Musil, un gran lector de Nietzsche, señala que fue el filósofo alemán quien le enseñó a pensar en posibilidades que nunca se terminan de consumar. 1 El hombre sin atributos se presenta, a partir de esta idea, como la obra de la apertura constante, apertura que se relaciona de manera especial con la noción de "ensayismo" como forma de ejercicio de la escritura del "yo" sin propiedades. La noción de posibilidad implica la constante metamorfosis que ahuyenta, en parte, el peligro del estancamiento del pensar en figuras últimas "realizadas" y, con ello, consumadas.
¿Qué significa la idea de ensayismo? Ulrich, el hombre sin atributos, la relaciona con la posibilidad de observar el mundo desde diversos puntos de vista, los que nunca llegan a una esencia última, "porque un objeto desentrañado pierde de golpe su volumen y se reduce a un concepto". 2 De allí que Ulrich se considere un no filósofo: "los filósofos son opresores sin ejército, por eso someten al mundo de tal manera que lo cierran en un sistema". 3
Para aclarar esta noción del filósofo como opresor sin ejército, podemos referirnos a aquel general que aparece en la obra, von Stumm, quien se infiltra en la Acción Paralela como espía y, sintiéndose desconcertado ante la gran cantidad de ideas que son expuestas en las reuniones de dicha organización, decide realizar un ordenamiento de las corrientes que nacían con el inicio del siglo. El modelo se lo brinda el orden que existe en el ejército, en el que cada cosa tiene su lugar propio, pudiéndose saber inmediatamente quién es el aliado y quién es el enemigo, algo imposible de determinar, al parecer, en el ámbito de la cultura de su tiempo. Al intentar realizar el folio catastral de la cultura moderna, 4 von Stumm se siente rápidamente derrotado: en el ámbito del pensamiento, los "caudillos ideológicos", los que han llevado a la victoria los diversos destacamentos de ideas, han generado planes de batalla proveyéndose de combatientes y de material ideológico no sólo de los propios depósitos, sino también de las filas enemigas. La desorientación del general es grande: en este plano, los frentes de batalla cambian sin cesar, y las ideas se hallan en continuo proceso de deserción: Total, que no se puede establecer un plan fijo de campaña, ni una línea de demarcación, ni nada; el conjunto entero es, hablando respetuosamente -aunque no lo puedo creer- lo que nuestros superiores llamarían un montón de cerdos. 5
Esta actitud de von Stumm es la propia de la filosofía: la necesidad demarcatoria, que permite dar cuenta de lo otro reduciéndolo a la generalidad y a un lugar fijo en el sistema. La imagen del filósofo como opresor recuerda aquella otra que expone Nietzsche en Aurora, cuando relaciona ese intento de condensar el problema del mundo en una fórmula sencilla con la imposición del poder del filósofo: "Así era la filosofía un tipo de la más alta batalla para implantar la tiranía del espíritu". 6
La tiranía del filósofo se relaciona con el proyecto de concentrar todos los problemas en fórmulas sencillas, y en torno a la figura del propio pensador. En este sentido, la filosofía es violencia, violencia que a los fines de la universalidad anula la diversidad, la voz de la diferencia que intenta hacerse oir por encima de lo general. La búsqueda de nociones últimas o fundamentos significa el ejercicio de la violencia bajo la pretensión aséptica y mistificadora del "puro conocimiento", esa "vampirización" de la vida que se nutre de la sangre de lo diferente y de lo vital para reducirlo a la pura abstracción.
Frente al intento tiránico de la filosofía, la propuesta nietzscheana será la del perspectivismo, la posibilidad de asumir la multiplicidad a partir de la idea de construcción de diversas perspectivas por oposición a la sistematización basada en un fundamento, anuladora de las mismas. Frente al intento opresor del pensamiento, la frustración del general von Stumm, que quiere retornar a ese orden "moderno" del filosofar, está mostrando la impractibilidad del mismo: el pensamiento mismo se resiste a tal ordenación y reducción. De allí la necesidad musiliana del ensayismo multiplicador de perspectivas como forma propia del pensar del nuevo siglo. El valor del ensayismo se encuentra en el hecho de que, al analizar un objeto, tiene en cuenta sus circunstancias, los fines a que apunta, el conjunto en el que se inserta, y todo esto descrito de maneras diversas y cambiantes. La multiplicidad y diversidad de las referencias es la que torna posible un sistema de dependencias que carecen de significados independientes, y la que transforma al hombre en "compendio de posibilidades". Esto supone la aceptación de una cierta inseguridad como componente necesario de la vida, y la consideración de la norma moral ya no como un canon fijo sino como un "equilibrio movible" que se renueva dinámicamente. Con el ensayismo "se aprende a reconocer el juego alterno entre dentro y fuera" y el carácter constructivo del yo, que opera como esos pájaros que al construirse el nido recurren a materiales diversos.
