Porque somos como troncos de árboles en la nieve. Aparentemente sólo están apoyados en la superficie, y con un pequeño empellón se los desplazaría. No, es imposible, porque están firmemente unidos a la tierra. Pero atención, también esto es pura apariencia1
F. Kafka
La obra kafkiana en su conjunto nos brinda un excepcional ejemplo de los procesos de gestación de la modernidad como aquél paradigma idiosincrásico caracterizado por la ausencia de fundamentación de la razón. La identidad de ese sujeto que se dibuja en el panorama del siglo veinte es descrita por Kafka especialmente en sus relatos sobre animales, cuya temática gira en torno a la idea de una identidad rota, transformada y deshumanizada que repercute directamente en el cuerpo
En la mayoría de sus cuentos, los protagonistas son seres metamorfoseados que han sufrido cruzamientos con animales o que ellos mismos se han transformado en animales. La lectura fundamental se basa en la idea explícita en el título de una de sus obras más famosas, lectura que inmediatamente nos remite al concepto de identidad humana. En este trabajo pongo de manifiesto cómo Kafka expresa el sentimiento del individuo moderno gestante2. Las diferencias con la intención ilustrada de los fabulistas o del mismo Cervantes en el coloquio de los perros son obvias. Los animales de las fábulas, cuyas características típicas servían para construir un arquetipo moral ejemplificante, claramente situados en el reino animal a cuya esfera el hombre no pertenecía, dan un paso de gigante en la obra kafkiana hasta situarse en el mismo nivel, difícilmente discernible, que el ser humano.
Este ser animal denuncia el sentimiento de desubicación del sujeto moderno, tal y como expresa en Compañeros de viaje: “Estoy en la plataforma del tranvía, completamente en ayunas en lo que respecta a mi posición en este mundo, en esta ciudad, en mi familia. Ni siquiera puedo justificar por qué estoy en esta plataforma... Nadie me exige justificación, pero eso no importa”
El sujeto de la modernidad sentía que su existencia estaba sin fundamentar. El sujeto ya no está en el centro del mundo, sino que ha caído en el abismo del tiempo después de la muerte de Dios, después del descubrimiento de las falsas legitimaciones teoréticas con el que Nietzsche destruirá la metafísica occidental, aparece un sujeto desnudo de referencias fundamentadoras, que experimenta drásticamente una disociación proporcionándole un aumento de punto de vista. Se hace necesaria la palabra Weltanschauung porque lo que se pretendía real ha perdido su trasparencia y univocidad y el sujeto antropocéntrico pasa a ser antropomorfo. Este paso que conduce a la conciencia de la modernidad es explicado por Kafka a través de sus relatos. La disolución del sujeto se produce cuando el hombre ya no es centro de sí mismo, compacta visión de integradora unidad sobre el mundo. Kafka realiza en la praxis literaria, camino por donde la filosofía irrumpe como modo de expresión, la disociación del sujeto. El perro, simio o insecto, siguen ofreciendo un relato de lo que está pasando. Es posible que el sujeto disociado hable y nos comunique la visión del mundo por la que ha penetrado abriéndose paso en la brecha abierta. Así, una voz nueva, la del individuo, emerge en un espacio vaciado de fundamentos. La pérdida de identidad sufrida como consecuencia de tal proceso de disociación hace que el sujeto se experimente como ser en el tiempo: el ser humano no es propiamente humano, su identidad anatómica, que le hacía reconocerse como tal, ha desaparecido en anatomías distintas, no imputables a la exclusividad “ser humano”. De él sólo queda su ser que está suspendido en un tiempo, porque el lugar se transforma en tiempo mismo3. Kafka expresa esa localidad no localizable, espacio en el que se desarrolla el pensamiento moderno. Como Heidegger hará en filosofía, Kafka propone pensar el ser por sí mismo, pensarlo en el tiempo, y como él, lleva a cabo la tarea de pensar lo impensado: nuevas situaciones existenciales en las que está inmerso el sujeto y cuya explicación requiere un pensamiento que se piense a sí mismo. La filosofía de Heidegger tiene una sola pregunta: el sentido del ser en el tiempo, que también Kafka formula en sus metáforas-obra. En ellas denuncia la situación del humano en el mundo y pregunta por el papel de ese nuevo sujeto en escena que es el individuo moderno. ¿Cómo acometer la certeza de que un poder anónimo (proceso) pende sobre nosotros? Tal instancia puede identificarse con la técnica, la industrialización y burocratización de la sociedad emergente del XX, pero Kafka no hace de ninguno de estos elementos el responsable directo del mal que aqueja al individuo moderno. La pregunta está abierta y la metáfora con la que se viste nos sugiere. Se coloca en una posición travestida desde la que cualquier lectura es en principio posible, pues la ambigüedad del sujeto disociado provoca la pérdida de identidad compacta y del lenguaje transparente que le caracterizaba. ¿Qué camino y con qué procedimientos llegaremos a alcanzar el castillo? Los contornos de la realidad se borran y aparece esta como insoslayablemente inquietante, por eso los K vacilan y están a la expectativa. Han desarrollado una capacidad de espera infinita. Es la paradoja existencial ante la que el moderno se sitúa: el ser está en el mundo sin poder justificar por qué está en esa plataforma y de qué forma está. Los otros están ahí también pero monádicamente: el individuo queda recluido en un espacio propio personal con el que se mueve y desde donde ve a los demás hacer lo mismo. La metamorfosis constituye también una metáfora de la incomunicación, pues el individuo no puede superar una anatomía nueva. El insecto piensa pero su familia no sabe qué ni tan siquiera si sigue haciéndolo en su nuevo estado. Sólo a través de las acciones puede señalar lo que quiere, por ejemplo la obtención de la comida putrefacta que le proporciona la hermana, pero esto no es suficiente porque surgen malentendidos, Samsa trepa para distraerse y la hermana lo interpreta como la necesidad de sacar los muebles del cuarto. El lenguaje ha sido borrado del sujeto que ya sólo es pensante y la incomunicación radical ha de ser sustituida por todo el ingenio del cerebro que contra la incomprensión de los demás nada puede. El fundamento de todo es ahora el ego pensante, el lenguaje se ha vuelto sospechoso.
