Palabras clave
Los orígenes del feminismo reciente en España se encuadran en la situación histórica y política de los setenta: el fin del franquismo y la transición hacia la democracia. Los debates del momento se centraban en las relaciones entre el capitalismo y el patriarcado, el trabajo como producción y reproducción, la doble militancia… surgiendo la primera escisión entre un feminismo socialista y uno radical. Posteriormente esta separación, más allá de su praxis política, genera posturas enfrentadas en el terreno de la teoría, dando lugar a la polémica entre feminismo de la igualdad y feminismo de la diferencia. Los años ochenta verán la consolidación de la democracia, las reformas legislativas en pro de la igualdad (ley del divorcio de 1981, despenalización del aborto de 1985), la incorporación de las mujeres a los partidos con responsabilidad de gobierno, y el surgimiento de un feminismo académico con la creación de seminarios de estudios de la mujer en diversas universidades españolas1.
La reflexión teórica internacional va sentando por aquellos años los postulados de un feminismo radical que conceptúa a las mujeres y a los varones como dos clases separadas y enfrentadas, tanto por su posición en la producción cuanto por su diferencia sexual. En España toda esta corriente, con un desarrollo propio, dará lugar en el plano político a la creación del Partido Feminista y desde el punto de su difusión a la revista Vindicación feminista2. Obra reseñable en este contexto son los gruesos tomos de Lidia Falcón Crítica de la razón feminista, dedicado el primero a la mujer como clase social y económica, y el modo de producción doméstico y el segundo a la reproducción humana3. El acceso del partido socialista al poder en 1982 sitúa los debates feministas en torno a la consolidación de un feminismo socialista que ve la necesidad de intervenir activamente en las instituciones y aquellos grupos que consideran esto como una pérdida del potencial revolucionario del movimiento. La creación del Instituto de la Mujer en 1983 aglutinará buena parte de lo que se ha venido a denominar feminismo institucional frente a un feminismo independiente, que, arrancando de las Jornadas celebradas en Granada en 1979, vino demarcando sus posturas en los sucesivos encuentros de los primeros 80. Paralelamente a todo ello se va consolidando un feminismo académico, a partir de la creación de seminarios universitarios, como los promovidos por Judith Astelarra, Marina Subirats, Celia Amorós… En torno a ellos se ha venido produciendo toda una serie de estudios reseñables que aportan una sólida base para la revisión de los enfoques androcéntricos de las diversas disciplinas, promoviendo la visibilidad de las aportaciones de las mujeres4.
El debate feminismo de la igualdad/feminismo de la diferencia enfrentó las posiciones teóricas contrapuestas. Surgido en las ya citadas Jornadas Feministas de Granada de 1979, a partir de la defensa de Gretel Atman de la diferencia desde el lesbianismo, fue el tema de disensión de posteriores congresos. En 1980 la revista El viejo topo reunió artículos de ambas tendencias; así, mientras Empar Pineda y Amelia Valcárcel defendieron la igualdad, Genoveva Rojo apostaba por “Ser mujer. El orgullo de un nombre”. El tema fue retomado por la misma publicación en 1994 desarrollando Alicia Puleo el feminismo de la igualdad y Milagros Rivera Garretas la diferencia. Ésta última, junto con Victoria Sendón de León, a la que me referiré más adelante, son las autoras que más profusamente han desarrollado un cuerpo de doctrina del feminismo de la diferencia. Un intento de superación de la polémica fue el que realicé en mi libro La seducción de la diferencia5, alejándome tanto del esencialismo cuanto del universalismo, apostando por la proliferación de las diferencias y la construcción de un sujeto-mujer estratégicamente fuerte. En un terreno menos teórico la diferencia se ha desarrollado en grupos de concienciación, de autoayuda, que algunas veces lindan con la new age.
Todo ese pasado que a vuela pluma he recordado es el background del que emana la situación actual, y más teniendo en cuenta que sus protagonistas siguen hoy produciendo, estando presentes en la interacción de la actualidad.
Más allá del reconocimiento y las aportaciones teóricas de otras tendencias, el feminismo de la igualdad ha ido ganando la batalla a la hora de impulsar proyectos transformadores de la sociedad española. Y ello porque se ha decantado por intervenir en la gestión del poder. Detrás de las actuaciones concretas existe todo un trabajo teórico, realizado por múltiples autoras, pero que quiero ejemplificar en una de ellas, por ser la que más ha profundizado en la relación entre feminismo y poder.
Amelia Valcárcel, catedrática de la Universidad Española de Educación a Distancia (UNED) es actualmente miembro del Consejo de Estado6. La noción de “igualdad” es uno de los ejes básicos de su pensamiento. El análisis de la filosofía hegeliana le sirvió para mostrar la raigambre dialéctica del reconocimiento del otro, así como la exigencia ética social. Pero el discurso filosófico no es un discurso neutro, ha negado la legitimidad y la universalidad a las mujeres, es necesario pues realizar una revisitación crítica de la historia del pensamiento, desvelando las falacias, -como la más flagrante de la separación entre naturaleza y cultura-, que han pretendido relegar a las mujeres a la invisibilidad, e ir construyendo el camino hacia la “equipotencia”. Valcárcel apuesta por un feminismo de la igualdad, entendiendo éste como una teoría ética y política. Una de sus aportaciones, que significó un vuelco en la consideración de la relación del feminismo con el poder, fue el deshacer el supuesto de que todo poder es malévolo. Fruto de las críticas anarquizantes y sesentayochistas, el poder era presentado como absolutamente rechazable, el feminismo no fue ajeno a ello, de forma algo mesiánica pretendía convertirse en una especie de reducto incontaminado. Amelia tuvo la lucidez de señalar que si el poder corrompe, no tenerlo corrompe aún más, postuló por ello lo que dió en llamar “el derecho al mal”, el feminismo no puede inhibirse de un enfrentamiento directo con el poder, denunciando su pretendida univocidad, no puede caer en la trampa de religar sus ambiciones a la utopía del sin poder, sino que debe construir aquí y ahora el espacio de la equipotencia.