Para un hombre sin atributos, es decir, para aquel yo en el que, como ya señalara Mach -pensador a quien se dedicó Musil en su tesis de doctorado de 1908- es casi imposible diferenciar entre experiencia interior y exterior, el ensayismo se transforma en el medio de constitución de lo real. En efecto, si el hombre carece de centro fijo y determinado después de la muerte de Dios, si el hombre no puede ser encerrado en los límites de ninguna "esencia", el pensamiento, como configuración de lo real, ya no puede ser aquel intento tiránico de encorsetar la realidad dentro de ciertos parámetros fijos e inamovibles.
Es cierto que la temática de la pérdida del centro debe ser relacionada con el resquebrajamiento del poder imperial en la Viena de fin de siglo. Pero el poder político cumple, en el ámbito institucional, la misma función del fundamento (arkhé) que ordena el mundo metafísico y que como télos jerarquiza el mundo moral, aquel fundamento colocado en la parte superior de la pirámide -cognoscitiva, ontológica, ética- que se derrumba con todos sus estamentos a partir de la muerte de Dios. Dicha muerte también se relaciona con la crisis de legitimación en el ámbito de la política, a partir de la caída de la figura ordenadora, caída que para los vieneses significaba el vivir en un imperio fragmentado y sumido en continuas luchas étnicas. La desaparición del centro significa, desde el punto de vista antropológico, que el hombre ya no tiene una "esencia" fija y determinada de antemano, que su yo se construye en una suerte de entrecruzamiento - en el Zwischen- 7 con los otros y con las circunstancias. Por ello el yo de Ulrich carece de atributos, porque los mismos habrían de remitir a un centro que ya no posee.
Un "yo" sin esencia fija es el que, en la construcción de la realidad, puede dar cuenta de que la misma se apoya, en definitiva, en la nada. La búsqueda de la "última realidad" carece de sentido desde un pensamiento de las posibilidades y del yo sin atributos, 8 y por ello debe eludirse todo aquello que signifique un "punto final" para el pensar. 9
La noción de "ensayismo" es la que Musil opone a la de novela, en la medida en que la novela supone siempre un relato que tiene una cierta continuidad o sucesión temporal. Pero, desaparecido el centro, el tiempo también se constituye, como la realidad, en una fuga constante, en el entrecruzarse de los instantes y en la tensión continua de acercamientos y alejamientos. De modo tal que el yo que se construye en la temporalidad se retrae a los límites del lenguaje. No hay un decir posible abarcativo de la yoidad, sino que todo decir se transforma en "decir en torno", tensión de cercanías y distancias.
La idea nietzscheana de perspectivismo como forma propia del pensar postmetafísico se halla muy cercana al "ensayismo" musiliano. Un semejante diagnóstico acerca de la pérdida del centro y de las posibilidades para el hombre a partir de la misma las acerca: el hombre que ya no puede ser concebido como una sustancia idéntica a partir de la muerte de Dios-fundamento ha de construir la realidad desde múltiples perspectivas, que eludan la idea de cierre definitivo.
De la misma manera que Musil, Nietzsche detesta los "puntos finales", puesto que los mismos estancan y detienen el pensar y sus posibilidades creativas. La búsqueda del punto final es la búsqueda del fundamento, esa necesidad de un eje fijo y seguro a partir del cual ordenar el pensamiento. La búsqueda del punto final es la que arriba al Dios-gramática como centro ordenador del lenguaje, al Dios-moral como centro ordenador de la vida de los hombres, al Dios-causa sui como fundamento ontológico. Dios promete seguridad al pensar y al obrar, en tanto el perspectivismo, esa posibilidad de pensar de maneras múltiples y nunca acabadas comporta aceptar el riesgo que supone la vida misma.
