Observaciones Filosóficas - En torno a la Teoría del Althusser sobre la constitución del sujeto, su aproximación al Psicoanálisis y la crítica de Slavoj Žižek
En su texto Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Althusser propuso una teoría de la ideología, que él calificaba de marxista. Uno de los puntos centrales de su propuesta era que la ideología representa la relación imaginaria de los humanos con las relaciones reales de existencia. Asimismo, estableció que la ideología tiene como función “constituir” a los individuos concretos en sujetos. El ser sujeto significa reconocer las interpelaciones que la ideología dirige hacia éste en nombre de un Sujeto. Althusser decía que los sujetos son sujetos desde siempre, porque los mecanismos ideológicos les preceden.
El Sujeto (con mayúsculas), en nombre de quien interpela la ideología, encuentra su reconocimiento por parte de los sujetos desde las etapas más tempranas de la conformación de la psique humana, representado por la instancia psíquica del ideal del yo. Esto quiere decir que los sujetos están ya predispuestos, inclusive desde antes del nacimiento, al sometimiento de la ideología.
Me parece que utilizando el corpus conceptual del psicoanálisis freudiano y lacaniano se logra un enriquecimiento y esclarecimiento de la propuesta althusseriana de la ideología. De manera que propondré algunas de las posibles ligas entre estas teorías.
Por otro lado, el texto de Althusser ha sido altamente cuestionado. Desde la escuela eslovena Slavoj Žižek ha criticado fuertemente la idea althusseriana de que el sujeto es sujeto desde siempre con base a la interpelación que el Sujeto le hace. Es decir, la afirmación althusseriana se debe a que siempre hay una interpelación que le precede al sujeto, que éste reconoce que es dirigida a él y que por tanto lo constituye como tal.
Žižek sostiene que, efectivamente, la identidad de los individuos está constituida por el Otro, pero que ésta no requiere de la participación del sujeto. No requiere el reconocimiento del llamado, por parte de éste, le hace la ideología. La interpelación funciona sin ningún gesto de reconocimiento por parte del sujeto del que se trata.
En este trabajo expondré los puntos centrales de la teoría althusseriana de la ideología que tienen que ver con la problemática, que se ha descrito más arriba, con el fin de plantear las tesis sobre las que gira la discusión.
A continuación se hace una exposición de los puntos centrales de la teoría psicoanalítica (freudiana y lacaniana) sobre la conformación de la instancia psíquica que registra la exigencia social. En otras palabras, que se conforma por la presencia del otro. Ya que, como lo he señalado más arriba, creo que la teoría althusseriana utiliza el corpus psicoanalítico.
Después expongo el contrargumento a dicha propuesta, representado por el planteamiento de Slavoj Žižek.
Finalmente, ofrezco una reflexión conclusiva sobre dicha discusión.
Althusser propuso que la ideología, por un lado, “representa la relación imaginaria entre los individuos y sus condiciones reales de existencia”.1 Por otro, que ésta “tiene una existencia material”.2
La primera de estas dos tesis apunta a que la ideología forma una concepción del mundo imaginaria, la cual, al ser imaginaria, no corresponde a la realidad. La ideología se presenta, así, como una ilusión. En la ideología, en palabras de Althusser, “los hombres se representan a sí mismo bajo una forma imaginaria sus condiciones de existencia reales”.3 Mariflor Aguilar sugiere que con esta tesis, Althusser, quiere explicar el comportamiento de del sujeto que actúa como si fuera la fuente coherente de significados y, por otra parte, llama la atención hacia la subjetividad para que pueda pensarse teóricamente el valor de la ideología, y no el que la ilusión sea engendrada por las mentiras de las clases sociales dominantes.4
Althusser dice que la deformación que implica la ideología representa, no las relaciones de producción, sino la relación de los individuos con las relaciones de producción y las que se producen de éstas.5 La ideología estaría representando la relación imaginaria de los humanos con las relaciones reales en que viven. En esta forma planteado el problema la pregunta sobre la “causa” de la deformación imaginaria de las relaciones reales se transforma en una falso problema. La pregunta se debería reformula a: “¿por qué la representación que adquieren los individuos de su relación (individual) con las relaciones sociales que rigen sus condiciones de existencia y su vida colectiva e individual es necesariamente imaginaria?” o bien “¿Cuál es la naturaleza de esta representación imaginaria?”.6
Parece que la formulación de Althusser tiene el sentido de que la ideología representa la forma en que los humanos podemos conceptuar la forma en que nos relacionamos con el mundo y entre nosotros mismos. El problema es el planteamiento que Althusser hace entre real e imaginario. Mariflor Aguilar se inclina a pensar en que el sentido de esta distinción se puede plantear en los siguientes términos: en que lo imaginario corresponde a una concepción fragmentada de la realidad. Caso en que lo real no sería opuesto a lo imaginario, sino, esto último complementario de lo primero.7 O bien, pensarse esta dicotomía en el sentido psicoanalítico, donde se establece que el registro de lo real incorpora al registro de lo imaginario como elemento constitutivo.8
Por el momento dejemos esta cuestión. Plantemos la siguiente, que corresponde a la segunda tesis de Althusser sobre la ideología: ésta tiene una existencia material. Primero, esta tesis se apoya en el supuesto de que las “ideas” tiene una existencia material. Esta suposición sirve a Althusser para contextualizar el concepto de ideología, en el sentido en que afirma que “una ideología existe siempre en el seno de un aparato, y en su práctica o sus prácticas”.9 En este último sentido, afirma que la existencia de ésta es material. En otras palabras, es material porque se sustenta, aunque sea de forma imaginaria, en prácticas materiales.