El camino a la igualdad implica constituirse en sujetos éticos de pleno derecho, para ello es necesaria la autonomía, esto es: la capacidad de dotarse a sí mismos de leyes que rijan desde la libertad nuestra acción. Uno de los conceptos claves que utiliza Amelia para esclarecer los obstáculos a ello es el de “heteronomía”. Son otros los que nos nombran, los que pretenden otorgarnos nuestra identidad y las normas a las que debemos someternos. “En el origen del genérico la mujer se encuentra esta designación heterónoma que excluye justamente a las mujeres de la esfera de la individualidad y del pacto”7. Hay que completar el trayecto del vosotras al yo, desde el nominalismo, desde la pragmática, hasta construir un “nosotras” que acabe con la heterodesignación. Debemos entender este nominalismo como un rechazo de todo feminismo esencialista o de la diferencia. “Las mujeres no compartimos una esencia puesto que nuestras divergencias sociales e individuales pueden llegar a ser enormes: compartimos una posición genérica y una voluntad de abolir sus aspectos degradantes”8.
Aún cuando el feminismo penetra toda la obra de Amelia Valcárcel, buena parte de su producción tiene una dimensión ética general, vertebrada como hemos dicho en el concepto de igualdad, pues, según ha señalado en múltiples ocasiones, la igualdad es por excelencia el supuesto que hace posible la moral y requisito de la acción política. La igualdad representa el legado del proyecto ilustrado. Preocupada por el supuesto fracaso de dicho proyecto, pretende delinear las claves de su pervivencia necesaria, tal es el cometido que acomete en su libro: El miedo a la igualdad. El tema será retomado en su ensayo Ética para un mundo global. Para la autora, la globalización y el multiculturalismo no pueden ser las excusas de un relativismo ecléctico, del abandono de los ideales modernos, el peso de la libertad nos exige el deber de ser internacionalistas, apostar por un universalismo que incluya la dignidad humana en el cosmopolitismo contemporáneo. Porque, como ha afirmado en otro lugar, “necesitamos en este tercer milenio una filosofía que dé cuenta de nuestra talla verdadera”, y ello es una exigencia no sólo ética, sino estética. “Lo que como humanidad somos, y lo que a la luz de los ejemplos de muchos podríamos ser, esa distancia, que constituye la tensión esencial entre ser y deber ser, ético-estética, siempre presente e inalejable de cualquier concepción moral, cuando se plantea intelectivamente, es sublime. Y nadie puede renunciar a plantearla”.9
En los últimos años se han tomado toda una serie de medidas legislativas encaminadas a paliar la discriminación en función del sexo, como son la Ley de Conciliación de Vida Familiar y Laboral 39/1999, el Plan Integral de apoyo a la Familia (2001), la Ley 46/2002 que estableció un subsidio de 100 euros al mes para las madres trabajadoras por cada hijo menor de tres años, la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (2004), la Ley 13/2005 que posibilita el matrimonio entre personas del mismo sexo, la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia (2006), la ley 3/2007 de Identidad de Género que permite el cambio registral de nombre de las personas transexuales, la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres (2007), La ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y Salud Sexual y Reproductiva (2010).
Estas iniciativas han generado un gran debate social tanto fuera como dentro del mismo feminismo, que pasaré a analizar con más detalle en los apartados siguientes. El llamada feminismo institucional responde a unos valores ideológicos bastante perfilados, apoyados en aportaciones teóricas relevantes, aún cuando no podamos hablar de un sistema compacto. He señalado los trabajos de Amelia Valcárcel, pero sin duda todo el trabajo que desde la reflexión filosófica, desde la sociología y la ética, se ha venido realizando por consolidar un feminismo de cuño ilustrado y desvelar las falacias del pensamiento patriarcal10, ha otorgado una buena base teórica para la praxis política. Un texto que sintetiza bien esta corriente es el libro Democracia feminista de Alicia Miyares11, quien fuera jefa de gabinete de María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del gobierno (2004-2010). En él se postulan como objetivos la erradicación de las ideologías de sexo, las normas sexuales y los estereotipos de sexo que perpetúan la discriminación de las mujeres, ello implica la normalización de un nuevo concepto feminista de ciudadanía, igualdad y reconocimiento, que promueva la igualdad a través de la educación cívica. También para Judith Astelarra12 el feminismo, mostrando las diferencias de género ocultas en la estructura de la ciudadanía, ha posibilitado transformar la práctica y el concepto mismo de ciudadanía.
