimiento de autosuficiencia, independencia o libertad.18 A esta situación Levinas denomina ateísmo19 puesto que implica que la creatura ignore o desconozca su origen y por lo tanto, se erija a sí misma como su propio fundamento. “Se puede llamar ateísmo a esta separación tan completa que el ser separado se mantiene sólo en la existencia sin participar en el Ser del que está separado, capaz eventualmente de adherirse a él por la creencia.”20 Esta condición atea del ser creado, asegura Levinas, garantiza su interioridad o independencia: “Es ciertamente una gran gloria para el creador haber puesto en pie un ser capaz de ateísmo, un ser que, sin haber sido causa sui, tiene la mirada y la palabra independiente y es en lo de sí.”21
De este modo la creación revela un significado paradójico, pues si bien la creatura debe su ser a su creador (porque no es causa sui) y, en ese sentido, depende de Él, sin embargo es libre e independiente de Él porque se estructura como separada, esto es, se determina a sí misma y por sí misma, entonces ejerce el poder que le ha sido dado, y por ello se ubica fuera de todo sistema o totalidad. “La creación ex nihilo rompe el sistema, pone un ser fuera de todo sistema, es decir, ahí donde es posible la libertad. La creación deja a la creatura un vestigio de dependencia, pero de una dependencia sin paralelo: el dependiente saca de esta dependencia excepcional, de esta relación, su independencia misma, su exterioridad al sistema.”22 La relación de dependencia le da aquí al dependiente ya su independencia: la creatura es libre porque es dependiente de su creador. Así, Levinas vislumbra en la estructura formal de la idea bíblica de creación una significación ética completamente negada por las categorías ontológicas a las que está habituado el pensamiento occidental: la creación denota una relación que no es reducción del Otro al Mismo, sino que es una relación entre absolutos, relacionados a través de una escisión.23
Hemos señalado ya que el ateísmo de la creatura significa su independencia respecto a su creador. Pero Levinas señala otro aspecto, más fundamental, en ella: el ateísmo también significa que la libertad de la creatura es algo que requiere justificación.24 Tal necesidad de justificación pone de manifiesto que la libertad de la creatura no es absoluta, sino limitada. Este es el sentido ético primordial que pone de manifiesto la idea de creación:
“La unidad de la libertad espontánea que obra rectamente ante ella y de la crítica en la que la libertad es capaz de acusarse y, así, de precederse, se llama creatura. […] El milagro de la creación consiste en crear un ser moral. Y esto supone, precisamente, el ateísmo, pero, a la vez más allá del ateísmo, la vergüenza por lo arbitrario de la libertad que lo constituye.”25
De
acuerdo con Levinas el estupor por poseer una libertad arbitraria e
injustificada comienza cuando mi prójimo me pide cuentas de ella. En
tal sentido afirma: “este estremecimiento de la condición y esta
justificación vienen del Otro”.26
En efecto, al abordar al otro, la libertad de la creatura se ve
acusada.27
La presencia del otro pone en duda la legitimidad ingenua de su
libertad, y así ésta aparece ante sí misma como vergüenza de sí
y como usurpación.28
Tal susceptibilidad de ser cuestionado por el otro, junto con la
posibilidad de afirmarse desde sí mismo como libre, constituyen la
estructura misma del ser creado. Se trata de una libertad investida
por la interpelación del otro que, a partir de entonces, cuenta con
la posibilidad de rectificarse.
Analizaremos ahora la referencia que hace Levinas a dos categorías filosóficas nacidas de la tradición occidental que -a sus ojos- parecen confirmar la separación y el respeto por la trascendencia que supone la idea bíblica de creación: se trata de la idea del Infinito de la filosofía de Descartes, y la idea de Bien más allá de la esencia, de la filosofía de Platón. Ambos pensadores escapan de la crítica general que Levinas dirige a la filosofía tradicional porque dan crédito para que la idea de creación pueda ingresar y permanecer legítimamente en el mundo de la filosofía sin instaurar un discurso que pueda ser considerado como teológico o atribuido a un pensamiento oriental.29 Si en la idea bíblica de creación Levinas encuentra la estructura formal que permite explicar la relación por separación entre lo Mimo y el Otro, la idea del Infinito cartesiano y en la idea del Bien platónico brindan el material o contenido para rellenar ése ámbito formal, en tanto experiencia que justifica la significación ética de la separación metafísica. Veámoslo.