En este punto lo que le interesa a Althusser plantear es la situación de los “individuos” que viven dentro de la ideología, es decir, en una determinada representación del mundo, la cual es deformada a través de su relación imaginaria con las condiciones de existencia. En otras palabras, las relaciones sociales de producción. El individuo que participa en una ideología tiene un conjunto de creencias manifestadas en ideas que el individuo alberga en su conciencia. El que el individuo tenga una conciencia, argumenta Althusser, implica que reconoce libremente ciertas ideas en las que cree.10 De esta manera, el individuo participa de prácticas reglamentadas a partir de las cuales determina su comportamiento práctico. Estas prácticas reglamentadas son las que conforman el aparato ideológico. Sin embargo, debe señalarse que el individuo escoge libremente, es decir, con plena conciencia, las ideas que configuran su actuar. Pero las ideas que puede escoger el individuo están enmarcadas en una ideología.
Para Althusser el que el individuo tenga conciencia y que crea en las ideas que la misma conciencia le infunde (y acepta libremente), implica que éste, el individuo, debe de actuar de acuerdo con estas ideas:
Así pues, en todo este esquema comprobamos que la representación ideológica de las ideologías se ve obligada a reconocer que todo sujeto dotado de una “conciencia”, que cree en las “ideas” que ésta le inspira y las acepta libremente, debe de actuar de acuerdo con sus ideas”; debe, por lo tanto, inscribir sus propias ideas de sujeto libre en los actos de su práctica material. Si no lo hace, “no actúa correctamente”.11
La premisa central de la idea anterior es el que los sujetos que están dotados de una conciencia deben de creer en las ideas enmarcadas por una ideología. Deben, éstos, actuar de acuerdo con estas ideas. Estos actos, según Althusser, se encuentran insertos en prácticas. Éstas, a su vez, se encuentran reglamentadas por rituales en los cuales se inscriben. En otras palabras, “dentro de la existencia material de un aparato ideológico”.12 De esta manera, el sujeto actúa impulsado por el marco ideológico.
En la argumentación althusseriana se introduce el concepto de sujeto, el cual precisa. Althusser introduce dos tesis complementarias, que más bien se deducen del planteamiento anterior: 1-Toda práctica existe por y bajo una ideología; 2-Toda ideología existe por y para unos sujetos.
Althusser precisa esta segunda tesis. Primero, la ideología sólo existe por los sujetos. Segundo, la ideología tiene como función “constituir” a los individuos concretos en sujetos. Hay que añadir algo más. El individuo desde siempre vive en la ideología, por ende, es desde siempre ya sujeto. Althusser señala, dentro de esta afirmación, que la función de la ideología es imponer “evidencias” como evidencias que no se pueden dejar de “reconocer”.13 Podemos decir que las “evidencias” a que hace referencia, en última instancia, es el lenguaje, en tanto que es un constructor social y que penetra todas las actividades humanas. Por este motivo la afirmación de que los individuos son desde siempre sujetos.