En diciembre de 2009 se celebraron en Granada las Jornadas Estatales Feministas, treinta años después de las I Jornadas convocadas por la Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas, que como he venido señalando, tanta importancia tuvieron en el arranque de las tendencias del feminismo español del momento: Feminismo socialista/ feminismo radical y feminismo de la igualdad/ feminismo de la diferencia. La comparación entre ambos encuentros representa un buen barómetro de los cambios sobrevenidos y de las actuales preocupaciones del movimiento. Las jornadas de 2009, organizadas por la Asamblea de Mujeres de Granada, la CEOF, tenían como fin dar voz a un feminismo crítico no institucionalizado, situado en los márgenes, heredero en cierta medida del feminismo radical e independiente. Frente a la estética “progre” de 1979 resaltaba ahora la diversidad: históricas del feminismo junto a jóvenes de pelo rapado, piercings, hiperfemeninas, junto a bolleras, chicazos, lesbianas, transexuales, chicas con el pañuelo palestino y canosas maduras. Ciento veintidós ponencias y mesas redondas en tres días sobre las identidades fronterizas, las diversidades corporales y las sexualidades; el neoliberalismo, la globalización y la acción feminista; las prácticas culturales de resistencia feminista… Temas de debate reiterados y novedosos: violencia de género, aborto, sexualidad, prostitución, la crisis económica, la falta de derechos de las empleadas del hogar, de las inmigrantes…, nuevas formas de deseo, superación de los estereotipos binarios de “biomujeres” y “biohombres”, la vigencia del mito del amor romántico… Un elemento a destacar: la presencia de mujeres jóvenes, más atraídas por lo alternativo y transgresor, y que contrasta con la falta de renovación del feminismo ligado a encuentros institucionales a los que asisten predominantemente mujeres mayores de cuarenta años y con una situación profesional o de liderazgo consolidada.
El encuentro contó con la participación de algunas de las más significativas promotoras del manifiesto “Un feminismo que también existe” que, presentado en 2006, intentaba mostrar las voces de las otras feministas frente a lo que consideran el monopolio ideológico del feminismo institucional.
El manifiesto comenzaba valorando positivamente las actividad institucional y legislativa llevada a cabo por el gobierno de Rodríguez Zapatero, para a continuación manifestar su descontento porque no haya habido un verdadero debate y la preocupación por la orientación que subyace a ciertas medidas: “Queremos destacar como positivo el interés por abordar problemas que especialmente atañen a las mujeres. Pero no podemos dejar de mencionar la preocupación que nos suscita el desarrollo de una excesiva tutela de las leyes sobre la vida de las mujeres, que puede redundar en una actitud proteccionista que vuelva a considerar a las mujeres como personas incapaces de ejercer su autonomía. Y nos parece también arriesgado que tome cuerpo la idea de que sólo con leyes se cambia la vida de las personas. Una legislación adecuada debe, sin duda, ayudar, pero creemos que es la movilización social, el compromiso, la educación y la toma de conciencia individual y colectiva, tanto de mujeres como de hombres, lo que puede finalmente hacernos conseguir nuestros objetivos”.
Un punto de total desacuerdo tiene que ver con la prostitución, que para las otras feministas debería regularse, denunciado el carácter abolicionista del ejecutivo que ve en esta ocupación únicamente una actividad indigna y degradante.
Con respecto a la Ley Integral contra la Violencia de Género critican lo que consideran una “filosofía del castigo” que resalta el dominio masculino como factor desencadenante de la violencia, desatendiendo la prevención en otros factores coadyuvantes.
Se manifiesta un claro apoyo a la custodia compartida de los hijos en caso de divorcio, y un rechazo a toda tendencia a considerar a la mujer únicamente como víctima. Predomina, a su modo de ver, una clara presencia en los medios de comunicación y en los puestos de decisión de un feminismo que muestra una filosofía sobreprotectora —hacia la mujer— y punitiva —hacia el hombre—, lo cual genera revanchismos y suspicacias y no contribuye a conseguir la igualdad entre los seres humanos.
El manifiesto, en buena medida promovido por la portavoz de las otras feministas Empar Pineda ( Co-fundadora de la Comisión Pro Derecho al Aborto de Madrid, del Colectivo de Feministas Lesbianas de Madrid y de la Asamblea Feminista de Madrid), recogió la firma de destacadas profesionales, teóricas y activistas como: María Sanahuja, decana de los juzgados de Barcelona; Rosa Montero, escritora y periodista; Raquel Osborne, profesora de Sociología de la UNED; Justa Montero, co-fundadora de la Comisión Pro Derecho al Aborto de Madrid y miembro de la Asamblea Feminista de Madrid; Paloma Uría, diputada de Izquierda Unida de la Junta General de Principado de Asturias. Co-fundadora de la Asociación Feminista de Asturies (A.F.A.); Dolores Juliano. Antropóloga, miembro de LICIT (Línea de investigación y cooperación con inmigrantes y trabajadoras sexuales); Verena Stolcke, feminista y profesora de antropología social, Universidad Autónoma de Barcelona; Maruja Torres, escritora y periodista…
Las medidas legislativas que venimos comentando, no sólo han suscitado confrontación entre los sectores feministas, sino que se han visto envueltas en una verdadera movilización social de rechazo por parte de los sectores más conservadores de la sociedad, que más allá de la dialéctica partidista han demonizado el feminismo y la perniciosa “ideología de género”, que, según ellos, es la agenda oculta que rige estas reformas. El feminismo en España ha pasado de verse como algo minoritario e incluso caduco, a considerarse, por algunos medios, una peligrosísima fuerza que mueve los hilos del gobierno y empuja a la sociedad a su desintegración moral.
