la política del ser; Aproximación a una ontología histórico-social en Ser y Tiempo
La relación de Martin Heidegger con el nacionalsocialismo es, en sumo grado, problemática. No sólo por el hecho de que ello supone todo un giro a la ontología fundamental y a la analítica existenciaria, sino porque se ha gustado decir que las relaciones políticas del autor y sus aportaciones filosóficas, son incompatibles. Se viene practicando entre las esferas heideggerianas ortodoxas una lectura meramente ontológica desprovista de todo compromiso ulterior con la política.1 Se practica constantemente la lectura de Ser y tiempo, bajo la consigna de que el filósofo se encuentra en una esfera del pensamiento que lo separa de las cosas cotidianas (no de la cotidianidad), se preocupa de la generalidad –nos dice Habermas–, como para que le puedan afectar las catástrofes que los nacionalsocialistas arremetieron contra el pueblo judío y no ario en general.2 Veremos con detalle cuán separado se encontraba Heidegger de su contexto histórico-político-social; o en otros términos, veremos si había realmente una distancia lejana entre su obra ontológica y la Alemania nazi.3 Lo que nos ha conducido a tomar en cuenta a otros textos como cartas o documentos que lo relacionan con el momento político en el que se encontraba, estos elementos serán puestos en la mesa a la luz de Ser y tiempo, para complementar nuestra lectura sobre los conceptos que viene utilizando el autor, pues tenemos testimonio de una constante utilización de conceptos que se encuentran en Ser y tiempo y que provienen desde 1922, se desarrollan en 1927, tienen un impacto político en 1933 y siguen utilizándose hasta 1966. Hay una relación conceptual entre las Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles (Indicación de la situación hermenéutica), de 1922, la conferencia de 1924 ante la Sociedad Teológica de Marburgo El concepto de Tiempo, la obra que analizaremos desde varios frentes Ser y tiempo de 1927, el discurso de rectorado de 1933 y la entrevista con Spiegel de 1966.
En general el concepto que estará maniobrando en nuestros apuntes será el de resolución, lo que no indica de ninguna manera que nos veamos obligados a mencionarlo en cada espacio posible. En realidad, lo que haremos es contextualizar las afirmaciones que Heidegger –ontológicamente– describe como modo de autenticidad del Dasein, en los parágrafos 60 y 74 de Ser y Tiempo. Creemos que es posible hacer una relación muy fuerte entre dicho concepto (la resolución) y la autenticidad del Dasein ante el ser-para-la-muerte, pues la resolución como encaramiento de la muerte «como disposición afectiva fundamental del Dasein»4, se torna así como consecuencia del sentido que el nazismo le da al nihilismo, la superación de la muerte por medio de la historia efectiva de la raza. Dice al respecto Bourdieu:
El nihilismo nazi, tentativa heroica para superar, por un pasaje al límite jungeriano, el nihilismo del cual representa la forma extrema, constituye la última afirmación de la diferencia ontológica: falta sólo afrontar con resolución esta separación, insuperable dualidad entre el Ser y los entes de los cuales está separado para siempre. La filosofía heroica del desprecio de la muerte opuesta a la fuga en la asistencia debe ceder el lugar a una filosofía, no menos heroica, del resuelto enfrentamiento de esta distancia absoluta.5
El encaramiento de la diferencia ontológica (Ser/nada) como el enfrentamiento con esa distancia absoluta, vemos que tiene sus resonancias en la historia a través del heroísmo. Recordemos que la muerte individual es irreferente para Heidegger, pero morir para la nación trae la posibilidad de dar sentido a la vida de los vivos. Con esta afirmación que pareciera infundada y pasajera, no estamos construyendo edificios en las nubes, atendamos a lo que el 26 de Mayo de 1933 Heidegger dice en memoria de Albert Leo Schlageter, y entonces veremos su profundo significado:6