La pregunta es si es posible someterlo a una reescritura en el texto postmoderno. Una reescritura de Kafka buscando la identidad entre modernidad y postmodernidad. El texto kafkiano como fragmento, porque su obra es fragmentaria en cuanto que es una producción no sujeta a demanda a editorial. Pero sobre todo fragmentaria por la ausencia de principio conceptual u origen. Un fragmento tachado de la novela “El proceso”, la duda del texto que también podría ser, que está en el fragmento no tachado y lo leemos al final del libro como “no publicado”, constituye la intertextualidad de la obra kafkiana y su destino.
Jameson entiende que el texto postmoderno es en el que
No hay comienzos conceptuales y que la doctrina de los fundamentos es de algún modo insostenible como testimonio de las insuficiencias de la mente humana 4
El texto kafkiano abre a una nueva dimensión metafísica que abandona todo intento de desplazarse hacia abajo en busca de fundamentos. Nos demuestra que la realidad objetiva no es la suma de dos realidades distintas, sino que la perspectiva de visión decide lo que mirar; sabemos que los árboles están fuertemente unidos a la tierra, pero nuestro conocimiento no deja de ser una hipótesis, porque la mirada sólo puede recorrer las superficies, no excava. Así, el saber es pura ilusión, mirada o punto de vista y las vidas humanas fragilidad virtual, que la diferencia apariencia/esencia se resuelve en el puro juego visual de lo aparente: la profundidad es superficie y ésta profundidad. Por eso Kafka no es un moderno aferrado al modelo dialéctico de apariencia / esencia. Sin embargo, es plenamente moderno en muchos aspectos, que pueden leerse en el status que confiere al sujeto-mónada en la vasta realidad o la visión pascaliana del individuo como el grano de arena perdido en el universo pero sin referencia divina, y la sensación de soledad que ello provoca, así como la angustia de no poder rebasar la realidad y la consiguiente pérdida de identidad que supone el cambio de punto de vista. La lectura de la obra kafkiana en estas coordenadas, aleja al autor de la temática postmoderna cuyo texto se define por la ausencia de profundidad.
En Kafka hallamos ciertos rasgos de la modernidad ausentes en su obra y encontramos otros que lo hacen plenamente postmoderno. La falta de alusión al decorado como seña de identidad moderna en los espacios, prefigura una nueva estética que retomarán escritores como Becket. Tampoco puede ser inscrito en el modelo de profundidad basado en la falsa distinción apariencia/realidad, pero sí en el basado en la diferencia interior/exterior, la proyección al exterior del flujo de conciencia como un estallido mental invadiendo el espacio físico, típico de los escritores que fundan la modernidad literaria. Pero, en cualquier caso, los límites modernidad-postmodernidad se ensamblan en su obra y como afirma Jameson
Una organización postmoderna donde la originalidad se ha vuelto sospechosa, pero en la que muchos rasgos postmodernos básicos: autoconciencia, antihumanismo, descentramiento, reflexividad, textualización, son sospechosamente indistinguibles de los rasgos modernistas. 5
El título de este ensayo hace referencia al estudio de los conceptos de identidad, cuerpo y saber en la obra de Kafka. Obra que configura coordenadas claramente metafísicas, una nueva forma de filosofar narrando. Defender esta tesis es considerar la obra de Kafka como una metafísica en sí misma.
La aparición de la dimensión metafísica en la novela, dimensión que Dostoiewsky inicia, marca el tránsito de una posición naturalista a otra en que el escritor produce activamente una Weltanschauung, una intuición de la existencia del sujeto en el mundo. Después de Dostoiewski, será Kafka quien aluda a la condición humana o totalidad concreta, como la llamarían los existencialistas. Se consigue atraparla en la obra de arte allí donde no parece ser alcanzable por el pensamiento concreto, y así es como la metafísica es retratada cuando los sistemas de la razón fallan. Con tal pretensión totalizante se refleja el “estar” del espíritu contemporáneo, para quien la partimentalización de los saberes y la imposibilidad de alcanzar lo metafísico mediante el solo uso de la razón, son expresadas a través del campo narrativo que demuestra que tal cosa es posible.
El salto desde la lectura fotográfica-realista hasta la lectura metafísica, es un gran giro que nos sugiere cómo la Weltansghauung del sujeto del XX se pone en funcionamiento con una labor de depuración de mensajes colaterales y un deseo de captación del mensaje único, del significado por sí mismo. El lenguaje kafkiano deja de ser estrictamente literario y es más asimilable a uno científico o técnico de reminiscencias legales, frondoso, seco, en el que los adjetivos sonoros y las referencias a un mundo conocido susceptible de provocar placer, han sido borradas. Una estética nueva irrumpe en lo narrativo, que muchos han calificado como deshumanizada. Cuando la identidad propiamente humana se viste de identidad animal y borra toda posible conexión a un pasado familiar o histórico cuya función sea la de localizar a los personajes.