La sustitución de la ley de 1985 que despenalizaba el aborto en ciertos supuestos por la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en 2010 ha reabierto en España la polémica del aborto que durante veinticinco años había estado latente. El proceso de tramitación se ha visto jalonado por múltiples manifestaciones de los movimientos “pro-vida” y fuertes debates sociales y en los medios de comunicación, llegando la Conferencia Episcopal a proceder a la excomunión de todo político que votara a favor de la nueva ley. El eje del enfrentamiento es el reconocimiento, en la actual ley de plazos, de la interrupción del embarazo durante las primeras 14 semanas como un “derecho” de las mujeres, una reivindicación histórica del movimiento feminista, que para los católicos conservadores representa la inmoral aceptación de la pena de muerte para los no nacidos.
Antes de ello la sociedad española se había fracturado en este sentido por la ley 14/2006 de reproducción asistida y la 14/2997 de biomedicina, ambas rechazadas por las jerarquías eclesiásticas. Igualmente para el pensamiento más conservador la ley 13/2005 de matrimonios entre personas del mismo sexo representa un ataque a la familia, al desnaturalizar su función, así como la ya citada ley 3/2007 de identidad de género. Otro tema que ha generado fuertes enfrentamientos es la impartición en los centros escolares de la asignatura de “Educación para la Ciudadanía”, que en sus aspectos psicoafectivos incluye en la mayor parte de los manuales lo que sus detractores denominan “ideológica de género” y que denuncian como adoctrinamiento.
Los detractores del feminismo han crecido, baste, por ejemplo, citar los libros de Jesús Trillo-Figueroa Una revolución silenciosa. La política sexual del feminismo socialista o La ideología de género13 en los que en documentadísimos ensayos intenta presentar el feminismo socialista como un feminismo radical que ha conseguido que la “ideología de género” conforme el eje de las actuaciones sociales del gobierno español. Para el autor, el cuestionamiento de que ser hombre o mujer son una realidad natural y la presentación de las relaciones sexuales en términos de poder y dominación son los ejes que vertebran una “ideología política cerrada y con aspiraciones totalitarias”.
El acoso al feminismo institucional ha venido de mano también de la judicatura. La Ley Integral contra la Violencia de Género, aprobada en diciembre de 2004, endureció el Código Penal para los hombres que maltraten física o psíquicamente a "la que sea o haya sido su esposa o mujer o que esté o haya estado ligado a él por una análoga relación de afectividad aun sin convivencia". Diversos jueces han considerado que este agravamiento de las penas si el agresor es hombre violaría el principio constitucional de igualdad ante la ley, que estigmatiza al hombre y da pie al aumento de falsas denuncias.
Todo ello fue rebatido por el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Poder Judicial, y generó la airada reacción numerosas asociaciones de mujeres que reclamaron responsabilidades, entre ellas la Federación de mujeres progresistas, la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas o la Asociación de Mujeres Juristas Themis.
Otro ejemplo de los ataques que se vienen generando incluso entre intelectuales no reputados de conservadores fue el artículo publicado por Enrique Lynch en El País (19-11- 2009) “Revanchismo de género”14 en el que a cuento de una campaña publicitaria, el escritor acusa al Ministerio de Igualdad y al gobierno de Rodríguez Zapatero de “jalear la guerra de sexos, como desde hace décadas hace el feminismo mal encarado”, llegando a responsabilizar al feminismo del aumento de la violencia de género.
El artículo desencadenó un amplio rechazo que incluso salpicó propio diario por hacerse portavoz de tal alarde misógino. Pero lo relevante es que el ataque público a la imagen del feminismo es tal que ni los intelectuales se privan de escribir ciertas cosas, que creíamos hace mucho enterradas, ni los medios teóricamente “progresistas” reparan en el posicionamiento reaccionario que ello implica. Se está dando carta blanca a un real “neomachismo” mediático.
Este neomachismo alcanzó una de sus cotas más deleznables en un asunto menor como la concesión de ayudas del Ministerio de la mujer en 2010 para la realización de “Investigaciones relacionadas con estudios feministas, de las mujeres y del género”, pero que ha generado no solo críticas políticas al monto presupuestario, cosa que sería aceptable en un sistema democrático, sino toda suerte de descalificaciones, ridiculizaciones desde una grosería inadmisible y evidenciando un desconocimiento machista preocupante que demuestra el deterioro de la imagen del feminismo que vengo señalando y lo débil que es la percepción social del sexismo.
Basten estos ejemplos para percibir los intentos de acoso y derribo que sufre en España el feminismo institucional, que no obstante sigue teniendo una posición ejecutiva fuerte. A los ataques más ultraconservadores, al resurgir de un cierto neomachismo intelectual, se suman las críticas desde los sectores más independientes del propio movimiento de mujeres, como hemos visto en las otras feministas, pero también desde las corrientes más jóvenes y alternativas del feminismo.
Las nuevas corrientes del feminismo gozan de los avances alcanzados por las feministas de la generación anterior, de las que, no obstante, desconfían, si detentan posiciones de poder. En general no puede decirse que las y los jóvenes se consideren feministas, piensan que es una cosa del pasado, ya superada, y aunque han incorporado ciertos comportamientos más igualitarios ha descendido el nivel de percepción de la discriminación y el sexismo15.