Levinas configura la experiencia de la trascendencia o alteridad del otro a partir de la “idea de Infinito” tomada de la tercera de las Meditaciones metafísicas de Descartes. Recordemos que en ella el considerado padre de la filosofía moderna encuentra un pensamiento que piensa más allá de lo que es capaz de contener en su finitud de cosa pensante: la idea que Dios ha depositado en nosotros. Levinas escribe: “En opinión de Descartes, el Yo que piensa posee la idea de lo infinito: la alteridad de lo Infinito no se mitiga en la idea como sucede con la alteridad de las cosas finitas, de las cuales, según Descartes, puedo rendir cuenta por mí mismo. La idea de lo Infinito consiste en pensar más de lo que se piensa.”30 De acuerdo con Levinas, esta idea de lo infinito revela una relación con una alteridad total, irreductible al sujeto pensante. Dicho con otras palabras, la noción cartesiana de infinito designa una relación con un ser que conserva su exterioridad total con respecto a aquel que lo piensa.31 De este modo “el cogito testimonia la separación porque piensa en la idea de infinito que lo desborda.”32 Como vemos, Levinas deduce la separación como ruptura de la participación en una totalidad a partir de la idea que testimonia la trascendencia. “El Mismo y el Otro, a la vez se mantienen en relación y se absuelven de esta relación, al quedar absolutamente separados. La idea de Infinito exige esta separación. Fue planteada como la estructura última del ser, como la producción de su infinitud misma.”33 En la relación entre el Mismo y Otro en términos de Creador y creatura, “lo esencial de la existencia creada consiste en su separación frente a lo Infinito.”34 Ello explica que la totalidad no pueda constituirse porque lo infinito no se deja integrar conceptualmente: “La imposibilidad para el ser trascendente y para el ser separado de él de participar en el mismo concepto, esta descripción negativa de la trascendencia, sigue siendo la de Descartes.”35 La idea de infinito, de acuerdo con nuestro filósofo, desmorona la pretensión de reducir toda la realidad a un concepto omni-abarcador. Consideremos a continuación la interpretación levinasiana de la idea rectora del mundo inteligible platónico.
Levinas afirma que la intención de su investigación filosófica está orientada tempranamente por la fórmula platónica que sitúa el Bien más allá del ser y de la esencia, y por tanto trasciende el dominio de las ideas.36 El Bien platónico no es ningún ser ni tampoco ningún ente, sino que, respecto de todo el sistema de la ontología, permanece como exterioridad o trascendencia, y de ese modo, sirve como fundamento o fuente.37 Platón, en efecto, concibe la idea de Bien como trascendente respecto de las necesidades del alma y de la totalidad, situado más allá del ser o de la esencia. Levinas resalta el carácter propiamente filosófico de esta idea y a la vez subraya su eficacia para admitir en el campo de la filosofía – quitándole su audacia- a la idea paradójica de creación:
“el lugar del Bien sobre toda esencia es la enseñanza más profunda –la enseñanza definitiva- no de la teología, sino de la filosofía. La paradoja de un Infinito que admite un ser fuera de sí al que no engloba –y que cumple gracias a esa vecindad con un ser separado su infinitud misma- en una palabra, la paradoja de la creación pierde a partir de aquí su audacia.”38
Nuestro filósofo otorga un prestigio filosófico excepcional a la idea platónica de Bien porque encuentra en ella una defensa de la trascendencia que pone en jaque la pretensión de totalizar lo que es. Levinas escribe:
“Una de las vías de la metafísica griega consistía en buscar la vuelta a la Unidad, la confusión con ella. Pero la metafísica griega concibió el Bien como separado de la totalidad de la esencia y, por ello, entrevió una estructura tal que la totalidad pueda admitir un más allá. El Bien es Bien en sí y no con respecto a la necesidad a la que falta. Es un lujo con relación a las necesidades. Precisamente por ello está más allá del ser. Platón no deduce de ninguna manera el ser del Bien: plantea la trascendencia como sobre-pasando la totalidad. Es Platón quien, junto a las necesidades cuya satisfacción viene a llenar un vacío, entrevé también aspiraciones que no están precedidas de sufrimiento o de falta en las que reconocemos el esbozo del Deseo, necesidad de aquel a quien no le hace falta nada, aspiración de aquel que posee enteramente su ser, que va más allá de su plenitud, que tiene la idea de Infinito.”39