El sentido de lo estético contemplativo y poblado de formas dirigidas a agradar el espíritu, es invertido por otro que apunta a encontrar el placer estético en la otra cara de esa realidad externa. Nos señala que el placer lector se obtiene de una forma que valora el mundo no amable y objetivamente burgués, sino colocado desde la perspectiva interior del hombre moderno capaz de superar la visión unívoca de superficie. El placer y el dolor conforman esta nueva estética que traduce lo problemático en arte y designa una nueva función para el lector. La novela deja de ser una forma de expresión y aspira a la expresión total: la aprehensión del significado del hombre puesto en el mundo. Lo literario se expande y la metáfora y el símbolo se salen de los estrechos márgenes del interior de la obra y se coloca en el nivel de la obra misma. El proceso, El castillo, América y La metamorfosis, las cuatro únicas novelas de Kafka, pasan a ser metáforas en sí mismas del hombre moderno. La macrometáfora así resultante explica una nueva concepción de a obra, pues ha ascendido a un plano superior, el de la obra como recurso estilístico.
Si pudiéramos hablar de una generación de escritores europeos en torno a 1925, en ella incluiríamos a Kafka, Musil, Joyce y Herman Hesse. Todos ellos tienen el mérito de romper con la concepción del mundo del siglo XIX e iniciar una narrativa cuya técnica y contenido son radicalmente distintas al realismo, que escribe desde una Weltanschauung que concibe el mundo como estable y objetivo. Estos autores que publican entre 1900 y 1930 plantean una nueva visión del mundo que ostenta una perspectiva subjetiva e inquisitoria: ¿qué es el hombre?, ¿cual es su destino?, un trasfondo netamente metafísico el de la novela contemporánea.
Las temáticas de El hombre sin atributos, Ulises o El Lobo estepario, presentan personajes anónimos, sin pasado ni lazos familiares, colocados directamente en un mundo de pocas referencias donde se han suprimido los contextos racional-social, psicológico y político; lo que Alberes llama “mutilación de la realidad” y lo que los existencialistas denominarían “situación fenomenológica” y que ha sido llamado “novela del ahí” (Faye). Son novelas simbólicas pues lo que se lee en ellas nos remite a la búsqueda que se quiere profunda y cuya interpretación resulta plurívoca y abierta. Como una interrogación sobre el sujeto-mundo. Estos autores apelan a la situación del sujeto en el mundo, tema que será retomado ya como plenamente filosófico-literario por el existencialismo francés fenomenológico6. La novela existencial practica una estética pesimista, solitaria y subjetiva. Solitaria y subjetiva de la condición humana, derivada de la concepción heideggeriana del hombre como un ser sin propiedades individuales y sin verdad particular, en la que está consolidada una imagen de individuo mónada de la sociedad del siglo XX, atravesada de falta de identidad y reconocimiento de un origen o centro.
Estoy separado de las cosas por un espacio vacío, a cuyos confines ni siquiera intento acercarme. 7
F. Kafka
El proceso por el cual la identidad es un constructo que se tambalea en la obra kafkiana, reflejo del estar del hombre en el mundo de la modernidad, corre paralelo o se inscribe en las características idiosincrásicas espaciotemporales en las que se configura la modernidad, espacio que se quiere vaciado de las coordenadas ilustradas de un espacio y un tiempo ilustrados. El espacio y el tiempo en la obra de Kafka marcan la situación existencial del individuo moderno: su soledad, el sentimiento de vacío, su incomunicabilidad, la incertidumbre, el protagonismo del ser humano y al mismo tiempo el pequeño lugar que ocupa en el cosmos...
Para mostrar cómo es el espacio y el tiempo de la obra kafkiana, vamos a detenernos en una obra pictórica que ilustre los escenarios de la narrativa kafkiana. La pintura metafísica de De Chirico: lugares vacíos donde formas no humanas pero con claras referencias a ello, se exponen como si siempre hubieran estado abandonadas allí, y al hacerlo nos interrogan sobre ello, su posible humanidad remota o futura, el rastro de un hálito que hable de vida en la escena, que explique esa existencia inexistente. Todo está vacío: la arquitectura es ajena y su luz espectral, diferente. En esta atmósfera, sin embargo, la vida se siente porque se vislumbra y se supone, pues toda referencia a una identidad ha sido borrada del espacio que es aséptico y de las formas que lo habitan. Entonces sólo queda el tiempo, suspendido o congelado. Vemos el tiempo en absoluto, porque vemos un sujeto y un objeto en estado puro, desnudo de toda referencia identificativa. ¿ Se trata de escenarios futuristas o son edificios del pasado, esquematizados?. ¿ Los personajes quieren ser humanos o no hacen sino interrogarnos con sus cuerpos inidentificables?.
El objeto y el sujeto de las telas de De Chirico se identifican, han llegado a ser uno mismo, o exponen su descarnada existencia habitando un mismo mundo que no pueden transgredir?. Un sujeto separado por un objeto, por un espacio vacío que provoca vértigo, distanciamiento.