Dentro pues, de un ámbito minoritario, la tercera ola del feminismo en España incorpora las diversa tendencias: postfeminismo, ecofeminismo, ciberfeminismo, feminismo queer…, en relación más o menos estrecha con los movimientos LGBT, en especial lesbianas y transexuales, de legalización de la prostitución, antiglobalización, alternativos, okupas, ecologistas, multiculturales… y fruto de la inmigración con primeros contactos con el feminismo postocolonial, islámico… En general se trata de un activismo social o cultural, pero que, excepto en algunos casos, todavía no ha dado lugar a una producción teórica relevante.
Debo reconocer que los derroteros y concreciones del ciberfeminismo, postfeminismo y teoría queer no dejan de plantearme ciertas reflexiones en torno a lo que ha constituido la evolución de mi pensamiento, filosófico en general y feminista en particular.
En 1987 publiqué mi libro La seducción de la diferencia, en donde, a partir de una posición postestructuralista y postmoderna, intentaba abrir nuevos caminos al feminismo, enquistado ese momento en España en la polémica igualdad/diferencia. Ese mismo año, con motivo de la presentación del libro en la Maison de l’Amerique Latine de Paris, tras comentar las apuestas del texto concluía: “Nada somos por debajo de las palabras, y más cuando éstas no fueron nuestras./…/La crítica, lo fragmentario, el arte del descreimiento y la fugacidad nos encuentran sin resentimiento y prestas. Tal vez haya que haber transitado - y sufrido - esa cultura que nos olvidaba, para que la ironía y el descreimiento sean verdaderamente radicales, para que el simulacro sea profunda lucha de negación y no ingenua afirmación de lo vacuo./…/Se trata de algo más rotundo, para lo cual no es imprescindible ser mujer –aunque quizás convenga-, porque ese lugar siempre equívoco puede hacernos ahora más ligeras. Se trata de asumir lo fragmentario y lo post sin el lloroso resentimiento de los detentadores de la Modernidad, elevando la copa por la justa muerte del hombre –y de la mujer-, gozando ese espacio libre de la multiplicación de las diferencias, del talante individual que juega con los roles. Porque un día una se levanta con el espíritu de Julieta, y otro con el de Otelo, y otro con el de Narciso, y otros con el de amazona…,y es la sonrisa de no tener que creer necesariamente en nada, mientras cambiamos de disfraz con ellos, con ellas, seducidas por la diferencia de todas las caricias”16. En 1988 pronunciaba la conferencia “Del futuro-mujer al futuro-transexual”17. Para posteriormente ir demarcando lo que he definido como feminismo transmoderno en el marco de mi teoría general de la Transmodernidad18. Mi intención no ha sido la de sumergirme en el relativismo e hibridación postmodernas, sino la de asumir sus críticas, su apertura múltiple, la ausencia metafísica, y las posibilidades de un sujeto situado que se construye a si mismo desde el simulacro para lograr una eficacia operativa que no olvide sin embargo los retos pendientes de la modernidad: emancipación, libertad, autonomía.
El pensamiento de los años 80 representó una ruptura con las corrientes marxistas y psicoanalíticas que predominaron en las décadas anteriores, sobre todo por el dinamismo del postestructuralismo francés y el impacto de autores como Foucault, Derrida, Bourdieu, Lacan Lyotard, Deleuze o Baudrillard. Para mí resultaba urgente pensar el sujeto mujer desde las nuevas tendencias, pues de otro modo el feminismo corría el riesgo de no asumir la contemporaneidad más innovadora. Paralelamente, en las universidades norteamericanas se reformulaba a partir de su relectura la crítica literaria, la Theory y los Cultural Studies.
En Foucault y la genealogía de los sexos19realicé una aplicación al feminismo del pensamiento foucaultiano, desde sus conceptos de arqueología, genealogía, analítica del poder, biopoder, historia de la sexualidad… En ese momento buena parte del feminismo norteamericano debatía sobre el postmodernismo, y las aportaciones de Teresa de Lauretis, Linda Nicholson, Nancy Frasser, y especialmente Donna Haraway con sus análisis del cyborg y Judith Butler con su Queer Theory empezaban a conformar los nuevos derroteros de la teoría feminista.
¿Hasta qué punto, a pesar de las semejanzas, mis propuestas concordaban con las plasmaciones más radicales emanadas de este cruce del feminismo y el postestructuralismo? Cuando hoy reviso mis primeras formulaciones de un feminismo transmoderno, compruebo que mi apuesta por la construcción múltiple del género y la estrategia del simulacro, tenían como fin una síntesis entre igualdad y diferencia que me aleja de la provocación marginal y mutante que tienen hoy ciertas tendencias postfeministas y queer en España.
El ciberfeminismo, que internacionalmente arranca de grupos míticos como el formado en Australia en 1991 por VNS Matrix, y la Primera Internacional Ciberfeminista en la Documenta X de arte contemporáneo celebrada en Kassel (Alemania), tiene como autoras de referencia la ya citada tematización del cyborg de Donna Haraway o la obra Ceros y unos de Sadie Plant, alimentándose de la visión performativa del sexo de Judith Butler, las actuaciones más llamativas que sólidas de la ensayista transexual Sandy Stone o las reflexiones de Rosi Braidotti sobre Nomadic Subjects o cibercuerpos. Un movimiento que dio lugar al cibergrrl-ism o activismo feminista en la red, mezcla de provocación, uso de las TICs y experimentación artística20.
En España esta tendencia ha sido difundida sobre todo por Ana Martínez Collado a través de su página estudios online sobre arte y mujer21y en su libro Tendenci@s. Perspectivas feministas en el arte actual22.