Respecto
a la bondad descripta en la creación bíblica, Levinas asegura que
ésta no apunta a la eventual bondad de
la creación, es decir, no apunta a un juicio -a posteriori- sobre el
resultado bueno
de
la creación, sino que concierne a la posibilidad misma del hecho de
una creación, es decir, de una separación que no sea valorada
negativamente, sino positivamente, de una separación,40
en las palabras de Levinas, que no sea simplemente negación, sino
una afirmación de la alteridad o exterioridad. “Un Bien más allá
del Ser y más allá de la beatitud del Uno, anuncia un concepto
riguroso de la creación, que no sería una negación ni una
limitación, ni una emanación del Uno. La exterioridad no es una
negación, sino una maravilla.”41
Vimos que el análisis formal de la idea bíblica de creación implica, según Levinas, dos términos: un Dios trascendente, y una creatura libre o atea. Ambos son afirmados desde la metafísica de la separación, pero no desde la metafísica basada en la participación. La idea de creación es incomprensible desde la metafísica de la participación porque los términos en relación, el Dios trascendente y el hombre libre, no son mantenidos en su absoluta separación sino que, por el contrario, son reunidos en una síntesis totalizante. Ello se debe a que –de acuerdo con Levinas- en el marco de la filosofía tradicional de Occidente la categoría de “ser” se ha utilizado para borrar las diferencias, es decir, para reducir lo Otro al Mismo y por ello, se ha considerado la multiplicidad o la pluralidad (la alteridad o exterioridad al sistema) como algo negativo. En clara oposición a tal tradición del pensar, nuestro autor analiza desde una perspectiva fenomenológica la idea bíblica de creación y afirma que ella implica separación y trascendencia. Levinas cree encontrar apoyo teórico para su intuición en dos destacadas nociones filosóficas que serían como excepciones dentro de la misma tradición a la que critica: por un lado, en la idea cartesiana de lo Infinito, en la medida en que supone un contenido que excede todo lo que puede ser concebido por el pensamiento y precisamente por ello se ubica en un plano trascedente respecto del pensar. Por otro lado, en la idea platónica del Bien que del mismo modo respecto de toda ontología permanece como una realidad absolutamente exterior y trascendente, y precisamente por ello, le sirve de sostén.
Más allá de considerarla como recurso heurístico contra la totalidad teórica porque permite testimoniar la separación y la pluralidad del ser, Levinas encuentra en la idea bíblica de la creación un significado ético fundamental: antes de ser creado, la creatura ha sido elegida por el Bien para ser responsable del otro y de los otros. Tal elección inviste al ser creado de responsabilidad: antes de tener derechos, tiene la obligación moral de “ser el guardián de su hermano”, responsabilidad que da sentido a su existencia.
La paradoja del ser creado consiste en ser un ser ateo -capaz de ignorar a su Creador y de autoafirmarse en su propia libertad-, pero a la vez, responsable -susceptible de ser afectado por el cuestionamiento del otro, y por lo tanto, rehén-. En efecto, para Levinas sólo tiene sentido hablar de ética en el horizonte del mundo como creación. En un mundo increado o como fruto del azar o del determinismo, el discurso de la responsabilidad ética resultaría absurdo.42
Sobre esta base ‘filosófica’ cabe pensar la creación como una contracción del infinito que se retira de la extensión ontológica y deja espacio, por así decirlo, para un ser separado. Este puede a su vez entrar en sociedad con Dios. La limitación, la “disminución” que implica la creación de un ser separado deja de ser una inexplicable imperfección de lo Infinito, como que es por el contrario la articulación última de su perfección: cita TI 126.