El homenaje que queremos rendirle consistirá en meditar un instante esta muerte, pidiendo que le dé sentido a nuestra vida […]
Él sólo tuvo que sacar de sí mismo la imagen de la ruptura por la que, un día, el pueblo volvería a caminar hacia el honor y la grandeza, –a fin de morir en esta fidelidad.7
Si atendemos estas afirmaciones a la luz de las que se habían hecho desde 1927 quizá nuestra lectura del tratado ontológico heideggeriano tome otro perfil. Heidegger ya ha suprimido desde el parágrafo 50 de Ser y tiempo, “Bosquejo de la estructura ontológico-existencial de la muerte”, toda posibilidad para la deliberación, pues la resolución supone un decidirse fáctico que está fundado ontológicamente en la existencia. La resolución es un momento fundamental y constitutivo de la determinación existencial del Dasein en una situación. Nos ha dicho que no importan los sucesos, los pequeños accidentes, las nimiedades de la vida cotidiana, importan los acontecimientos, es decir, aquellos que tienen resonancias históricas en donde ya no se puede retroceder. Y se está históricamente presente en una comunidad, pues la individualidad personal se ha perdido en la irreferencia que la resolución ante la muerte trae para la existencia como consecuencia. Veamos:
El Dasein resuelto puede convertirse en “conciencia” de los otros. Del modo propio de ser sí-mismo en la resolución nace por primera vez el modo propio de la convivencia, y no de ambiguos y mezquinos acuerdos ni de locuaces fraternizaciones en el uno y en lo que él pueda emprender.8
Inmediatamente la irresolución es desplazada como inautenticidad, como modo de ser del Dasein que está alienado en el mundo del «se», cotidianidad sin futuro pues no tiene la capacidad de adoptar la forma de la autocomprensión de la existencia. No puede haber futuro de las decisiones mezquinas y accidentales de los que se mezclan con los demás. La decisión es original en tanto que está al abrigo de la vuelta a los principios de la cultura, está al servicio de la nación y no del individuo. La irresolución para Heidegger «expresa el fenómeno del estar entregado al dominio del estado interpretativo del uno»:
La irresolución, como antítesis de la resolución existencialmente comprendida, no mienta un estado psíquico óntico, en el sentido de un estar afectado por inhibiciones. […]
Al uno la situación le está radicalmente cerrada. El uno sólo conoce la “situación general”[“die allgemeine Lage”], se pierde en las “oportunidades” que le están más cercanas y configura la existencia [Dasein] mediante el cálculo de las “contingencias” que, en su desconocimiento, él considera y presenta como su propia realización.9
Se trata de transformar activamente la historia, a partir del fomento activo del nihilismo. (En los términos que Heidegger interpreta, muy a su favor, las investigaciones de Nietzsche. Y a los que alguien como Ernest Jünger no tuvo la capacidad de ver).10 Los eufóricos ataques de celos que a Heidegger importaban, tenían que ver con la actividad y la transformación por parte del pensador. Afirmaciones como «Esta ciencia es entendida cuando se define la esencia de la Universidad alemana como aquella escuela superior que, desde la ciencia y mediante la ciencia, acoge, para su educación y disciplina, a los jefes y guardianes del destino del pueblo alemán» lo demuestran, por ello es que vemos que con cierto aire de mandatario político alemán de la época, concluye su discurso pronunciado en la toma de posesión del rectorado en 1933, con las siguientes palabras:
Queremos que nuestro pueblo cumpla con su misión histórica.
Queremos ser nosotros mismos. Pues la fuerza joven y reciente del pueblo, que ya está pasando sobre nosotros, ya ha decidido.