El espacio kafkiano expresa tiempo, como en De Chirico, vemos el tiempo emergiendo de un espacio de inquietante soledad, notamos el paso del tiempo a través de los largos parágrafos que consiguen sustraernos del espacio físico donde se desarrolla el argumento y concentrarnos en el tiempo, bien como si se hubiera encapsulado de forma absoluta, bien como si alcanzáramos a vislumbrar la relatividad que encierra bajo su apariencia encapsulada. Analiza lo absoluto de un tiempo que no puede atraparse, a pesar de que se estira y concentra en un punto aumentándolo como si con una lente lo hiciera varias veces superior al tamaño real. Y así, el espacio se transforma en tiempo, todo el que el agrimensor tiene que pasar hasta alcanzar el castillo, siendo que el espacio está ahí y K como una forma en él, a veces entrelazado de otras formas (Frieda), pero sin llegar a estar muy seguros de qué es lo que nos está diciendo tal imagen. El significado de sos dos maniquíes. ¿ nos está sugiriendo proximidad, amor?. ¿ Siente K. algo por Frieda? Las emociones han sido succionadas y asistimos al espectáculo de unas formas en un espacio, sin casi referentes: la arquitectura se distingue por hitos simples, la iglesia, el castillo, el mesón. Los lugares son sólo puntos de referencia sin demasiadas alusiones descriptivas
Por este lado se va al castillo, por este otro a la aldea, y K se quedó solo en medio de la nieve que lo envolvía 8
Ante este espectáculo de soledad hay un atisbo de paso a las emociones que es inmediatamente racionalizado por K
Ocasión seria esta para una ligera desesperación, se le ocurrió, si solo casualmente y no intencionadamente, estuviera yo aquí parado
El espacio físico que describe en El castillo se aleja y se acerca como si fuera visto a través de un espejo cóncavo
Y así echó a andar otra vez, camino adelante, largo camino fue, sin embargo. Porque esta carretera, esa calle principal de la aldea, no conducía hacia el cerro del castillo, tan solo acercaba a él: y luego, como si lo hiciese adrede, doblaba, y si bien no se alejaba del castillo, tampoco llegaba a aproximársele 9
Parece la descripción de uno de los edificios imposibles de Escher: caminos que parecen conducir a alguna parte pero que giran sobre sí mismos como una cinta de Moebio y conducen a espacios no explicables euclidianamente. La descripción del castillo a lo lejos
Una planta extensa que se componía de pocas construcciones de dos pisos, y de muchas construcciones bajas en cambio, que se estrechaban unas contra otras.
El mundo onírico está en la realidad, el espacio se aleja y se acerca y en él las construcciones humanas son difíciles de definir
No era ni un antiguo burgo feudal, ni un suntuoso palacio nuevo,
Los interiores de tales construcciones son absolutamente minimalistas y la luz es siempre escasa
Halláronse en el umbral de una habitación grande que estaba casi a oscuras, pues sólo por encima de la mesa a la izquierda y al fondo, colgaba una pequeñísima lámpara de aceite.10
Esta es la casa de Barnabás a la que K llega como un secuestrado, inmerso en el laberinto espacial de increíble simpleza sin embargo. La cantina posee un aspecto similar
En la cantina, un recinto grande, completamente vacío en el centro, estaban sentados algunos paisanos sobre unos barriles dispuestos a lo largo de las paredes11.
Se destaca la forma en el esencialismo espacial que la envuelve violentamente, es el punto donde detener la mirada que al mismo tiempo podría perderse en los grandes espacios desnudos. El individuo aparece obvio en un decorado minimalista, como en las obras de Becket en las que el escenario es el propio actor y como en El puente, relato en el que Kafka realiza la identificación plena escenario/protagonista. Así hay un interrogante persona que aparece en el escenario metafísico, el mínimamente pensable, donde quizá las respuestas sean las mínimamente explicables o las únicas imprescindibles. K es una pregunta en sí mismo que deambula en el espacio de Escher, metido éste en el espacio de De Chirico, pretendiendo alcanzar una construcción que se dilata y encoge, desde una posición laberíntica que no logra transgredir.
El espacio ha dejado de ser absoluto y tampoco puede ser explicado euclidianamente. Los interiores provocan angustia porque el sujeto no se reconoce en la obviedad de su cuerpo en el espacio desnudo, es decir, en su soledad resaltada violentamente en el espacio vacío.12 Pero esa angustia provocada por el espacio vacío de De Chirico, es igualmente suscitada por el laberíntico escheriano, increíble e inconexo.
Siguiendo la tesis de Jameson que afirma que el espacio era la dominante en el análisis de la modernidad, las palabras precedentes ilustran la importancia dada por el autor a las categorías espaciales o la casa del hombre, experimentada como un vasto paisaje en el que el individuo es punto difuso. La importancia que adquiere el espacio lo dota de movimiento y vida, como intentando reflejar el espacio newtoniano y su relativismo intrínseco. Pero en la fórmula espacial no falta el tiempo, elemento característico de la postmodernidad según Jameson y que ha reemplazado al concepto espacial propio de lo moderno, un tiempo espeso que se mastica en la densidad de los escenarios metafísicos kafkianos y que en este sentido sí difiere del tiempo fugaz y fragmentario de la postmodernidad.
Hemos aprendido que el hombre no es, deviene: somos ante todo transformación, metamorfosis. La modernidad nos ha enseñado lo ilusorio de las creencias en formas pretendidamente sustantivas de identidad.13 J. Jiménez
Mirar a los demás con al mirada de un animal.14
F. Kafka
El cuerpo en la narrativa de Kafka aparece en sentido foucaltiano, como lugar donde se produce la marca, inaugurado con su relato En la colonia penitenciaria, cuyo mensaje es aquél que sostuvo Nietzsche al afirmar que las leyes y las normas se inscriben en el cuerpo mismo del acusado, y que después amplió Foucault con sus estudios del efecto del poder sobre los cuerpos. Sin embargo, lo que nos interesa destacar ahora es la forma en que el cuerpo no es para Kafka una identidad fija intransgredible, sino su plasticidad y cyborgización con el mundo animal. Este proceso ocurre según un flujo de estados, o mecanismo por el que la identidad se eclipsa en su idiosincrásica humanidad y reaparece en una nueva identidad animalizada que simboliza la disociación del sujeto moderno. Según Deleuze se trataría de un devenir animal que acabaría con la máquina binaria hombre-animal, de la misma forma en que Haraway entiende la figura del cyborg, como un ente real y ficticio simultáneamente, humano hibridado con una máquina o un animal.