Es importante señalar la acción del reconocimiento ideológico. La ideología como constituyente de sujetos implica la idea de reconocimiento. Dice Althusser al respecto: “Somos ya desde siempre sujetos, y como tales practicamos sin interrupción los rituales del reconocimiento ideológicos, que nos garantiza que somos en todo momento sujetos concretos, individuales, inconfundibles y (naturalmente) insustituibles”.14
Así, el reconocimiento ideológico es inmediato para el sujeto que capta y reconoce el mundo a partir de la ideología. Entonces, ser sujeto significa reconocer las interpelaciones de la ideología dirigidas a sí mismo, y que por esta acción, éste se reconoce como sujeto.15
Ahora, lo que le interesa a Althusser en este punto es el cómo funciona el reconocimiento ideológico, es decir el acto de la interpelación. La ideología interpela a los individuos en tanto sujetos. Inclusive, los individuos son sujetos aún desde antes de su nacimiento. En este sentido el la ideología al interpelar sujeta y predestina al individuo, haciéndolo sujeto.
Con base en estas tesis, Althusser se propone analizar cómo se da la interpelación dentro de la ideología religiosa cristiana. Para comenzar este examen propone el siguiente postulado: la estructura formal de toda ideología es siempre la misma (16).16 Esta idea se articula con la tesis: “la ideología en general no tiene historia”.17 Este último enunciado se refiere a que, con fines analíticos, se puede decir que la ideología tiene una estructura y un funcionamiento ahistórico, es decir, su estructura y funcionamiento en cualquier momento de la historia es el mismo.
En cuanto a la ideología religiosa cristiana Althusser dice lo siguiente. La ideología religiosa se dirige a los individuos para trasformarlos en sujetos interpelando a éstos. La interpelación que hace la ideología religiosa cristiana se da de tal forma que Dios reconoce a los individuos por su nombre propio, dándoles una identidad personal, a lo cual el individuo responde “sí, ciertamente soy yo!”. Es decir, la interpelación les da, a los individuos, un lugar y una identidad determinados:
Si obtiene de ellos [Dios] la garantía de que ocupa efectivamente el lugar que se les designa como suyo propio en el mundo, un puesto fijo: “¡en verdad, yo soy aquí (...) obrero, patrón, soldado!”; si obtiene de ellos el reconocimiento de un destino (...) según respeten o desprecien los “mandamientos de Dios”, (...) si ocurre todo esto (en la practica de lo bien conocidos rituales de bautismo, la confirmación, la comunión, la confesión, la extremaunción, etc.), no podemos por menos que señalar que este “modo de hace”, donde vetan en escena sujetos religiosos cristianos, se halla dominado por un extraño fenómeno, a saber: la imposibilidad de que exista tal multitud de posibles sujetos religiosos a no ser bajo la condición absoluta de que hay Otro Sujeto Único, Absoluto: Dios.18
Entonces, la interpelación que supone esta ideología presume un sujeto, un Sujeto otro, único y central, en cuyo nombre la ideología, en este caso, religiosa, interpela a los individuos en tanto que sujetos. Se puede pensar que ésta es la estructura y funcionamiento de cualquier caso de ideología. En nombre de un Sujeto Único y Absoluto (con mayúsculas) la ideología interpela a los sujetos en tanto tales. Althusser señala que este Sujeto Absoluto ocupa un lugar central, ya que a partir de allí se interpela a la infinidad de sujetos que existen a su alrededor.19 De esta forma, la ideología, somete a los sujetos al Sujeto, y, asimismo, les ofrece la garantía de que todo ocurre entre ellos y Él.
Althusser ofrece un resumen en cuatro puntos que caracterizan a la ideología: 1) interpela a los individuos en tanto sujetos; 2) somete a éstos al Sujeto; 3) organiza un mutuo reconocimiento entre sujetos y Sujetos. También al reconocimiento entre sujetos; 4) ofrece una garantía absoluta de que los sujetos están en orden a condición de que reconozcan lo que son y actúen en consecuencia de esto.20
Sin embargo, de acuerdo a la argumentación antecedente, se puede observar una ambigüedad en cuanto al término sujeto: se supone una subjetividad libre, es decir, un sujeto que tiene iniciativas, autor y responsable de sus actos. Al mismo tiempo se supone un sujeto sometido a una autoridad superior, y, por lo tanto, desprovisto de una libertad, más que la de aceptar libremente su propia sumisión. Esta ambigüedad se aclara con la siguiente idea: “el individuo es interpelado en tanto que sujeto (libre) para que se someta libremente a las órdenes del Sujeto, para que acepte, por tanto, su sometimiento (sujeción) libremente y para que “realice por sí mismo” los gestos y actos propios de sus sometimiento. Los sujetos únicamente existen por y para su sometimiento (sujeción). Por eso precisamente “funcionan por sí solos”.21
Centremos nuestra atención en el Sujeto. Este Sujeto es en nombre de quien interpela la ideología al sujeto. Pero, ¿qué o quién es ese Sujeto? Este Sujeto podría referirse a una instancia que trasciende al sujeto, y que, sin embargo, determina su conformación como tal. Esta determinación penetra en lo más íntimo del sujeto: en la estructura de su constitución psíquica. Pero ¿qué significa esto?
