Observaciones Filosóficas - Erostratismo y Tecnociencia; revisión de las patologías de fin siglo a través de la ciencia ficción
Buscar//InicioNúmero ActualArtículosDocumentosAgendaPostgradoQuienes SomosContactoLinks//
--------------------------
Revista Observaciones Filosóficas


Revista Observaciones Filosóficas

Categorías
Antropología Filosófica | Filosofía Contemporánea | Lógica y Filosofía de la Ciencia | Estética y Teoría del Arte
Literatura y Lingüística Aplicada | Ética y Filosofía Política

Artículos Relacionados


enviar Imprimir

art of articleart of articleErostratismo y Tecnociencia; revisión de las patologías de fin siglo a través de la ciencia ficción

Dr. Célida Godina1 - Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, BUAP
Resumen
Es necesario relacionar la influencia de la literatura de ficción con el progreso técnico. Por ello en este artículo hablo de qué se entiende por ciencia ficción, cuáles son sus características y cómo lo escrito por los autores de ficción ha tenido repercusión en el desarrollo de la tecnociencia. Destaco como el filósofo Miguel de Unamuno en 1913 anticipó en un cuento de ficción lo que sería el mundo gobernado por las máquinas.

Abstract
It is necessary to link the influence of fiction literature with the technical progress. In this article the author discusses the meaning of science fiction, which are its features and how the written by the sciences fiction authors has had repercussions in the development of the technoscience. For this the fictional tale that shows how would be the world governed written by the philosopher Miguel de Unamuno in 1913 is putted into perspective.

Palabras clave
Ciencia ficción, literatura, mundo técnico, filosofía, progreso científico.

Keywords
cience fiction, literature, technique, world, philosophy, progress



A mi hermano Luis Antonio, por mantener el diálogo

Primera parte

La ciencia ficción también fue conocida en su origen como literatura de anticipación es hoy la denominación popular con que se conoce a uno de los géneros derivados de la literatura de ficción, junto con la literatura fantástica y la narrativa de terror.

Los estudiosos del género no han podido llegar a un consenso sobre una definición formal, siendo éste un tema de gran controversia. En general se considera ciencia ficción a los cuentos o historias que versan sobre el impacto que producen los avances científicos, tecnológicos, sociales o culturales, presentes o futuros, sobre la sociedad o los individuos.

Kingsley Amis, para la revista en línea Gigamesh2 explica que la ciencia ficción es “Aquella forma de narrativa que versa sobre situaciones que no podrían darse en el mundo que conocemos, pero cuya existencia se funda en cualquier innovación, de origen humano o extraterrestre, planteada en el terreno de la ciencia o de la técnica, o incluso en el de la pseudo ciencia o la pseudo técnica”.3

La ciencia ficción es pues el género narrativo que sitúa sus tramas en un mundo cuya única aspiración de realidad es la posibilidad de su existencia. Esto es aplicable también a lo que se denomina fantasía, pero ésta también puede tomarse como una ramificación. Según David Pringle, escritor para la revista antes mencionada, “es una forma de narrativa fantástica que explota las perspectivas imaginativas de la ciencia moderna”.4

La ciencia ficción se caracteriza por:

  1. Transcurre en un tiempo futuro.

  2. Transcurre en un planeta distinto a la Tierra.

  3. Hay extraterrestres.

  4. La tecnología es más avanzada que la actual.

  5. No hay magia (Esto forma parte fundamental de las diferencias entre lo que es Ciencia Ficción y fantasía).

  6. Todos los aspectos extraordinarios de la narración tienen una explicación racional, no se le puede dar otro margen.

Sus elementos más significativos son:

Tenemos un mundo ficticio, éste es el primer paso. Una sociedad que no existe de hecho, pero que se basa en nuestra sociedad real, es decir, ésta actúa como punto de partida. La sociedad deriva de la nuestra en alguna forma, tal vez ortogonalmente, como sucede en los relatos o novelas de mundos alternos. Es nuestro mundo desfigurado por el esfuerzo mental del autor, nuestro mundo transformado en otro que no existe o que aún no existe. Este mundo debe diferenciarse del real al menos en un aspecto que debe ser suficiente para dar lugar a acontecimientos que no ocurren en nuestra sociedad o en cualquier otra sociedad del presente o del pasado. Una idea coherente debe fluir en esta desfiguración; quiero decir que la desfiguración ha de ser conceptual, no trivial o extravagante. Ésta es la esencia de la ciencia ficción, la desfiguración conceptual que, desde el interior de la sociedad, origina una nueva sociedad imaginada en la mente del autor, plasmada en letra impresa y capaz de actuar como un mazazo en la mente del lector, lo que llamamos el shock del no reconocimiento. Él sabe que la lectura no se refiere a su mundo real.