En las líneas que siguen se analizan los relatos en los que aparece la metamorfosis como elemento protagonista y cómo esta transformación que puede aparecer de forma implícita o claramente explícita, retrata la situación existencial del sujeto moderno. El flujo de estados es el proceso mediante el cual se produce la disociación del sujeto, situación en la que el individuo moderno se sitúa, similar a una escisión del yo en la que da cabida a otro yo que se cuestiona la situación existencial. Esta disociación moderna preludia la disolución del sujeto que caracterizará a la postmodernidad desde la conocida frase foucaltiana.
Los relatos kafkianos de animales son antropológicos, Kafka sabe que para analizar un discurso humano lo mejor es salirse de él y describirlo como un antropólogo de campo, lo que supone una ganancia en objetividad de la situación desde el subjetivismo más extremo y ajeno: la conciencia de un no-humano parlante. Así los discursos desde ambos estados son indiscernibles e intercambiables y el paso de uno a otro, metamorfosis involuntaria, salvo que esa búsqueda sea deseada como en el caso del simio. Ambos son estados cuestionables y no definitivos desde los que se oye la voz de un razonador cuya condición física, lo que conforma su anatomía de insecto, cánido, no es más que mero sustento del fluido de conciencia para quien es indiferente la forma. Ésta es receptáculo transformable de un flujo de conciencia que, aunque limitado por una anatomía peculiar que condiciona sólo ‘parcialmente el contenido de tal flujo, mana ante el espectáculo de vivir, la sensación de estar vivo.
El pensamiento es implacable sea puesto en boca de quien sea porque quien lo dice ha perdido su identidad y sus referencias, es un sujeto plurimorfo obligado a hablar siempre sea cual sea su estado físico, porque quizá sea éste el que le impulse, la sensación de vivir sin saber por qué, viviendo en una piel, en una comunidad de, con un lenguaje x. Tema que adelanta al existencialismo. Pues el razonamiento del animal, aunque posee la idiosincrasia de la comunidad a la que pertenece, puede ser modificado, o al menos existe esa esperanza, al encontrar una salida desde ese sistema hasta el otro. La identidad es pura ilusión, nadie es completamente algo, ya sea este algo Gregorio Samsa o el humano que fue simio, pues el insecto fue humano y está hablando como tal, porque otra cosa sería imposible, aunque perciba que su cuerpo es abultado y negro siente igualmente el dolor de la manzana incrustada en su cuerpo, porque el cuerpo liberado de los condicionantes de su forma es el que siente. Hay una conexión íntima, vía conciencia, entre el cuerpo sentido amorfamente, sustraído de su forma y la mente pensante receptora de sensaciones. La pregunta “¿Quién es Gregorio Samsa? Pasa a ser “¿Qué es Gregorio Samsa?. Entonces podemos aplicar la forma “yo es otro” de Rimbaud y sostener con Imre Kértész15: “Yo: una ficción de la que a lo sumo somos coautores”. La disolución del sujeto no es otra que la disolución del yo, categoría propiamente humana que deshace ante la imposibilidad de mantener una coherencia o un hilvanamiento entre los diversos conceptos que hasta entonces permitían hablar de ser humano. Las metamorfosis suponen el desmembramiento del yo coherente, aspecto plenamente postmoderno desarrollado por autores Como J. Butler o D. Haraway y que recorre el panorama de la postmodernidad que pretende alejarse del manido “yo coherente” de la razón ilustrada. Lo que ambas autoras afirman en común es la tendencia del sujeto hacia la desidentificación, la primera exponiendo cómo la afiliación sexual de los individuos es un proceso enteramente sociocultural, quedando el “yo” reducido a un constructo teórico de difícil sostenimiento en nuestras actuales sociedades, y la segunda señalando que la salida de la propia condición humana es la garantía de la emancipación del ser humano. En este sentido la alianza del humano con la técnica a través de la figura del cyborg emblematiza la salida definitiva de un yo estanco idéntico a sí mismo incapaz de sostenerse en la era tecnológica.
El flujo de estados se da normalmente entre los estados animal y humano, pudiendo darse también el paso del estado humano al inorgánico como sucede en el relato El puente. En trece de los relatos los protagonistas son animales pero la presencia de la metamorfosis aparece en muchos de ellos, bien como explícita o como implícita, en la que suponemos que ya ha tenido lugar. Son pocos los relatos en que el animal es contemplado como tal, y cuando esto sucede, posee características excepcionales: es gigante, como en El topo gigante, o es un híbrido de gato con cordero en Un cruzamiento. En el resto de los relatos los animales razonan desde un principio, lo que nos hace suponer una metamorfosis implícita.