Althusser señaló la relevancia de los trabajos de Freud y de Lacan para dar una comprensión con mayor cabalidad la inserción de los individuos dentro del orden cultural y social.22 Estos aportes, a su vez dan luces para comprender mejor la teoría althusseriana como se verá a continuación.
Freud en su trabajo de 1923, El yo y el ello, establecía la caracterización del yo y del ello, definiendo al primero como la parte racional de la psique, y al segundo como la parte pasional. Expresaba la relación entre ambas instancias de la psique humana en los siguientes términos: “La importancia funcional del yo se expresa en el hecho de que normalmente le es asignado el gobierno sobre los accesos la motilidad. Así, con relación al ello, se parece al jinete que debe enfrentar la fuerza superior del caballo, con la diferencia de que el jinete lo intenta con sus propias fuerzas, mientras que el yo lo hace con fuerzas prestadas”.23
El yo depende de la conciencia. Éste gobierna los accesos a la motilidad, es decir, a la descarga de las excitaciones en el mundo exterior, y es la instancia anímica que ejerce control sobre los procesos de percepción. El yo juega un papel determinante en los procesos de represión. El yo controla y discrimina las “aspiraciones anímicas” que deben excluirse de la conciencia.24 Sus “estratos” de dominio son el preconciente y el conciente. Éste confluye con el ello a través de los procesos de represión. Éste último es el representante de las pulsiones que son esencialmente inconscientes.
Sin embargo, el yo sufre el influjo de otra instancia anímica que se conforma a lo largo de la maduración psíquica del individuo, específicamente en la fase sexual gobernada por el complejo de Edipo: el ideal del yo.
Siguiendo a Freud, en la fase primitiva oral del individuo es imposible, para éste, distinguir entre investidura de objeto e identificación. Las investiduras de objeto parten del ello, el cual siente las aspiraciones eróticas como necesidades. Entonces, el yo, endeble en ese momento recibe noticia de la investidura de objeto. Le da su consentimiento, pero a través de una censura mediante el proceso de represión. El objeto sexual es dotado de una nueva investidura. Freud señalaba que este proceso es frecuente en las fases tempranas en el desarrollo de la pique humana. Entonces, el carácter del yo sería una “sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, contiene la historia de estas elecciones”.25
El yo, al cobrar los rasgos del objeto, se impone al ello como objeto de amor buscándole reparar su pérdida cumpliéndose así, la trasposición de libido de objeto en libido narcisista.
En el caso concreto del niño varón, Freud expone el siguiente proceso: 1) el niño desarrolla una investidura de objeto hacia la madre; 2) el niño se apodera del padre a través de identificación; 2) Ambos vínculos van de la mano, hasta que, por el refuerzo de los deseos sexuales hacia la madre, y por la percepción de que el padre es un obstáculo para estos deseos nace el complejo de Edipo; 4) la identificación-padre adquiere un carácter hostil, nace el deseo de aniquilar al padre para sustituirlo; 5) A partir de este momento su relación con el padre es ambivalente; 6) Posteriormente, con la superación del complejo de Edipo la investidura de objeto de la madre debe de ser reasignada. Lo cual puede tener dos posibles diferentes tipos de reemplazos: una identificación con la madre o un refuerzo de la identificación-padre. Freud estableció el resultado de la fase sexual gobernada por el complejo de Edipo de la siguiente manera: “Así como resultado más universal de la fase sexual gobernada por el complejo de Edipo, se puede suponer unas sedimentación en el yo, que consiste en el establecimiento de estas dos identificaciones, unificadas de alguna manera entre sí. Esta alteración del yo recibe su posición especial: se enfrenta al otro contenido del yo como ideal del yo o superyó”.26
De esta forma se constituye el superyó o el yo-ideal. En tanto su carácter de ideal se impone tanto con la exigencia “Así debes ser”, como “Así no te es licito ser”. Posteriormente, el superyó mantendrá el carácter del padre, y entre más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido se produjo su represión (por influencia de la autoridad, de la doctrina religiosa, de la enseñanza, la lectura), ejercerá su imperio, se convertirá en la conciencia moral
Freud señala que la sustitución de la añoranza del padre fue llevada a cabo por maestros y autoridades ya que sus mandatos y prohibiciones hacen vigente al ideal del yo, expresándose como la conciencia moral, es decir, como la censura moral.27