Podemos coincidir que la primera obra de ciencia ficción con contenidos similares a los del género, tal y como hoy se entiende, se remonta a 1818, año en que es publicado Frankestein de Mary Shelley. Hay quienes ven elementos de ciencia ficción en leyendas y mitos muchos siglos antes. En la mitología griega, se cuenta que Dédalo, el padre de Ícaro y constructor del laberinto de Minos, construyó estatuas de madera que eran capaces de moverse solas, también está el mito del Golem. El viaje a la Luna fue objeto de iniciativas literarias antes de 1818; dos de las más conocidas son la de Cyrano de Bergerac, siglo XVII y la del Baron Moüchansen, siglo XVIII.

El precursor más citado es la obra de Tomás Moro, Utopía en 1516, primer relato que incorpora la descripción de una sociedad completamente imaginada y con ciertos toques que parecen acercarse a una serie de principios científicos. Sin embargo, se ha llegado a reconocer que la obra que supuso un antes y un después en la concepción de la literatura de ficción científica fue la obra de Shelley.

En la década de 1850 aparece Julio Verne, el que probablemente pasa por ser uno de los autores más prolíficos del siglo XIX en el campo de las aventuras de corte científico. En 1851 publica su primera obra con contenido de ficción científica: Cinco semanas en el globo. La aparición de esta obra supone un hito, toda vez que a partir de su publicación este género empieza a transformar sus intenciones, y la ciencia subyacente pasa de ser un motivo de inquietud o de preocupación por lo desconocido a ser un soporte de historias de aventuras y descubrimientos.

Segunda parte

Ha habido muchos escritores de ciencia ficción que han tratado de visualizar otros mundos posibles. Quiero destacar a Samuel Butler y su obra Erewhon o allende las montañas, citado por el filósofo Rodolfo Santander en su artículo “Autonomía del proceso técnico y libertad humana”, ya que esta obra fue de gran influencia para Miguel de Unamuno. Santander habla del libro de Butler y explica la obra, aparecida en 1872, hace referencia al fenómeno del maquinismo en el capítulo que se titula “el libro de las máquinas”. El protagonista de la historia de Butler en su viaje descubre una civilización que después de una terrible guerra civil, había relegado a las máquinas a las salas de un museo destinadas a guardar piezas paleontológicas. Siglos antes un profesor de Erewhon había encendido la disputa que condujo al conflicto al publicar un escrito en el transponía el dominio de las máquinas la teoría de Darwin. El desarrollo de las máquinas se presentaba como “un proceso evolutivo orientado hacia la diferenciación y la creciente autonomía de los organismos mecánicos…sus energías evolutivas debían conducirlos necesariamente hacia un estado en que se tornarían independientes del hombre y llegarían a ser capaces de reducirlo a una total esclavitud”.5

Ahora bien, en el mundo filosófico el pensamiento de Unamuno se detuvo en la reflexión sobre la técnica y el mundo moderno. Lo que al filósofo vasco le importa es destacar como “el hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere —sobre todo muere—, el que come, bebe, juega, duerme, piensa, y quiere: el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano”,6 se ve influido por el progreso de la ciencia.

El objeto de la reflexión unamuniana es el hombre, el hombre que muere y que no puede morir, aunque no quiera, el hombre busca de cualquier modo perpetuarse, por eso es como Eróstrato que quemó el templo de Efeso para hacer imperecedero su nombre. Miguel de Unamuno en su obra Amor y pedagogía (1902) dirá que el erostratismo es la enfermedad del siglo. Eróstrato puso el ejemplo de cómo pasar a la posteridad: “no creemos ya en la inmortalidad de alma y la muerte nos aterra, nos aterra a todos, a todos nos acongoja y amarga el corazón la perspectiva de la nada, del ultratumba, del vacío eterno….Y como no creemos en la inmortalidad del alma, soñamos con dejar un nombre, en que de nosotros se hable”.7 Lo trágico de la vida del hombre nace exactamente en la toma de conciencia de que tiene que morir. El fundamento de esta angustia está en la precariedad y la inconsistencia del ser, carcomido hasta la raíz por la temporalidad que no le permite eternizarse, sobrevivir, permanecer. La tensión que se crea entre el anhelo de verdadera inmortalidad y la finitud de la vida, genera en el hombre aquella angustia para la que él busca una salida, aun sabiendo que no la hay o, mejor, que no puede existir si el hombre es dejado solo.