En las metamorfosis explícitas asistimos al flujo de estados desde el humano al animal como en el caso de La metamorfosis y también en cierto sentido en Un artista del hambre, aunque el cuerpo físico humano no sea transformado en el cuerpo físico de la pantera, pero sí es sustituida por ésta. El paso inverso se produce cuando el animal pasa al estado humano como en Informe para una academia en la que no asistimos a la transformación, pero esta es explicada por el simio. Y el hecho de que ni siquiera podamos identificar la naturaleza de la voz narradora en La construcción nos da idea de hasta qué punto tales estados pueden ser intercambiables. Suponemos que esa identificación subterránea que el protagonista nos describe es obra de un topo, pero en ningún momento la voz se identifica como tal, la metamorfosis es implícita. La referencia a la naturaleza del animal puede resultar útil cuando ejercen una labor antropológica de análisis de sí mismos enfrentados al humano real, como en Josefina la cantora o informe para una academia, pero continúan haciéndola cuando se ha obviado por completo el mundo humano y aparece en su lugar un mundo animal en el que no existe la palabra hombre. Sin embargo, el protagonista de Investigaciones de un perro nos habla de su jauría de tal forma que los individuos que describe podrían ser perfectamente hombres
Un perro viejo, aun más pequeño que yo a pesar de ser mi talla solamente mediana, castaño, de pelo corto, de cabeza cansada, abatida, de paso deslizante, que además arrastra la pata izquierda posterior a consecuencia de una enfermedad 16
Pero al mismo tiempo nos habla de perros voladores y de perros músicos, deshaciendo la referencia lineal y nominal humano-animal, es decir, no son una comunidad de perros que simbolizan la comunidad humana, sino que constituyen una comunidad de seres. Desvincula e intercambia las identidades para intentar aprehender la esencia de ese ser, ya sea este humano o animal. Estas metamorfosis suponen una ganancia de realidad a base de despojar a ésta de sus atributos esenciales como el de identidad y el sentido de pertenencia a lo real. Denuncia el puro nominalismo de correspondencia entre significado y significante. Si nos atenemos a lo que leemos, descubrimos que no hay identidad en la voz que narra su estado y tampoco sentido de pertenencia al grupo. Realiza una explicación del funcionamiento de su comunidad y la hace extraña al describirla, la hace aparecer desde fuera estando dentro. Tal comunidad es extraña para el propio perro.
El proceso de análisis antropológico es doble: tanto el de Kafka por colocar una voz en una comunidad no humana, como lo que esa voz comunica entre su grupo. Todo intento de análisis identificativo se hunde: el perro no simboliza al hombre porque el propio perro no sabe que está relatando la vida de los hombres. Este doble juego hace que las historias de animales kafkianas o sean leídas con la conciencia de que en todo caso es la voz humana escondida en la piel del animal, al modo de las fábulas, sino que una voz despojada de sus atributos humanos sigue siendo voz que dice desde fuera mismo de lo humano. Si quisiéramos rastrear la identidad que vincula lo humano con el contenido de lo humano, la encontramos rota y tenemos el mismo porcentaje de posibilidades para pensar que el hombre ha dejado de reconocerse en los atributos que le hacían serlo, como de que verdaderamente ha descubierto lo más esencial de sí mismo, reconociendo que el razonamiento pervive por encima de cualquier forma y que el lenguaje no es más que un receptáculo intercambiable y plurimorfo.
El flujo de estados permite la pérdida de identidad en un mundo que permanece intacto, quizá en busca de la identidad misma, el ser uno mismo transfigurado o el hallar el ser de uno mismo a pesar de la transformación, expresando lo que pasa como un portavoz muy escondido en una apariencia distinta. La metamorfosis explícita es involuntaria e inexplicable, pero hay que asimilarla tanto como si hubiera sido deseada. Se trata de un hecho ineludible el acatamiento de este proceso biológico, en los mismos términos que el otro proceso jurídico que atenaza al K de El castillo. En todo proceso se pierde una identidad pero se alcanza otra. Kafka se pregunta cuál, no quién es Samsa, sino qué es Samsa, cual es el significado de su existencia deshumanizada, su nuevo estado natural que continúa siendo explicable. El conjunto de su obra puede ser considerado como la explicación de un único proceso en su doble vertiente biológica, como referida al estado ontológico del sujeto, y jurídica, haciendo alusión a su estado social.
Un tercer tipo de metamorfosis que trasciende el nivel de lo orgánico lo encontramos en El puente. Aquí se produce el paso de un estado humano a otro inorgánico. El puente nos dice como experimenta su cuerpo
Yo era rígido y frío, yo era un puente, tendido sobre un precipicio estaba yo.
La mejor forma de expresar los estados de ánimo es considerarlos literalmente como estados físicos, pasar a formar parte del paisaje como en el surrealismo pictórico: el sujeto se diluye en el ambiente, ha materializado su deseo de ser piedra que no siente. Sin embargo, tal ilusión s e desvanece cuando alguien decide cruzar el puente
Saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio del dolor salvaje, ignorante de todo.17
Es un puente de carne, un hombre tendido que espera. “así yacía yo y esperaba, debía esperar”.
En Un artista del hambre se da una metamorfosis implícita, sugerida, que es la sustitución del animal por el hombre. Una hermosa pantera “que parecía llevar consigo la propia libertad”, ocupa el lugar del ayunador en la jaula donde se exhibía. Kafka ha equiparado las condiciones animal y humana: la belleza, la fuerza y la libertad en contraposición a la debilidad y fragilidad de la voluntad humana y esta facultad que es la capacidad de ayunar, le hace ser menos digno, hermoso, salvaje que el animal. La voluntad humana empequeñece y debilita al humano que termina dejándose morir bajo un montón de paja.