Aquí podemos trazar el punto de encuentro con la propuesta althusseriana de la interpelación ideológica. La teoría de la interpelación de Althusser señalaba la existencia de un Sujeto a nombre de quien se interpelaba al sujeto. Este Sujeto tiene una resonancia enorme en la conformación de los individuos en sujetos ya que, como lo muestra Freud, penetra en lo más íntimo de la constitución psíquica. Me refiero a la conformación del ideal del yo. Este Sujeto debe ser caracterizado como la esencia de la autoridad (abstracta) que se impone al individuo en su identificación como Sujeto. Si deslizamos un poco la lectura de la propuesta althusseriana, este Sujeto, no se concibe solamente como la autoridad suprema estatal que interpela a los individuos, sino que puede ser anterior a ésta, y está presente desde las esferas más primarias de la actividad humana que conforman una sociedad. En este sentido el ideal del yo, en término freudianos, se conforma por la autoridad que impone al individuo la cultura. Sin embargo, se entreve un problema. La constitución del yo está marcada por la serie de desplazamientos que se originan en el proceso de sustitución en la superación del complejo de Edipo, sin embargo, podría preguntarse cuáles son los contenidos de esos desplazamientos y sustituciones. En el sentido althusseriano podríamos plantear la idea de que el Sujeto, a través de la ideología, no interpela a todos los sujetos de la misma manera. El problema que creo que está de fondo es la dicotomía sociedad-individuo. A este problema se le puede dar un acercamiento más preciso a través de la reformulación psicoanalítica lacaniana.
Para Lacan la constitución del yo siempre acaece de una forma relacional. El niño, a la edad de 6 a 8 meses, se configura una imagen de sí mismo. Esta imagen está determinada por su relación con su madre que es la que funciona como punto referencial de identificación. En ese momento el niño adquiere una posición con respecto a otro objeto que es su propia imagen, lo cual le confiere unidad. Entonces, la unidad del “sujeto” se adquiere mediante la unidad de la imagen especular hacia la cual el niño proyecta su propia unidad.28 La imagen especular que construye el niño es el modelo para que éste pueda relacionarse con otros objetos. Esto le abre la entrada al mundo de lenguaje. Si la constitución identitaria del yo se construye a partir de imágenes especulares, es decir, mediada por el aspecto relacional, éste está constituido siempre por una ilusión.29 Por lo que sólo le queda al niño volverse hacia el nivel simbólico que le confiere el lenguaje, un medio para poder adquirir una identidad estable: “Sometiéndose a las leyes del lenguaje el niño se convierte en sujeto en el lenguaje, habita el lenguaje, y espera obtener una representación adecuada a través del mundo de las palabras: ‘lo simbólico proporciona una forma en la cual el sujeto es insertado al nivel de sus existencia. Es sobre esta base que el sujeto se reconoce como siendo esto o aquello”.30
Así, el intercambio simbólico, el lenguaje, es lo que vincula entre sí a los seres humanos, en tanto que permite construir alguna identidad al sujeto.31 Este orden simbólico, paradójicamente, preexiste al sujeto.
El sujeto en su búsqueda de una identidad, la cual sólo puede llevarse a cabo en el orden de lo simbólico, a través de las leyes del lenguaje, se conforma como un “sujeto en falta”. Esta falta es la imposibilidad de una completud identitaria que persigue el sujeto ya que ésta se encuentra por el Otro, en cuanto no es el mismo.
Como ya lo había mencionado, socialmente, según Lacan, nos definimos por el intermedio de la Ley. Ésta es el vínculo simbólico. Los sujetos sitúan sus diferentes “yos” a través del intercambio mutuo de símbolos.32 Esta relación simbólica define la posición del sujeto como vidente. Entonces, la palabra, la función simbólica, define el grado de aproximación de lo imaginario, es decir, la forma en que se constituye el yo por la intermediación del otro. En este sentido, el ideal del yo dirige el juego de relaciones de las que depende toda relación con el otro.33 El ideal del yo es otro en tanto hablante, en tanto tiene una relación simbólica el yo. El ideal del yo, en tanto hablante, puede llegar a situarse el mundo de los objetos a nivel del yo ideal, donde se puede producir la captación narcisista de la que hablaba Freud.34 Dentro de esta dinámica el sujeto se transforma en un efecto del significante. De esta forma, el “descentramiento radical de la subjetividad en Lacan, respecto al significante, se desprende de un particular entendimiento de este nivel simbólico, el registro del significante, el gran Otro.35
Ahora, indaguemos el peso específico que tiene el lenguaje en la conformación psíquica del sujeto. Éste, se ha visto, es un esclavo del lenguaje. Con más precisión, el sujeto es avasallado por un discurso en “en el movimiento universal” en el cual, éste, está inscrito desde antes de su nacimiento, representado ya desde la imposición de un nombre propio.36 El sujeto nace inserto en la tradición que instaura ese discurso, es decir, se encuentra inserto en las estructuras “elementales de la cultura”.