En esta perspectiva de salvación se inserta la teoría unamuniana del sueño, que va a ser la estructura fundamental de su filosofía. El sueño es la irrealidad que da sentido a la realidad, la fe que permite al hombre vivir auténticamente. Eso vale para cualquier tipo de fe, sea religiosa, política o científica, como puede ser la teoría de la supervivencia del más apto “no siendo más [esta teoría] que una profesión de fe. [...], una afirmación de vivificante ensueño. Porque esos pueblos e individuos que enarbolan la bandera de la sobrevivencia del más apto es que creen, creen por fe, creen en su propia mayor aptitud, se creen inmortales o poco menos. Sueñan y porque sueñan obran. ¡Bendito ensueño!”.8

El sueño va a ser fundamental para posibilitar la existencia de la historia, siendo el motor básico del obrar humano. El hombre soñando, es decir creyendo, obra según los dictámenes de su mismo sueño, que de tal manera deviene casi la ideología significante de la historia. Así que, si el origen de la historia es esencialmente algo biológico y químico, como ahora veremos, hay verdadero desarrollo histórico sólo mediante una significación espiritual en la que la sustancia irracional del hombre, la que Unamuno llama cardiaca, tome su papel de guía por medio de su expresión exterior, que podemos llamar sueño o fe, sin que haya distinción entre los términos.

La filosofía tiene que lograr saciar esta hambre de inmortalidad del hombre, y no buscar eludirla o engañarla. Pero desear o, mejor, querer la propia persistencia no significa vivir sólo en función de ella, esperando morir. La muerte siempre tiene que estar presente en nuestra vida, pero solamente para dar sentido a la vida, es decir a la agonía, no para anular la vida de aquí en la espera de la venida de la del más allá. Mas, alguien podría preguntar, ¿y al hombre qué le queda? Quizá le quede sólo su propia vida, su trágica condición de ser mortal insertado en una historia que sólo puede ser dirigida por él mismo, y en la cual tiene que desarrollar su vida según la historia, en una influencia circular y recíproca en que, de todas maneras, es él quién tiene el mando. Pero sólo en su vida y en su historia, que es su triunfo y su tormento, el hombre puede ser verdaderamente en sí mismo. La filosofía tiene que lograr saciar esta hambre de inmortalidad del hombre, y no buscar eludirla o engañarla. Pero desear o, mejor, querer la propia persistencia no significa vivir sólo en función de ella, esperando morir. La muerte siempre tiene que estar presente en nuestra vida, pero solamente para dar sentido a la vida, es decir a la agonía, no para anular la vida de aquí en la espera de la venida de la del más allá.

En Miguel de Unamuno hemos podido encontrar también su preocupación por la ciencia y la técnica a través de dos obras: Amor y pedagogía de la necesidad de saber para vivir es lo que originó la ciencia9 y un cuento, Mecanópolis.10 Este último título apareció en 1913, la palabra que titula la obra es de una ciudad que Unamuno inventa. Es una palabra compuesta de dos partes Mecano, que tiene que ver con algo mecánico, en este caso las máquinas, y polis, que viene del antiguo griego que significa ciudad o estado. Entonces el titulo significa ciudad de las máquinas. Unamuno siempre se declaró contra el progresismo que amenazaba con consumir las ciudades, también reflexionó sobre la época materialista en la que la sociedad está entrando. Mecanópolis tratará de un personaje que se encuentra en una estación de ferrocarril enteramente desierta, en esta estación no había ni un alma, un tren desierto, sin maquinista ni fogonero. Al personaje se le ocurre subir y entonces el tren se pone en marcha. El personaje experimenta un loco terror y le entran ganas de arrojarse por la ventanilla. Pero, diciéndose: “Veamos en qué para esto”, me contuvo. El tren era muy veloz y cuando el tren al cabo de un tiempo se paró, el personaje se encuentra en una magnífica estación muy superior a cuantas acá conocemos. Cuando salió de la estación no podía creer en lo que veía….una ciudad de sueño. No podemos ni soñar todo lo que de magnificencia, de suntuosidad, de comodidad, y de higiene estaba allí acumulado. Sin embargo pensó que para que se quería todo esto pues no se veía ser vivo alguno. Ni hombres, ni animales. Ni un perro cruzaba la calle; ni una golondrina el cielo.