Desde planteamientos más generales, reflexionando sobre la utilización de las nuevas tecnologías por el feminismo o como medio de difusión, cabe destacar como una primera aproximación el libro Viaje de las internautas. Una mirada de género a través de las nuevas tecnologías23 de Montserrat Boix, Cristina Fraga y Victoria Sendón. Montserrat Boix es también la impulsora del periódico feminista digital Mujeres en red24. Otro lugar muy activo lo encontramos en Ciudad de las mujeres25. Un portal de ciberfeminismo en español es http://ciberfeminista.org/
En España, la Queer Theory desarrollada por autoras como Judith Butler, Eve Kosowky Sedgwick o Diana Fuss, se manifiesta en dos ámbitos que pueden coincidir o no: el académico y el activista.
La teoría queer a partir de su crítica al género, al cuerpo y al sujeto, y su apuesta por la “inversión performativa” y la diversidad, provee de elementos utilizables no solo para analizar la identidad sexual, sino también la normalización de clase y raza o la producción artística, literaria desde una óptica postmoderna actualizada, en estrecha relación por ejemplo con el body art… En este marco podemos encontrar en España diversas autoras y grupos de investigación universitarios.
Por otro lado, en cuanto activismo, hay que situarlo en el desarrollo del movimiento lesbiano. Los colectivos lesbianos que comienzan a organizarse en España en los años ochenta lo hacen dentro del movimiento feminista, priorizando el género frente a la opción sexual. Existen pues en primer lugar las feministas lesbianas, que poco a poco irán definiéndose como lesbianas feministas, marcando una primera diferencia. Desde una posición radical e independiente Gretel Atman, una de las pioneras, defenderá la existencia de un “genero lesbiano” y que se actúe separadamente del movimiento feminista y del gay. Posteriormente, en los noventa, las lesbianas se aliarán con los colectivos gays, conformando los grupos LGBT. Estos grupos LGBT en su rama más moderada han venido optando últimamente por un diálogo con las instituciones para obtener mejoras legales y de reconocimiento, lo que de nuevo ha propiciado una separación de los grupos queer más radicales26.
Así pues, lo queer representa una distancia tanto del feminismo de la igualdad, al que acusan de adoptar un patrón heterosexual y buscar una mera equiparación entre mujeres y hombres, cuanto del esencialismo del feminismo de la diferencia. Se denuncia el olvido del feminismo clásico de las minorías marginadas: lesbianas, transexuales, trabajadoras del sexo… Y por otro lado se critica a los grupos de gays y lesbianas que han optado por la normalización, abandonando a los grupos más marginales.
Beatriz Preciado es la teórica y activista que con mayor profundidad y originalidad ha desarrollado en España esta tendencia en sus obras Manifiesto contrasexual y Testo yonki. En la primera de ellas, editada primero en inglés y francés, define: “La contra-sexualidad es, en primer lugar: un análisis crítico de la diferencia de género y sexo, producto del contrato social heterocentrado, cuyas performatividades normativas han sido inscritas en los cuerpos como verdades biológicas… En segundo lugar: la contrasexualidad apunta a sustituir este contrato social que denominamos Naturaleza por un contrato contra-sexual. En el marco del contrato contra-sexual, los cuerpos se reconocen a sí mismos no como hombres o mujeres… Se reconocen a sí mismos la posibilidad de acceder a todas las prácticas significantes, así como a todas las posiciones de enunciación, en tanto sujetos, que la historia ha determinado como masculinas, femeninas o perversas”27. Esta propuesta teórica es llevada a la práctica y analizada en su libro Testo yonki28, donde narra su experimentación del intergénero a través del consumo de testosterona, como ella misma lo define “es un ensayo corporal, una ficción autopolítica o una autoteoría”. Preciado, generando un universo terminológico propio, lleva a sus últimas consecuencias la noción foucaultiana de “biopolítica” hablando de biohombres y biomujeres, (en la estela de Judit Butler éstos no serían sino primeros momentos ilusorios de una “construcción somato-discursiva”), productores de biocódigos sexuales. El biocapitalismo postindustrial configuraría lo que denomina “era farmacopornográfica”, en ella solo nos quedaría asumir la postura de hackers de género.
Ante estas afirmaciones, considero necesaria una valoración crítica. La reconstrucción posthumana del cuerpo que encontramos en Orlan, Sterlac, Moravec o Cronenberg, la reflexión del cyborg de Donna Haraway, las secuelas cinematográficas del universo de Philip K. Dick, Matrix, Gamer…, más allá de la denuncia, ejercen, desde mi punto de vista, una suerte de fascinación, un ritualismo de la carne monstruosa, del cuerpo como residuo tóxico a eliminar, que en última instancia no cuestiona sino amplifica el imaginario de una cultura hipertecnológica. Se concelebra una estética de autoinmolación, de lo mutante, que si bien artísticamente es legítima, entremezcla una propuesta formalmente radical con un mensaje sumiso a las técnicas disciplinarias del cuerpo que pretende poner de manifiesto. La transformación quirúrgica del cuerpo, la dependencia y fusión tecnológica de éste, el deseo y la identidad como objetos de consumo… no son radicales denuncias de un poder que se posesiona de nuestros cuerpos, sino precisamente la forma en que ese poder actúa y nos somete, desde la emulación de los iconos mediáticos, al mercantilismo farmacológico, dermoestético… Se parte de una serie de supuestos erróneos: lo marginal no es de por sí subversivo, y la dominación no es únicamente pasividad sino también actividad obediente.