Lacan reformula la enunciación saussuriana en que se designaba al signo lingüístico como una entidad psíquica de dos caras en que al significante le correspondía un solo signo (S/s = significante sobre significado).37 Para Lacan el significante no funciona como una representación del significado. El sentido es producido por los significantes. El sentido es dado desde el significante hacia el significado. De esta manera el significante anticipa siempre el sentido que despliega éste mismo. Entonces, lo que crea el sentido en cada caso es el diferente significante. El significante manifiesta la presencia de una diferencia haciendo imposible la conexión ente los signos y las cosas.38 Es en la cadena del significante, mirada desde la perspectiva lacaniana, donde ninguno de los elementos de ésta consiste en la significación que es capaz. El significante sólo puede operar estando presente en el sujeto, porque el sentido sólo lo da este sujeto. Dice Lacan:
Lo que descubre esta estructura de la cadena significante es la posibilidad que tengo, justamente en la medida en que su lengua me es común con otros sujetos, es decir en que esa lengua existe, de utilizarla para significar muy otra cos que lo que ella dice. Función más digna de subrayarse en la palabra que la disfrazar el pensamiento (casi siempre indefinible) del sujeto; a saber, la de identificar el lugar de ese sujeto en la búsqueda de lo verdadero.39
En la cadena del significante el sentido insiste a través de un desplazamiento de un objeto significado. El significado pertenece al registro de lo real. Pero eso real se resiste a la simbolización. En otras palabras, es lo imposible para el sujeto. Implica ausencia. Ésta tiene que ser compensada para que la significación adquiera coherencia. Así, esta ausencia del significado es el motivo de la necesidad de una trasferencia del significado.
La simbolización tiene por consecuencia el que la identidad del sujeto tenga que ser adquirida a través de una mediación. Esta es la falta que hace imposible la adquisición de una identidad estable.
Una vez expuesta la formulación teórica psicoanalítica freudiana y lacaniana de la constitución y conformación de la psique humana, hago un breve señalamiento de la importancia de éstas para la teoría althusseriana de la ideología. La teoría psicoanalítica freudiana y lacaniana tienen en cuenta que en la constitución psíquica humana el ámbito social ejerce una fuerte influencia en ésta, a partir de la conformación del ideal del yo o del superyó. Habíamos abierto una pregunta: ¿quién o qué es el Sujeto que interpela en la ideología? Hasta este punto podemos decir que éste simboliza la autoridad que se internaliza desde épocas tempranas de la vida de los individuos. En un primer momento significa la autoridad del padre, y posteriormente la autoridad que la sociedad representa a través de la cultura y sus diferentes prácticas.
Ahora, preguntémonos ¿en qué sirve estas formulaciones a la teoría althusseriana de la ideología? De acuerdo con Mariflor Aguilar es a través de lo imaginario que se llevan a cabo las identificaciones con las que los individuos se relacionan con sus condiciones materiales de existencia. Entonces, la posición del sujeto, precisamente, el lugar que ocupa dentro de la relaciones sociales con las que procura las condiciones materiales de su subsistencia, le es asignado por la ideología debido a la necesidad que tiene el sujeto para proyectar su yo en la imagen especular, en el ideal del yo, identificándose con éstas y adquiriendo su unidad como sujeto ideológico.40 Entonces, lo ideológico incide directamente en los individuos para ser constituidos como sujetos. Esto se debe a que ésta, la ideología, induce al individuo a identificarse con la imagen del ideal del yo, el cual, como se ha presentado anteriormente, es socialmente construido.41 El ideal del yo dicta ciertos requisitos que deben ser seguidos por el sujeto para acercarse a la imagen ideal y construir algún tipo de identidad.