La metamorfosis es el primer relato donde se produce la disociación del sujeto, ese otro sujeto que sale del interior, que sigue siendo, deja de ser humano y sigue poseyendo no obstante la capacidad humana de pensar. Para J.Jiménez
La fuerza del hombre/insecto de Kafka, en la metamorfosis, reside precisamente en que es la expresión poética de un vacío: el yo pensante que se contempla en el espejo no ve ninguna forma estable, sino un proceso radical y no determinable de transformación18
En este sentido las metamorfosis de la modernidad difieren del concepto original surgido en el mundo griego, como bien apunta J. Jiménez la metamorfosis griega está sujeta a la divinidad en un mundo sensible que se percibe en continuo cambio. Para la modernidad, y más concretamente la obra de Kafka, la transformación del individuo común, que antes estaba reservada a los dioses, apuntaría a la relevancia del hombre como protagonista en el mundo cuyas facultades divinas son ahora ejercidas por sí mismo. Entonces, no sólo recuerda la máxima nietzscheana de la muerte de Dios sino que preludia la apertura a un horizonte de incertidumbre que se perfila tras dicha caída en el que el hombre adquiere status diferentes del propiamente humano. Así, la animalidad, más que estado monstruoso o despreciable al que el humano no debe tender, se explica como estado que inquiere sobre la dimensión metafísica de su estancia en un mundo que comienza a aparecer como extraño, en el que la quiebra del yo pensante cartesiano se hace real y por consiguiente su identidad.
En El topo gigante es el animal, exterior al hombre, el que suscita interés por sí mismo y ello da lugar a todo un entramado especulativo sobre la autoría del descubrimiento del animal que por otra parte carece de interés
Por fin que si habéis hecho un descubrimiento, éste no es más importante que todo lo demás y que, por tanto, tampoco la injusticia que se os hace es lo más importante del mundo19
En Informe para una academia, el protagonista es humano pero está informando a los que ahora son sus congéneres de su pasado simiesco. Sufrió tal transformación porque deseaba ser humano
Rompí a gritar: ¿Hola! Con voz humana. Ese grito me hizo entrar de un salto en la comunidad de los hombres, y su eco “Escucha, habla”, lo sentí como un beso en mi cuerpo chorreante de sudor.20
En Josefina la cantora o el pueblo de los ratones, es el pueblo ratonil el que se expresa frente a la humana Josefina que desaparece y lo abandona. En Investigaciones de un perro, el último relato que escribió Kafka, un perro nos cuenta su situación en la jauría.
La voz narradora de todos ellos razona humanamente aunque describa las características propias de su especie: fecundidad elevada de los ratones, las costumbres simiescas, las imposibilidades físicas de Gregorio Samsa en su nuevo estado o las leyes de las perradas y sus costumbres. La disociación del sujeto se deriva hacia otros estadios evolutivos y se coloca allí para desde esa perspectiva observar al humano, cómo un mono ve al hombre siendo mono y después siendo humano.
En Informe para una academia el metamorfoseado puede hablarnos de sus experiencias animal y humana, consiguiendo una perspectiva completa. Este desdoblamiento no puede interpretarse como pérdida de realidad, sino que al contrario, Kafka aumenta la información sobre el ser humano, y sólo colocándose en perspectivas no humanas puede ser posible dar repuesta a las preguntas sobre éste. Pero tales preguntas incluso llegan a ser cuestionadas, la función que poseen cae en el abismo del preguntar mismo. Así se expresa el perro que investiga sobre el saber total, no solamente el humano
Todo el saber, la totalidad de las preguntas y de las respuestas está contenido en los perros.21
¿ qué se logra con las preguntas?; yo he fracasado con ellas; tal vez mis compañeros sean más inteligentes que yo y empleen medios más efectivos para soportar la existencia22
La concepción del saber que se desprende de la narrativa de Kafka se aproxima a aquélla que precisara Lyotard y que inauguró la posmodernidad. El saber no satisface y el proceso de pensamiento basado en la indagación queda reducido a ineficaz, pues la existencia es implacable e insoportable. El saber en su conjunto no es exclusivo de la raza humana, es más, se encuentra fuera de ella, dado que el procedimiento que utiliza para conocer no conduce a ninguna parte. Renunciar a las preguntas, renunciar al mecanismo propio de conocimiento humano. La verdad es una meta a la que ya no se pretende dar alcance, así: ”Si bien no se llega a la verdad (con el mecanismo de preguntar)- nunca se llegará a ella-, por lo menos se descubre parte de la confusión y de la mentira” 23dice el perro que investiga en Investigaciones de un perro.
Ni el hombre es el centro del universo y su animalidad intercambiable por cualquier otro ser del repertorio natural tampoco le confiere de privilegio por el uso de la razón. Cuestiona qué cosa es eso llamado razón, infinitamente más pequeña que la evidencia del cuerpo, fácilmente instalable, además, en cualquier cuerpo.
La identidad, primera en sufrir las consecuencias de la perplejidad del sujeto moderno, sufre una distorsión real, que afecta al cuerpo, hasta entonces entendido como apariencia, exhibiendo una anatomía propia de otro ser, también real, también localizable en la naturaleza y todo ese proceso pone en tela de juicio el sistema de conocimiento del ser humano. Qué es el saber y quién lo genera, por qué es privilegio de determinados animales y si acaso lo es, cual es su mecanismo.
De esta forma, mediante la imbricación de la identidad que afecta al cuerpo y que involucra al conocimiento, se expresa la transformación que el sujeto del siglo XX sufre, esa afectación del individuo particular que vive un tiempo. En este sentido la universalidad de la propuesta kafkiana solo así puede ilustrar el proceso de un mundo industrial y capitalista en su nacimiento, recogiendo el prototipo de sujeto que genera.