No basta la voluntad provocadora de Annie Sprinkle con sus propuestas de “postpornmodernism” para que la pornografía deje de ser utilización falócrata del cuerpo de la mujer. No basta entrar voluntariamente en un quirófano para escapar de la objetualización del cuerpo femenino y de la medicalización del cuerpo en general.
Y es en esta confusión entre el desafío y la sumisión en la que, a mi modo de ver, incurre Beatriz Preciado en Testo yonki. Su postura es evidentemente un desafío al feminismo de los setenta-ochenta, pero, al reivindicar lo masculino como elección, ¿no reitera los rituales de dominación que esas feministas tanto han desvelado?, al condicionar su experimento a la ingestión de hormonas ¿no está devolviendo el sexo a un determinismo biológico? El que una mujer se comporte como un hombre y goce de su fruición simbólica no libera a las mujeres, ni impugna el modelo de dominio /sometimiento. ¿Dónde está aquí el desafío? La experiencia drag queen nos enseña que la feminidad es teatralidad, la experiencia drag king nos muestra que la masculinidad también lo es. Bien, ya lo sabíamos. Que una mujer sin dejar de serlo, se convierta en uno de ellos, no de los hombres sino de los machos dominantes que gozan con la parafernalia del dominio, no nos hace más libres. El libro describe brillantemente, aunque con una exageración distorsionadora, el que denomina “régimen farmacopornográfico”. Pero si éste es opresivo, no lo es solo porque no tengamos las riendas de lo farmacológico y de lo pornográfico, sino porque ambas estructuras son intrínsecamente opresivas y objetualizadoras, especialmente para las mujeres.
En un mismo marco de activismo, distorsión y teatralización del género, podemos situar a Itziar Ziga, que, con un bagaje teórico mucho menor, reivindica una hiperfeminidad paródica y lumpen. En su libro Devenir perra29 afirma su deseo de “reflexionar sobre feminidades espectaculares, paródicas, radicales, insurgentes”, sobre las mutaciones de la feminidad que incluiría a las mujeres trans y bio, pero también a bolleras, travestis, maricas, trabajadoras sexuales. Se declara guerrillera del sexo, simbólicamente feminista y puta a la vez. Devenir perra es utilizar la hiperfeminidad como reto transgresor desde la marginalidad.
Considero que el problema de ambas propuestas aparece cuando estos simulacros dejan de ser estrategias reversibles, y empezamos a ser aquello que representamos, cuando el disfraz, la performance, que utilizadas lúdica o pragmáticamente pueden no ser cuestionadas, comienzan a hacerse carne, deseo, conforman una identidad no momentánea sino incrustada en nuestra subjetividad. Si lo que puede ser gratificante como juego o fantasía erótica pasa a ser integrante de nuestro yo más íntimo, si el estereotipo social o nuestra puesta en escena de cara a la mirada de otros se afirma como permanente, entonces resulta inexcusable realizar un profundo análisis de hasta qué punto esa apuesta puede ser cómplice o liberadora de y frente a los procesos de dominación, y de cómo debe responder todo ello no solo a la afirmación personal sino a la emancipación como individuos, como grupo.
Por otro lado, de la misma manera que desde la perspectiva queer se critica el feminismo anterior como ciego a estas cuestiones, no podemos olvidar que el modelo queer, en cuanto afirmación e indagación de una determinada subjetividad, afecta a un grupo minoritario en el que la marginalidad puede convertirse en un nuevo elitismo, por el que se desprecia y no se toma en cuenta el mundo vivido real en el que se desarrolla la construcción de la identidad sexual de la inmensa mayoría de mujeres y de varones.
No quiero concluir esta apretada panóramica de las corrientes feministas en la España actual, sin detenerme en el último trabajo de Victoria Sendón, quien intermitentemente hemos visto aparecer en estas páginas desde su esfuerzo por construir el universo de la diferencia. Matria30 es una obra de madurez, en la que se vertebran las líneas de investigación, aportaciones y lecturas de toda una trayectoria personal. En ella, la autora construye un universo simbólico propio en el que se integran la dimensión gnoseológica, mítica, sociológica y política.
Matria se pretende un “lugar colectivo de encuentro”, “conciencia comprometida”, y a este fin Sendón intenta delimitar cuáles serían los rasgos de una “lógica de la vida”. Frente a la lógica identitaria, que ha sido la protagonista del pensamiento tradicional en Occidente, es necesario postular un pensamiento de la vida. Ello la lleva a repasar someramente las claves de la metafísica de lo Mismo.
La descripción de la “Realidad” como un constructo colectivo le permite ir más allá, en la perfilación de lo “Real” como límite, todo y experiencia. Para ello utilizará desde los atisbos de la física cuántica a la filosofía oriental, pasando por la ritualidad de lo sagrado.
Igualmente, en su tematización entre lo Simbólico y lo Imaginario, critica con audacia elementos de la escolástica psicoanalítica. La superación de Edipo por Narciso es una de las rupturas más brillantes y novedosas. La revisión psicopolítica del patriarcado alumbra perspectivas igualmente novedosas y muy pertinentes para la Teoría feminista.