Ahora bien, la pregunta que cabría formularse desde la teoría althusseriana de la ideología es ¿qué contenidos de la ideología son los que interpelan a los diferentes sujetos?, o ¿cómo son interiorizados los contenidos de la ideología para que el individuo pueda ser interpelado por ésta, y así constituirse como sujetos?
Slajov Žižek planteó la siguiente pregunta con respecto a la incompletud de la propuesta de Althusser, al no poder precisar el vínculo entre Aparato Ideológico de Estado e interpelación ideológica: “¿cómo se “internaliza” el Aparato Ideológico de Estado...; cómo produce el efecto de creencia ideológica en una Causa y el efecto interconexo de subjetivacion, de reconocimiento de la propia posición ideológica?”.42
Dice Žižek que la forma en que el AIE logra la interpelación hacia los individuos es dirigiendo su fuerza hacia la economía inconsciente del sujeto, “como un mandato traumático, sin sentido”.43 Entonces, esta internalización nunca se logra plenamente, sólo a través de una “mancha de irracionalidad traumática”. Para Žižek, “este resto [irracional], lejos de obstaculizar la plena sumisión del sujeto al mandato ideológico, es la condición de ello”.44 Es a través de esta porción de irracionalidad que la Ley adquiere sentido, dándole autoridad incondicional. Se puede ver la proximidad de la propuesta de Žižek a la del psicoanálisis lacaniano (freudiano), al suponer que la internalización del principio de autoridad tiene una dimensión inconsciente.
En la teoría althusseriana de la interpelación ideológica se establecía que los sujetos que están dotados de una conciencia deben de creer en las ideas enmarcadas por una ideología, deben, éstos, actuar de acuerdo con estas ideas y estos actos están insertos en prácticas reglamentadas por rituales. Para Žižek la creencia, señalada por Althusser, tendría que ser ese residuo inconsciente que le confiere autoridad a la Ley (llámese cultural). La obediencia al ritual es efecto de la creencia interna, en dónde éste ritual, que es externo al sujeto, genera performativamente su propio fundamento ideológico.45
Entonces, el ritual que pertenece al Aparato Ideológico (de Estado) se interrelaciona con le hecho de la interpelación al reconocer el llamado del Otro que hace un mandato.
Para Žižek la respuesta a la interpelación del Otro implica que el individuo se reconoce y se constituye a sí mismo como el sujeto del Otro-Sujeto. Ésta acción supondría un “sentimiento de culpa” puramente formal y no patológica.46 Esta culpa, experimentada por el sujeto, implica un sentimiento, por parte de éste, de que ante los ojos del Poder se es a priori culpable de algo, aunque éste no se sepa exactamente de qué es culpable. Aún más, por no saber esto se es aún más culpable. El sujeto no tiene claro qué es lo que el Otro quiere de él. Entonces, la interpelación es previa a la identificación. De acuerdo con Žižek la identificación por medio de la cual el individuo asume un mandato simbólico, y se reconoce como sujeto del Poder, sólo se produce en la situación en la que la inocencia coincide con la culpa indeterminada.47
De acuerdo con lo antecedente, para Žižek
Lo que permanece “impensado” en la teoría althusseriana de la interpelación, es pues, el hecho de que, previo al reconocimiento ideológico, tenemos un momento intermedio de interpelación obscena, impenetrable, sin identificación, una suerte de “mediador evanescente” que tiene que volverse invisible si el sujeto ha de alcanzar la identidad simbólica, si ha de completar el gesto de la subjetivación. En resumen, lo “impensado” de Althusser es que ya hay un sujeto siniestro que precede el gesto de la subjetivación.48
Žižek dice que no hay un sujeto anterior a la institución (entiéndase lenguaje). Afirma este autor que la subjetividad se produce como un vacío en la sumisión a la institución. De esta manera, la institución no sólo reduce al sujeto en la identificación, sino que también le confiere la posibilidad de imaginarse como un agente autónomo.49 Dentro de este razonamiento, la percepción de que el sujeto es sujeto desde antes de la interpelación, es prueba de la interpelación fue exitosa. Desde aquí Žižek polemiza la afirmación lacaniana de un sujeto anterior a la subjetivación.50 Esta afirmación supondría la ilusión ideológica que la teoría althusseriana denuncia por los siguientes motivos: cuando la identificación ideológica tiene éxito el individuo se percibe a sí mismo como una persona plena, autónoma, y no un instrumento del Otro que representa la ideología. Es, precisamente, en esta ilusión donde se verifica que la ideología cumple.