El no decidirse, el estado de irresuelto, ser reaccionario, supone mantenerse entonces en resistencia ante la resolución. La resolución implica la pérdida de un espacio de reflexión singular (representa un espacio del residuo moderno que supone la igualdad entre los hombres «el buen sentido es la cosa mejor repartida», quitando la posibilidad de purificar la tierra alemana). Se dice que la re-flexión es moderna, objetivante, y que corresponde a la lógica sujeto-objeto que hay que superar, por ello tendrá que venir después del estado de resuelto y del acto resuelto. Toda la homogenización de los discursos racistas de los llamados «revolucionarios nacionalsocialistas» no tiene otra función que cerrar los espacios para que la deliberación pueda darse. Esto representa un socialismo al servicio de la nación, es decir, el borramiento del sujeto como espacio interior para transformarlo en un héroe potencial obligado al trabajo, a las armas y a la educación como ahí del ser. Donde su muerte sólo significa en tanto produzca efectos en el imaginario colectivo.
Se afirma constantemente que la Fenomenología husserliana ha prestado poca atención al problema de la historia, y que por la poca atención a este fenómeno fundamental, la publicación de Ser y tiempo vino a desbancar la originalidad de Edmundo Husserl ante el talento de su heterogéneo discípulo Martín Heidegger. Por principio la acusación es errónea, pues es posible rastrear preocupaciones fundamentales sobre el historicismo en la fenomenología y además, debemos saber de paso, que el itinerario fenomenológico tiene espacio para investigar radicalmente el problema de la historicidad.11 Pero lo que nos interesa aquí es apuntar desde qué punto de vista, le interesa el problema de la historicidad a Martín Heidegger y desde qué año, la preocupación por ésta ya ocupaba un lugar en su pensamiento. Cuenta Ramón Rodríguez García, a modo de anécdota, en su Heidegger y la crisis de la época moderna, que en una ocasión cuando Husserl regresaba de dictar unas conferencias en Londres sobre la conciencia pura y la naturaleza, continuaba camino a su hotel describiendo su pensamiento dentro del tren que les conducía a su destino, de repente Heidegger le interrumpe y pregunta «Profesor, ¿y la historia?», a lo que Husserl contesta «¡Ah!, sí, la he olvidado».12 La anécdota puede voltearnos de la risa o ayudarnos a obtener un dato importante para nuestra investigación, ya desde 1924 Heidegger pensaba que la historia no jugaba ningún papel importante en la fenomenología, pero al mismo tiempo ya se estaba encargando de unificar a la historia con la temporalidad como estructura fundamental del dasein, pero con un modelo de la temporalidad que tiene resonancias políticas.
En una conferencia dada ante la Sociedad Teológica de Marburgo en 1924, nombrada “El concepto de Tiempo” (antecedente del tratado conocido con el mismo nombre, de mayor amplitud y publicado como volumen 64 de sus obras completas, para después formar parte del parágrafo 77 de Ser y Tiempo bajo el nombre de “Conexión de la precedente exposición del problema de la historicidad con las investigaciones de W. Dilthey y las ideas del Conde York”), Heidegger ya afirmaba la necesidad del ser histórico como reiteración del pasado, a decir, como un venir constante, un tiempo cíclico. En la mencionada conferencia afirma:
El constante volver en la anticipación al haber sido nunca provoca aburrimiento. […] El ser-ahí es en sí mismo histórico en tanto es su posibilidad. En su ser futuro el ser-ahí es su pasado; vuelve a él en el «cómo». La manera de tal volver es, entre otras cosas, la conciencia. Sólo el «cómo» puede reiterarse. El pasado, experimentado como historicidad propia, es todo menos lo que se fue. Más bien, es algo a lo que puedo volver una y otra vez.13
Al respecto del modelo del tiempo cíclico nos comenta Pierre Bourdieu que, de la mano de Ernest Jünger, el modelo de la temporalidad en la emergente ideología política Nazi es el retorno:
El recurso es el retorno, y comprendemos que esta visión del mundo social se resuma en una filosofía de la temporalidad que opone el tiempo lineal, progresivo, progresista, orientado hacia la «catástrofe» final del mundo técnico, al tiempo cíclico, que «retorna», símbolo perfecto de la revolución conservadora, de la Restauración, como denegación (dénégation/Verneinung) de la revolución. 14
Al respecto Jünger dirá en su Sur l´homme et le temps:
El tiempo que retorna es un tiempo que aporta y vuelve a aportar (…) El tiempo progresivo, al contrario, no se mide por ciclos y revoluciones, sino con relación a escalas: es un tiempo homogéneo (…) En el retorno, el origen es lo esencial; en el progreso, es el término.15
Hay una preeminencia del tiempo cíclico como una vuelta a los orígenes, es decir, a la pureza. Seguramente los defensores de la ontología heideggeriana saltarán de sus sillas y dejarán la lectura hasta el momento, por ser herética o porque propone conexiones anacrónicas. Esas defensas suelen estar basadas en la convicción –ciertamente fundamentada, pero tristemente infructífera– de que es imposible dar argumentos objetivos sobre la relación entre el nacionalsocialismo y Ser y Tiempo, porque es imposible dar cuenta de los motivos psicológicos heideggerianos. Uno de los argumentos más llamativos al respecto son los de George Steiner y los de Otto Pöggeler, que por una simple recurrencia al espacio interior heideggeriano (psicologista), quieren hacer caso omiso de la responsabilidad que asumió filosóficamente el pensador de Messkirch al brindarle al führer en 1933 gran parte del aparato conceptual-ontológico de Ser y Tiempo.
Quizá sea verdad que es imposible dar cuenta de los motivos psicológicos que impulsaron a Heidegger en su actuación en Friburgo después del ascenso de Hitler al poder, como nos dice constantemente Steiner en su Heidegger.16 Steiner no puede ver un dejo de nacionalsocialismo en Heidegger pues no deja de insistir en la lectura de Ser y tiempo como la obra cumbre e irreferente hacia textos que lo involucrarían social y políticamente con el momento histórico que vivía. Nos dice que el discurso de rectorado fue un simple «error», que después de sus consecuencias, solo causó su silencio; y parece, que sólo nos queda reclamarle por qué calló ante los acontecimientos provocados por la barbarie nazi. Evidentemente Steiner no puede ver que Ser y tiempo es un libro escrito dentro de una historia precisa, que no es un todo en sí mismo, sin referencia alguna al contexto en el que se encuentra. Leer Ser y tiempo como un todo atemporal ha llevado al pensamiento a creer que el filósofo no tiene por qué mirar hacia los acontecimientos particulares porque su preocupación teórica oscila en la generalidad. ¿Pero cuál es la materia prima del pensamiento heideggeriano? Nada de lo que nos dice constantemente Steiner evita que podamos realizar otro tipo de estudios donde atendamos contextualmente a las piezas que dieron fuerza a la ideología nazi. El llamado filósofo del ser se encontraba en un contexto determinado y Ser y tiempo se escribe allí. Sabemos bien que el nacionalsocialismo, como modelo e ideología política, no surgió de la nada y mucho menos que lo hizo instantáneamente, lo que nos convoca a validar el acercamiento que propone Pierre Bourdieu en La ontología política de Martin Heidegger:
Hay que abandonar la oposición entre la lectura política y la lectura filosófica, y someter a una doble lectura, inseparablemente por su ambigüedad, es decir, por la referencia a dos espacios sociales a los cuales corresponden dos espacios mentales.17
Tambien la tesis fundamental de Otto Pöggeler en su Filosofía y Política en Martin Heidegger, insiste en una lectura de Ser y tiempo disociada entre un campo filosófico y otro político, nos insinúa que son inconmensurables. Rebajando el comportamiento filosófico-político del 1933 a un mero deseo económico y emancipatorio de Alemania. Nos dice:
Manifiestamente el compromiso político de Heidegger obedecía a la desesperación por la situación en la democracia de Weimar y a la confusión imperante en Europa, a la vez que a la esperanza de que la “salida” alemana de una situación, que parecía insostenible, pudiera ser orientada hacia el bien.18
Evidentemente estos defensores de la filosofía «pura y dura», insisten en la incapacidad de relacionar bien a bien a Ser y tiempo con el nacionalsocialismo, pero frecuentemente se ponen a la orilla de los trabajos especializados sobre el filósofo de la Selva Negra, lo que puede estar funcionando como protección de sus discursos y de la lectura dominante de Heidegger. Nuestro acercamiento, lo hemos insinuado ya, parte de los acontecimientos que acompañan a la publicación de la obra. Tomamos en cuenta para ello textos considerados «menores» a la luz de la publicación de 1927, como referencia primordial a un trabajo constante y lento que ya se venía gestando desde principios de 1920. Claramente el canon que utilizan Pöggeler y Steiner para despersonalizar políticamente a Heidegger de las implicaciones filosófico-sociales de su obra, tienen que ver con el campo jerárquico de las lecturas «autorizadas» dentro de la ortodoxia ontológica que recubre el pensamiento heideggeriano en medio de una «pureza» atemporal, que por añadidura, deviene apolítica. Si me es permitido decirlo, nosotros entramos por la espalda, es decir, por aquel lugar donde los guardianes de los territorios de Ser y tiempo –como obra magistral de un pensador que sólo se dirige a filósofos separados de la comuna–, no quieren mirar, porque no es posible explicar sus implicaciones sociales «dentro» de la cordura del texto. Como si cada libro fuese en sí mismo una totalidad.19
Nuestro acercamiento indica que ya no hay «documentos relevantes» separados del trabajo que en «lengua ontológica» se hace público en 1927, precisamente porque tenemos antecedentes políticos, sociales y filosóficos que nos remiten a un constante trabajo, a los talleres de Ser y tiempo, donde hay una clara pertenencia al partido. Una de las afirmaciones que nos pueden abrir los ojos al respecto es la que G. Schneeberger nos revela en su Ergänzungen zu einer Heidegger-Bibliographie, que Heidegger promulga en noviembre de 1923 –en vísperas del primer plebiscito de Hitler:
Las normas de nuestro ser no son las lecciones ni las ideas. El Führer y sólo él es la realidad alemana presente y futura y su ley.20
Con esto queremos demostrar que Heidegger no acepta el rectorado en 1933 por cuestiones de bienestar económico21, como piensa Steiner, ni por indulgencia estatal, como nos quiere hacer pensar Pöggeler, ninguna de estas acciones accidentales puede explicarnos por qué renuncia definitivamente a toda relación con los judíos.22 Aún cuando Stirner insiste en una benévola imagen de Heidegger que después de aceptar el rectorado:
Prohíbe la distribución de libelos antisemitas que hacen estudiantes nazis dentro del recinto universitario. Impide que se lleve a cabo una quema de libros “decadentes”, “judíos” y “bolcheviques” […] y evite que se limpie la biblioteca universitaria de libros “indeseables”23
Pero nuestro «buen» amigo ha escrito ya el 19 de noviembre de 1922 en carta a Karl Jaspers, palabras que harían temblar a cualquiera:
Sin duda sabe usted que Husserl ha recibido una invitación de Berlín; se comporta peor que un Privatdozent, confundiendo la cátedra con la felicidad eterna… Husserl se ha salido de madre, si es que alguna vez ha estado “dentro”, cosa que me resulta cada vez más dudosa últimamente; oscila de aquí para allá y dice tales trivialidades que uno se siente movido a compasión. Vive de la misión de ser el “fundador de la fenomenología”, cosa que nadie sabe qué es; quien pasa un semestre aquí sabe lo que sucede; él comienza a darse cuenta de que la gente ya no le sigue… Y un ser así es el que quiere redimir al mundo en Berlín24