La segunda parte del libro representa una completa, y subversiva reformulación de las relaciones simbólicas mujer-varón. Para deconstruir las bases del Patriarcado es necesaria una efectiva revolución cultural, que muestre lo femenino como verdadero elemento genésico. Sendón se apoya en autores como Riane Eisler, Marija Gimbutas o Robert Graves, y, desde un punto de vista jungiano revisitará la fuerza de los mitos femeninos. Tras el imperio de las diosas neolíticas o la Diosa Madre neolítica, la autora diseccionará el proceso de sustitución simbólica realizada por el arquetipo heroico viril, a partir del cual se configura la construcción cultural del dominio masculino, un universo de poder/saber en el que aún hoy nos movemos. Ello implica la revisión de los criterios de subjetivación, la superación de los esquemas freudianos e incluso de la tópica de los estudios de género, en orden a gestar una nueva mediación entre lo femenino y lo masculino que apunte espacios inéditos de libertad.
La autora se sitúa en la superación entre las divergencias Modernidad/Postmodernidad, para atreverse a pensar “transmodernamente” un mundo globalizado, que debe, necesariamente adaptar al presente y a la lucha política las bases de una democracia que precisa seguir reinventándose. Partiendo de las aportaciones de Margulys o Maturana, propone una revisión del criterio evolutivo del más fuerte, por la prevalencia del modelo cooperativo. Desde un punto de vista ecológico Matria se muestra como Gaia. En el terreno político, las nuevas tecnologías nos posibilitan la creación de órganos intermedios, asamblearios y representativos, que controlen una estructura piramidal y anticuada del poder. Se trata de inventar y forzar espacios de libertad a la altura de los tiempos, tarea que algunos hemos optado por denominar “Transmodernidad”, concepto que Sendón también hace suyo, dotándolo de una fuerza conceptual y política propias.
Desde la reivindicación de un feminismo humanista la autora concluye con la postulación de una agenda ineludible: el acrecentamiento y disfrute de las libertades, la responsabilidad personal y colectiva, un pensamiento global que halle su contrapeso en actuaciones locales, un desarrollo humano integral, la visión holística de la ecología profunda, la economía a escala humana, sinergias de acción común de a cuerdo a un modelo de redes interconexionadas… El feminismo aquí no es una opción de género, sino la perspectiva situada, a la que todos, hombres y mujeres, estamos invitados para asumir el reto de forzar “el horizonte de lo posible”.
El incremento de la inmigración y las estrechas relaciones con el feminismo en hispanoamérica han propiciado el debate feminismo /multiculturalismo. Un texto de referencia para ver las concomitancias y corrientes del pensamiento de habla hispana es la obra de la argentina, pero estrechamente relacionada con el movimiento español, María Luisa Femenías Perfiles del pensamiento Iberoamaericano31
La influencia del pensamiento poscolonial se deja ver sobre todo en los departamentos de literatura, pero, dado que el fenómeno migratorio es bastante reciente, no existe una producción teórica realizada por minorías étnicas autóctonas, sí una preocupación por las mujeres inmigrantes como sector más desfavorecido, pues además de su situación precaria, muchas de ellas residentes ilegales, sufren en mayor medida la violencia de género y son objeto de trata para la prostitución. En el mejor de los casos se les encarga la reproducción de los roles tradicionales como empleadas domésticas o cuidadoras. Últimamente, también, organizadas por conversos españoles al Islam, se han desarrollado jornadas internacionales sobre feminismo islámico. Igualmente un tema de creciente interés, tratado en diversos foros, es la situación de la mujer musulmana en referencia a la laicidad y el integrismo religioso, el velo islámico, la poliginia…
En general las mujeres inmigrantes, las musulmanas, las feministas independientes, radicales y el activismo queer adoptan posturas más multiculturales, acusando al feminismo de la igualdad e institucional de eurocéntrico y neocolonial, mientras que éste rechaza con fuerza la involución que para las mujeres representa el comunitarismo multicultural.
Creo con todo lo anterior haber diseñado una foto fija de la situación actual del feminismo en España. Un feminismo fuerte, que avanza en logros sociales, y sin embargo sitiado por las críticas internas y externas. He pretendido perfilar sus trazos últimos. Para encuadrarlos más coherentemente habría que estudiar en profundidad el movimiento feminista en de los últimos treinta años y analizar pormenorizadamente las aportaciones teóricas de las autoras, que por haber comenzado su producción en los años anteriores solo he podido citar someramente. Pero eso, ya sería tema para otro artículo.
- Rosa María Rodríguez Magda (Valencia, España, 1957). Catedrática de Filosofía. Directora del Aula de Pensamiento de la Institució Alfons el Magnànim y de la revista Debats. Ha sido profesora invitada en l’Université de Paris VIII-Vincennes à Saint-Denis, Université Paris VII, Université de Paris-Dauphine, Universidad Autónoma de México, Universidad de San Juan en Río Piedras (Puerto Rico), New York University, Komazawa University (Tokio)... Fue directora de la Fundación Tercer Milenio-UNESCO. Especializada en pensamiento contemporáneo, es autora, entre otros libros, de La sonrisa de Saturno, El modelo Frankenstein, Transmodernidad, La España convertida al islam, Inexistente Al Ándalus. Ha publicado también en el terreno de la investigación feminista: Femenino fin de siglo. La seducción de la diferencia, Foucault y la genealogía de los sexos, El placer del simulacro... Y dentro de la creación literaria: Tríptico, En alguna casa junto al mar, Las palabras perdidas, Y de las pavesas surgió el frio, El deseo y la mirada…Ha coordinado diversas obras y realizado ediciones críticas, así como participado en múltiples libros colectivos. Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, estonio y checo.
Fecha de Recepción 5 de junio de 2011
Fecha de Aprobación 16 de julio de 2011