La tesis que está de fondo en esta problematización de Žižek, señalada por Ernesto Laclau, es que el sujeto no puede reducirse a las posiciones del sujeto, puesto que antes de la subjetivación el sujeto es el sujeto de una falta.51
La conclusión a la que llega Žižek es que la identidad de los individuos está constituida por el Otro, que no requiere de la participación del sujeto. La interpelación funciona sin ningún gesto de reconocimiento por parte del sujeto del que se trata. Dice el propio Žižek: “Somos “interpelados” por las instituciones, incluso sin que lo sepamos, pero es preciso insistir en que esta “interpelación objetiva” solo afecta realmente mi subjetividad por el hecho de que yo mismo tengo plena conciencia de que, al margen de lo que conozco, circulan bases de datos que determinan mi identidad simbólica a los ojos del Otro social”.52
El concepto de interpelación que utiliza la teoría de Althusser supone que ésta es la que convierte a los individuos en sujetos al reconocerla y que, por otro lado, el individuo, desde siempre, se encuentra inmerso en una ideología, la cual le interpela ya desde siempre. En consecuencia el individuo es siempre ya sujeto desde siempre. Althusser hace estos señalamientos enfocados hacia los que él llama Aparatos Ideológicos de Estado. Para él, toda ideología está inscrita en el marco de una AIE. Sin embargo, supongo que este concepto de ideología va más allá del contexto estatal, es decir, designa un orden más amplio de redes que penetran todos los ámbitos de las relaciones sociales, y que constituyen la cultura. En este sentido creo que no se puede hablar de una especie de ideología totalitaria (de Estado), más bien creo que el concepto de ideología de Althusser puede comprenderse como la configuración del entramado de diferentes sistemas ideológicos, los cuales, en la mayoría de los casos se encuentran en oposición, en la mayoría de los casos velada. Desde la perspectiva de los estudios históricos Georges Duby ha llamado la atención hacia el estudio de los fenómenos mentales, dándole la misma importancia que al estudio de las estructuras materiales.53 Por un lado, llamaba la atención hacia los distintos sistemas de representación que se encuentran conviviendo en una “sociedad”, y que reflejan los distintos niveles de cultura. Es decir, los diferentes sistemas ideológicos. Sin embargo, estos sistemas, que representan ideologías determinadas, guardan características comunes, ya que se “construyen dentro de un mismo conjunto cultural y se expresan en los mismos lenguajes”, empero, se pueden presentar como “imágenes invertidas de las otras que tiene enfrente”.54 Estas nociones, creo, podrían añadirse a la formulación teórica althusseriana enriqueciéndola. En este sentido el corpus psicoanalítico encontraría una mayor configuración dentro de esta propuesta en el siguiente sentido: el Sujeto, que interpela al sujeto, lo hace dentro del AIE. Sin embargo, suponemos que este Sujeto no sólo es el mandamiento de un orden Estatal, sino que representa el mandamiento del orden cultural a todos los niveles. Entendemos aquí cultura como: “un sistema en interacción de signos interpretables (que, ignorando las acepciones provinciales, yo llamaría símbolos), la cultura no es una entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera causal acontecimientos sociales, modos de conducta, instituciones o procesos sociales; la cultura es un contexto dentro del cual pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir, densa”.55
Entonces, como lo señalaba Lacan, el sujeto sólo puede constituirse como tal a partir del mandamiento del Otro, que incluso, puede coincidir con el lenguaje.
Ahora, ofrezco una reflexión sobre la crítica que hace Žižek al planteamiento althusseriano. El individuo, desde siempre, está inmerso en un mundo de relaciones culturales que le preceden. Estas relaciones culturales determinan en una gran medida la constitución de sujeto en cuento tal. El elemento cultural más patente, y por excelencia, es el lenguaje. El desarrollo del individuo esta enmarcado por la cultura, y como lo muestra el psicoanálisis en la conformación de la instancia del ideal del yo, lo determina. En este sentido confieren una identidad al individuo que lo convierte en sujeto. Esta identidad no viene dada por el reconocimiento, por parte del sujeto, de la interpelación del orden cultural, sino que ya es preexistente. La interpelación que hace el Otro no necesita de la identificación de ésta por parte del sujeto. La identidad se configura antecediendo el reconocimiento del otro. Ésta se dirige al rastro irracional que significa al sujeto, pero este reconocimiento es hecho a posteriori. En este sentido adquiere sentido la proposición de que la subjetividad es posterior al sujeto como sujeto en falta.