El comentario es devastador, tomando en cuenta que Ser y tiempo es dedicado a Edmund Husserl «en señal de veneración y de amistad» y que esta misma dedicatoria, servirá en 1966 para defenderse de las incisivas preguntas que Spiegel le hace, a razón de lograr que Heidegger aceptara que su relación con Husserl terminó porque había decidido alinearse al nacionalsocialismo. Cosa que por los comentarios evasivos de Heidegger, Spiegel no puede consumar directamente. Ante la presencia de cuestiones que lo comprometían directamente con la ideología nazi Heidegger intenta desechar toda sospecha. Comienza diciendo que a los 70 años de Husserl, redacta el texto que lo homenajea y que incluso permite después que sea publicado –esto pasó en 1929–, inmediatamente su interlocutor le pregunta por qué para la quinta edición de Ser y tiempo permite que esa dedicatoria sea suprimida, a lo que responde Heidegger que fueron por cuestiones del editor que temía que los alemanes prohibieran su publicación. Una cosa se nos aclara con esto: la situación del poder que ejercía el partido nacionalsocialista era clara en el pensamiento heideggeriano, lo que impide pensar que no tuviera una idea, por lo menos dibujada, de las implicaciones del antisemitismo en su entorno. Las formas por las que se defiende Heidegger llegan a ser vergonzosas, insiste que la relación se rompió por iniciativa de la familia Husserl, que él por medio de cartas insistió en mantener ese contacto –específicamente cuando Husserl cae enfermo antes de morir–, y que la señora Husserl le pide que no siga escribiendo. Cualquiera que esté medianamente enterado de la relación de Heidegger con Husserl, no podría dejar pasar desapercibidos todos estos detalles.
Es más, supongamos que tiene razón Steiner y que Ser y tiempo es una obra sólo para iniciados, que los «energúmenos nazis» no podrían entender; pero Heidegger había puesto en el horizonte del nazismo términos con los que venía trabajando desde 1922, tales como: «historia», «resolución», «destino», «trabajo», «disciplina», «lucha» y «entrega hasta el fin», y en el mejor de los casos, aún cuando los no-filósofos no pudieran entender la profundidad de la obra en cuestión, es claro y seguro que su autor, Heidegger, sí sabía sus consecuencias.
Al obtener el 92% de los votos que lo acreditaban como rector de la Universidad de Friburgo pronuncia Heidegger lo siguiente:
Nos hemos liberado de la idolatría de un pensamiento “infundado” e “impotente”. Vemos el fin de la filosofía que estaba a su servicio. Estamos seguros de que habrían de volver la dureza y la seguridad adecuadas al simple e inflexible preguntar acerca de la esencia del ser25
Estas palabras nos recuerdan casi a calcas, el informe que Adolf Hitler hizo después del 24 de febrero de 1920 y al que llamó “Weltanschauung y partido”, hay allí una serie de conceptos que utilizan los dos discursos que vislumbra cierta conexión ideológica y nos hace sospechar ya de manera radical, que la elección del rectorado –en medio de la situación política alemana–, y su adhesión al partido nacionalsocialista, hasta la caída de éste en 1945, no fueron accidentales. Dice Hitler:
Ese memorable día se dieron las directrices y líneas principales de una lucha cuya finalidad es barrer el estercolero de ideas y puntos de vista obsoletos, así como los objetivos perniciosos vigentes. En el putrefacto y acobardado mundo burgués, y frente al cortejo triunfal de la ola marxista en movimiento, debía aparecer una fuerza nueva para detener, a última hora, el carro del Destino.26
En las líneas siguientes del texto, no podemos más que encontrarnos con un lenguaje que nos recuerda el que Heidegger utiliza desde 1922 y hasta 1966. Aparecerán afirmaciones tales como que la “masa” funciona como “domesticación”, conceptos como el “cuidado”, la visión del pueblo de “estar avocado hacia el fin”, la “comunidad”, el “pueblo”, etcétera. Como mera incitación a pensarlo con mucha más filigrana, en el texto al que aludimos, Hitler guarda una cierta tarea para sus partidarios a través del concepto de Völkisch y de religión. Ya en el concepto de pueblo, Hitler ve que se han combinado las razas y se han perdido los hombres en la masa, debido a ello es necesario –nos dice–, realizar un proyecto político que ponga en claro las diferencias raciales.