La idea de perspectivismo se relaciona con una concepción de la construcción de la realidad a través de ficciones, creación de sentidos que se torna posible desde una noción de la Wille zur Macht como continua tensión de disgregación-forma. Si concebimos a la voluntad de poder como fuerza de construcción-desestructuración, como razón imaginativa, 10 es posible entender el perspectivismo como esa continua multiplicación de puntos de vista. La Wille zur Macht es fuerza interpretativa que mantiene en constante tensión la necesidad de "logicización" del mundo y la de diversificación de perspectivas:
La "realidad" reside en el retorno constante de cosas iguales, conocidas, aparentes, en su carácter logicizable. 11
Pero esa necesidad de formar conceptos significa solamente que necesitamos preparar un mundo donde la existencia sea posible, donde el devenir no nos arrastre en su vorágine, 12 sin necesidad de atribuirle a esa realidad así configurada ningún carácter de "verdadera" en sentido último. La necesidad de orden, de "universalidad", de estructuración, está sometida, para evitar que el pensar se estanque en un nuevo fundamento, a la fuerza disgregante de la voluntad de poder, que rompe las figuras por ella construidas para multiplicar las perspectivas.
Esta posibilidad de ruptura y re-estructuración puede relacionarse con lo que tradicionalmente ha sido considerado como "imaginación", en el sentido multiplicador de las posibilidades interpretativas. La interpretación exige tanto el momento provisorio de unidad -la "razón"- como la ruptura constante de las unidades logradas para no estatizarse en respuestas últimas -labor de ruptura que realiza la "imaginación". El tipo de hombre que genera este trabajo interpretativo es el "filósofo artista", creador de sentidos que ya no se basan en fundamentos últimos, sino que asumen la provisoriedad y la contingencia.
Interpretar la Wille zur Macht como razón imaginativa que opera en el perspectivismo implica una idea más que cercana al ensayismo musiliano, la de un trabajo de continua transformación que rechaza tanto el descanso en las arkhaí como la mirada desencantada que se detiene en lo fragmentario aislado, sin voluntad constructiva alguna. El ensayismo de Musil se relaciona con la idea de un hombre sin atributos, con la posibilidad de que la "subjetividad" se constituya desde las múltiples máscaras nietzscheanas, habida cuenta de la desaparición de la idea de identidad en sentido tradicional. El hombre descentrado configura la realidad desde perspectivas diversas que, al rechazar la idea de una verdad última y aceptar que todas las construcciones se apoyan en la nada (Abgrund del pensamiento), no agotan nunca las posibilidades de creación de sentidos.
La temática musiliana del ensayismo se inscribe en el marco de una historia de amor, la de los hermanos gemelos. Y es partir del amor de los mismos (los unidos-separados, los idénticos-diferentes) que es posible entender otro aspecto del ensayo, relacionado con la tensión antes mencionada. Cuando Ulrich interpreta su amor, descubre que el mismo siempre es plural, múltiple, que no puede ser remitido a la simple relación entre dos personas y que, en ese sentido, abarca a muchos más: todos aquellos que se entrecruzan con nuestras fuerzas y nos constituyen -y los constituimos- como yoes. Los hermanos son los unidos-separados porque el amor es fuerza que acerca a partir del reconocimiento de la diferencia, fuerza que mantiene la relación en tensión para evitar que se transforme en apropiación del otro. Del mismo modo en que la inagotabilidad del amor está posibilitada por la tensión que impide que el mismo se transforme en "propiedad" de alguien, la inagotabilidad del pensamiento ensayístico-perspectivista se relaciona con el erotismo, con esa fuerza tensionante que ama forjar figuras diversas sin detenerse de forma última y definitiva en ninguna. El ensayo, como tensión, es fuerza erótica que elude la apropiación que agota y momifica. 13 De la misma forma en que el amor, pensado como tensión constante, aleja del peligro de las relaciones estatizadas -y por ende, muertas-, el pensamiento ensayístico-perspectivista, en tanto erotismo interpretativo, fuerza tensionante, aleja de ese otro peligro para el hombre representado por las construcciones últimas, que tienen la última palabra. Porque tener la última palabra en el ámbito del pensar es condenar al mismo a la muerte.