Vio en un soberbio edificio un rótulo que decía: Hotel, escrito así, como lo escribimos nosotros, y allí entró. Completamente desierto. Llegó al comedor. Había en él dispuesta una muy sólida comida. Una lista sobre la mesa, y cada manjar que en ella figuraba con su número, y luego un vasto tablero de botones numerados. No había si no tocar un botón y surgía del fondo de la mesa un plato que se deseara. Después de haber comido el personaje salió a la calle, ahí cruzaban tranvías y automóviles, todos vacíos. No había sino acercarse, hacerles una seña y paraban. Tomó un automóvil y se dejó llevar. Fue a un magnífico parque geológico, en los que se mostraban los distintos terrenos, todos con sus explicaciones en cartelitos. La explicación estaba en español, sólo que con ortografía fonética. Salió del parque, vio que pasaba un tranvía en ese rótulo: “Al Museo de Pintura”, lo tomó. Había allí todos los cuadros más famosos y en sus verdaderos originales. Se convenció de que cuantos tenemos por acá, en nuestros museos, no son sino reproducciones muy hábilmente hechas. Al pie de cada cuadro una doctísima explicación de su valor histórico y estético, hechas con la más exquisita sobriedad. En media hora de visita allí aprendió sobre pintura, más que en doce años de estudio. Por una explicación que leyó en el cartel de la entrada vio que en Mecanópolis se consideraba al Museo de Pintura como parte del Museo Paleontológico. Era para estudiar los productos de la raza humana que había poblado aquella tierra antes que las máquinas la suplantaran. Parte de la cultura paleontológica de los mecanopolitas -¿quiénes?- eran también la sala de música y las más de las bibliotecas, de que estaba llena la ciudad. ¿A qué he de molestarte más? Visitó la gran sala de conciertos, donde los instrumentos tocaban solos. Estuvo en el Gran Teatro. En un cine acompañado de fonógrafo, pero de tal modo que la ilusión era completa. Pero le heló el alma el que era el único espectador. ¿Dónde estaban los mecanopolitas?

Cuando a la mañana siguiente se despertó en el cuarto del hotel, se encontró, en la mesilla de noche, El Eco de Mecanópolis, periódico del lugar, con noticias de todo el mundo recibidas en la estación de telegrafía sin hilos. Allá, al final, traía esta noticia: “Ayer tarde arribó a nuestra ciudad, no sabemos cómo, un pobre hombre de los que aún quedaban por ahí, la auguramos malos días.” Los días del personaje de este cuento unamuniano empezaron a hacérsele torturantes. Y es que empezó a poblar su soledad de fantasmas. Es lo más terrible de la soledad, que se puebla al punto. Dio en creer que todas aquellas fabricas, aquellos artefactos, eran regidos por almas invencibles, intangibles y silenciosas. Dio en creer que aquella ciudad estaba poblada de hombres como y él, pero que iban y venían sin que lo viese ni los oyese ni tropezara con ellos. Se creyó víctima de una terrible enfermedad, de una locura. El mundo invisible con que pobló la soledad humana de Mecanópolis se le convirtió en una martirizadora pesadilla. Empezó a dar voces, a increpar a las máquinas, a suplicarlas. Llegó hasta caer de rodillas delante de un automóvil, implorando de él misericordia. Estuvo a punto de arrojarse, aterrado cogió el periódico, a ver lo que pasaba en mundo de los hombres, y se encontró con esta noticia: “Como preveíamos, el pobre hombre que vino a dar, no sabemos cómo, a esta incomparable ciudad de Mecanópolis, se está volviendo loco. Su espíritu, lleno de preocupaciones ancestrales y de supersticiones respecto al mundo invisible, no puede hacerse al espectáculo del progreso. Le compadecemos.”11

Nuestro personaje no pudo ya resistir esto de verse compadecido por aquellos misteriosos seres invencibles, ángeles o demonios –que es lo mismo-, que él creía que habitaban Mecanópolis. De pronto le saltó una idea terrible, y era la de que las máquinas aquellas tuviesen su alma, un alma mecánica, y que eran las máquinas mismas las que le compadecían. Esta idea le hizo temblar. Creyó encontrarse ante la raza que ha de dominar la tierra deshumanizada. Entonces salió como un loco y fue a echarse delante del primer tranvía eléctrico que pasó. Cuando despertó de golpe se encontró de nuevo en el oasis de donde partió. Echó a andar, llegó a la tienda de unos beduinos, y al encontrarse con uno de ellos, lo abrazó llorando y se entendieron, le dieron de comer, por la noche salió con ellos, y tendidos en el suelo, mirando el cielo estrellado, oraron juntos. No había máquina alguna en derredor de ellos. Y desde entonces concibió un verdadero odio a eso que llamamos progreso, y hasta a la cultura, y anduvo buscando un rincón donde encontrar a un semejante, un hombre como él, que llore y ría como él reía y lloraba, y donde no haya una sola máquina.