Cada uno de nosotros puede comprender que los más elevados ideales siempre corresponden a una profunda concepción de la vida, así la sublimidad de la belleza está, en postrera instancia, en su utilidad causal. […] no es sólo el hombre el que vive para servir a los altos ideales, sino que también esos altos ideales presuponen la existencia del hombre […] así se cierra el círculo.27
Cuando una página antes había dicho:
En una época en la que una parte, pertrechada con todas las armas de una nueva doctrina, aunque mil veces criminal, se prepara para el ataque al orden existente, la otra parte sólo puede resistir siempre que adopte fórmulas de una nueva fe política; en nuestro caso, sustituyendo las enseñanzas de una defensa débil y cobarde por el grito de guerra de un ataque animoso y brutal […] nosotros, […] de manera agresiva, lanzando una nueva concepción del mundo y defendiendo los principios de manera fanática e inexorable, prepararemos los escalones por los que un día nuestro pueblo pueda subir de nuevo al templo de la libertad.28
Ahora, afirmar que no hay conexión entre el pensamiento filosófico Heideggeriano y sus convicciones políticas y sociales, supone una ceguera bastante preocupante. En la famosa “Entrevista del Spiegel”, Heidegger hace alusión a su posición personal respecto a la lección inaugural de Friburgo y a su perspectiva desde el rectorado para con la situación política de la Universidad, dice:
El motivo fundamental que me llevó a aceptar el rectorado está ya en mi lección inaugural de Friburgo, titulada ¿Qué es metafísica?: «Los dominios de las ciencias están muy distantes entre sí. El modo de tratar sus objetos es radicalmente diverso. Esta dispersa multiplicidad de disciplinas se mantiene, todavía, unida, gracias tan sólo a la organización técnica de las Universidades y Facultades, y conserva una significación por la finalidad práctica de las especialidades. En cambio, el enraizamiento de las ciencias en su fundamento esencial se ha perdido por completo.
Hay una conciencia ontológico-metafísica de la situación política de la Universidad. Parecería de repente apresurado relacionarla con el nacionalsocialismo porque parece no haber conexión con éste, pero recordemos que en “La autoafirmación de la Universidad alemana” Heidegger identifica a la Universidad como la poseedora de la ciencia debido a su autonomía y a su capacidad de autorreflexión. Dice que:
Ciencia y destino alemán tienen sobre todo que llegar, queriendo su esencia, al poder. Y lo lograrán si, y sólo si, nosotros, profesores y alumnos, exponemos por un lado, la ciencia a su más propia necesidad y, por otro, nos mantenemos firmes en el destino alemán con todo su apremio29
Resonancias fuertes tendremos al respecto ya desde 1927, mostraré una serie de afirmaciones que apoyan la tesis que venimos defendiendo, nos dice:
La resolución, como modo propio de ser-sí-mismo, no corta el vínculo del Dasein con su mundo, ni aísla al Dasein convirtiéndolo en un “yo” que flota en el vacío […] La resolución lleva al sí-mismo precisamente a estar en ocupación en medio de lo a la mano y lo impele al coestar solícito con los otros. […]
En la resolución le va al Dasein su más propio poder-ser que, en cuanto arrojado, sólo puede proyectarse hacia determinadas posibilidades fácticas. […] La determinación existencial del cada vez posible Dasein resuelto, abarca los momentos constitutivos de aquel fenómeno existencial, hasta ahora pasado por alto, que nosotros llamamos situación. […] La resolución pone el ser del Ahí en la existencia de su situación. Pero la resolución delimita la estructura existencial del modo propio del poder-ser, atestiguado en la conciencia, del querer-tener-conciencia. En él, hemos reconocido la manera correcta de comprender la llamada. […]
En cuanto resuelto, el Dasein ya actúa. […] la resolución no es sino el modo propio del cuidado por el que el cuidado se cuida y que sólo es posible como cuidado.30
Y sobre la resolución en “La autoafirmación de la Universidad alemana” dice:
Una juventud estudiante, que tempranamente se atreve a entrar en edad viril y que extiende su voluntad sobre el destino venidero de la nación, se obliga radicalmente a ponerse al servicio de este saber.31
Pronunciar estas palabras mediadas de constantes elementos militares y en medio de una clara situación de xenofobia y racismo que traía consigo la política de su presente, no puede ser de manera alguna neutral. Hay una constante incitación a la acción, que no puede separarse del contexto político en el que se encuentra, hay un relevante uso de conceptos con trayectoria nazi que Heidegger introduce en su discurso. Ejemplo paradigmático es la intromisión del concepto «Sturm» en el texto platónico. A mi parecer esto implica dos cosas serias. La primera es que había una familiarización íntima de la conceptografía nacionalsocialista con Heidegger. Y la segunda, es que si tomamos en serio el significado de esa palabra, («tempestad», «asalto»), da la impresión que a todos aquellos a los que se dirigía ideológicamente el discurso, es decir, a los dirigentes del movimiento cercano a Heidegger, les quedaba perfectamente claro lo que advenía. Si seguimos textualmente las palabras de Heidegger durante el desarrollo del discurso, el pensador –aquel que supera el mero saber académico–, es aquel que le brinda los fundamentos últimos al movimiento político por el que está resuelto (Recordemos la forma, casi paternal, con la que, en 1955, Heidegger corrige la pobreza de Ernst Jünger para ver las implicaciones que el pensamiento Nietzscheano sobre el nihilismo alcanzaba en el desarrollo del pensamiento). El discurso “La autoafirmación de la Universidad alemana”, es un alegato hacia el papel activo que el pensador debe ejercer junto con el «servicio del trabajo» y el «servicio de las armas», ¿Cómo se pretende desligar todo esto de las consecuencias ideológicas que trajo el pensamiento heideggeriano?, de aquí que no se nos haga extraño que en 1966 Heidegger insista en que la filosofía no puede dar preceptos para dirigir hacia el futuro a los demás, cuando la primer línea del mentado discurso de 1933 comienza así «La aceptación del rectorado es el compromiso de dirigir espiritualmente esta escuela superior».
Se ha dicho por parte de los defensores de Heidegger que los no filósofos no entenderían las claves profundas de Ser y tiempo, especialmente los dirigentes nacionalsocialistas, pero volteemos la mirada hacia los alumnos que escucharon a Heidegger –que por lo que se deja ver en el diálogo con Spiegel eran muchos–, ¿no podemos pensar que a partir de allí el texto fuese leído en clave nacionalsocialista? A mí me parece que sí, y también sospecho que Heidegger se dio cuenta de ello, pues su insistencia en la imposibilidad de la filosofía por dar prospectivas, y la afirmación apocalíptica de que la filosofía había llegado a su final, no me parecen más que una autodefensa hacia los actos de los que fue partícipe en 1933. Para abordar esto desde otras partes, no se me hacen gratuito lo siguiente:
Lo que intenté, mientras estuve en el cargo [se refiere al rectorado], en relación con esta situación de la Universidad –hoy degenerada hasta el extremo– está expuesto en mi discurso rectoral.32
Esto nos conduce a afirmar lo siguiente: Heidegger fue conciente de las consecuencias que acarreó su pensamiento en relación a la estabilización y credibilidad del nacionalsocialismo. En los últimos años de su vida pública se dedica a cerrar todo espacio para la contraargumentación y para la sospecha de su afiliación al partido. El talento filosófico de Heidegger consiste en dar coherencia a la historia del pensamiento filosófico con la historia social-político-cultural de la Alemania de principio de los 20s. Ahora, habrá que preguntar a qué precio. Al precio de que la filosofía haya sido rebajada a un fundamento servil de una política totalitaria centrada en la raza y en la sangre. Lo que parece, ha sido el fundamento de la separación final de Heidegger con los nazis.