La incertidumbre iniciada por la certeza de un poder fantasmagórico, extrañamente acusador, invisible por la incapacidad de saber por qué estamos condenados, qué es necesario saber de aquello que saben sobre nosotros. Entonces preguntamos si no es de esta organización social en la que se dibuja el ser individual monádico y al otro extremo la sombra de un poder anónimo que se cierne sobre él, de dónde surge el resquebrajamiento de la identidad y su metamorfosis. Entonces preguntamos qué papel juega la transformación, esconderse de una identidad sospechosa, demasiado evidente, para evitar rechazando y huyendo a otro plano, la amenazante realidad incómoda o insoportable. Como consecuencia el cuerpo es el único lugar posible donde refugiarse, él nos permite la huída, plásticamente dispuesto a adoptar formas que desidentifican.24 Sin embargo el Samsa cucaracha abomina de su condición una vez que esta es real además de inexplicable. Demuestra que la realización de los deseos (no ir a la oficina, huir de su mundo estrecho) sumerge al individuo en otro plano de realidad del que tampoco puede escapar, los deseos están condenados a ser insatisfechos, la realidad nos atrapa como seres, independientemente de cual sea nuestra apariencia. De esta manera, el cuerpo, que en principio era el agente plástico facilitador del cambio y de la satisfacción de los deseos, se convierte en la cárcel de la que no puede salirse. El resultado de la metamorfosis tras el viaje exploratorio de la búsqueda de la libertad es finalmente condenatorio, quedándose la identidad atrapada en un cuerpo ajeno.
El razonamiento humano del perro que desespera de las preguntas y se cuestiona su utilidad nos muestra la imposibilidad de rebasar nuestro conocimiento. Y no es que leamos un mensaje en el que se nos coloca al mismo nivel que el resto de las especies, que no resulta discutible en su discurso, sino la idea de que la facultad de pensar es sólo una herramienta que sale por la boca de alguien que en principio no puede hacerlo
No razonaba tan humanamente entonces, pero bajo la influencia de mi medio ambiente actué como si hubiera razonado.25
No tenía salida, pero tenía que procurarme una: sin ella no podía vivir. Temo que no se comprenda bien lo que yo entiendo por salida. Intencionadamente no digo libertad.26
Los estados animal-humano son rebasables y llegan a ser indiscernibles. El mono informador sabe más que los académicos a quienes remite su informe, sabe sobre su experiencia animal, y en ese estado lo que busca no es la libertad que poseen los humanos, sino una salida de lo que es para poder ser otra cosa distinta. No puede afirmar que busca la libertad porque ya ha estudiado a los humanos desde su condición animal y su comportamiento no le convence. La salida es un flujo que permite el paso de un estado a otro, ninguno por sí mismo más apetecible que otro: salir se convierte en meta por sí mismo
¿Hacia dónde cabalga el señor?
No lo sé- respondí-. Sólo quiero irme de aquí. Partir siempre, salir de aquí, sólo así puedo alcanzar mi meta.
¿Conoce, pues, su meta?- preguntó él.
Sí- contesté yo-. Lo he dicho ya. Salir de aquí, esa es mi meta.27
La salida es la metáfora del cambio y de la salvación, la búsqueda del flujo de estados que permita escapar de la condición presente. “A la imagen de la estabilidad del yo, Kafka opone la de su transformabilidad” nos dice J. Jiménez. La ineficacia del procedimiento cartesiano en búsqueda de la certeza ha sido sustituida por la incertidumbre de lo desconocido que nos espera tras la transformación.
La imagen del yo pensante, con su carácter excluyente, desde el punto de vista de la filosofía de la cultura, nos parece hoy como un intento fallido, de aquietar el profundo desasosiego del hombre moderno, su abierta inquietud28
El yo pensante arrastrado en el flujo de conciencia de los protagonistas metamorfoseados, que aún siguen pensando en anatomías ajenas, por tanto, pone en entredicho el poder y alcance de la razón ilustrada exclusiva de lo humano, rompiendo el esquema identitario que une a lo humano con un cuerpo bípedo haciendo del cuerpo humano el blanco de la razón y cuerpo pensante, haciendo efectiva así la fórmula nietzscheana de la primacía del cuerpo sobre la razón, cuando en Así hablaba Zaratustra habla de los “maltratadores del cuerpo” y del cuerpo como de “la gran razón”.
Teresa
Aguilar García
Doctora Cum Laude en Filosofía y licenciada en Psicología y
Filosofía por la UNED. Su línea de investigación se centra en el
cuerpo, tanto en su vertiente histórica como en sus manifestaciones
actuales en conjunción con el arte contemporáneo y la tecnología.
Es autora de los libros: Ontología
cyborg. El cuerpo en la nueva sociedad tecnológica.
Barcelona, Gedisa, 2008; que ha sido Premio de Ensayo Eusebi Colomer
2007, y Cartografías
de la tecnosociedad a través del cine.
Valencia, Alfons el Magnánim (en prensa). Ha asistido como ponente a
una veintena de congresos nacionales e internacionales de Filosofía
y tiene en su haber una veintena de publicaciones en revistas de
filosofía electrónicas y en papel. Ha realizado estancias de
investigación en las universidades de Utrecht, Holanda y San Juan,
Puerto Rico
Actualmente es profesora de Psicología en la UCLM (Universidad de Castilla La Mancha)
Fecha
de recepción: 15 de noviembre 2009
Fecha
de aceptación: 15 de enero de 2010