Tercera parte

Este cuento no hay que olvidarlo, es una obra donde podemos ver en lo que se puede convertir el mundo si no tenemos prudencia al maquinizar nuestra existencia. Hoy en día la inteligencia artificial promete que la máquina superará al hombre ya que se podrán crear máquinas pensantes. Dentro de la inteligencia artificial se proponen que las máquinas corrijan los errores y defectos humanos.

Las "redes neuronales" (artificiales) se encuentran en sus primeras fases de desarrollo, sin embargo, se ha encontrado que tienen capacidades autónomas de aprendizaje, y que la información que almacenan es recuperable con base en su contenido. También se ha observado que estos sistemas pueden "recordar" a partir de información incompleta o con mucho ruido. Todas éstas son características análogas a las de la mente humana.

Recientemente ha habido un gran auge de la investigación en redes neuronales y neurocomputadoras, y como consecuencia se han logrado grandes avances de carácter fundamental. Estos avances comienzan a verse reflejados en el plano tecnológico, ya que se empiezan a desarrollar computadoras que funcionan con base en estos principios. En estos momentos ya existen en el mercado algunos programas que operan en computadoras convencionales y que funcionan "imitando" estas nuevas arquitecturas. Estos programas son ejemplos modestos de lo que tendremos en los años por venir.

Todo parece indicar que el estudio de este tipo de modelos contribuirá al desarrollo de los llamados "robots inteligentes". Idealmente, la característica principal de estos nuevos robots inteligentes sería su alto grado de adaptación, esto es, exhibirían un comportamiento que se ajustaría a las condiciones externas de una manera apropiada. Para ello sería necesario dotarlos de funciones sensoriales artificiales, y de un sistema para procesar la información recibida a través de los "sentidos". Después de procesada, la información sería almacenada, y de manera paralela esta información recién aprendida modificaría las respuestas del robot al medio. Esto es, se pretende lograr construir máquinas en las cuales los circuitos mismos aprendan a partir de la experiencia, y que se autoorganicen. Por el momento, lo anterior es un proyecto a realizar en los próximos 10 años.


Bibliografía
María Bárbara López Mosqueda: Ciencia ficción
http://www.geocities.com/rainnightmare/sci_fi.htm consultado 2 de octubre de 2008.

Jesús Rodolfo Santander
“Autonomía del proceso del desarrollo de la técnica y libertad humana”, en La lámpara de Diógenes, México, Buap, No. 6, julio-diciembre de 2006.

Samuel Butler
Erewhon o allende las montañas, Barcelona, Bruguera, 1982.

Miguel de Unamuno
Amor y pedagogía, Madrid, Colección popular-Editorial libra, 1971.

Mecanópolis:
http://www.utpa.edu/faculty/jmmartinez/Undergrad/UndSPAN4392Mecanopolis.pdf consultado el 19 de octubre de 2008

Revista de ciencia ficción: Gigamesh http ://www.gigamesh.com consultada 20 de octubre de 2008



Fecha de recepción: 25 de marzo de 2009
 
Fecha de aceptación: 4 de junio de 2009


1 Profesora-investigadora de la Maestría en Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México.
2 http ://www.gigamesh.com
3 Ídem
4 Ídem
5 Jesús Rodolfo Santander: “Autonomía del proceso de desarrollo de la técnica y libertad humana”, La Lámpara de Diógenes, No. 6, p. 40.
6 Miguel de Unamuno: Amor y pedagogía, p. 7.
7 Op. Cit. p. 112.
8 Ibídem
9 Op. Cit. p. 129.
10 Miguel de Unamuno: Mécanópolis (1913), http://www.utpa.edu/faculty/jmmartinez/Undergrad/UndSPAN4392Mecanopolis.pdf
11 Ibídem
Revista Observaciones Filosóficas - Nº 8 / 2009


Director: | Revista Observaciones Filosóficas © 2005 -