Observaciones Filosóficas - La Teoría del don y la noción de lazo social. Una aproximación a la constitución de subjetividades desde M. Mauss, Claude Lévi-Strauss y Lacan
Lo que M. Mauss1 nos muestra a lo largo de todo su ensayo sobre los dones de 19242 es la sospecha de que existe en todas las sociedades, en las más diversas formas, el intercambio, que parece estar en el centro de la organización social aunque no lo veamos. Esto implica para sus miembros no solo el dar sino que también el tener que recibir y retribuir, siendo obligaciones a las que no se puede eludir. Las indagaciones de Mauss eran para aclarar por qué la economía del don –que es como él llama a esta forma de dinámica al interior de una comunidad- rige en las sociedades por él estudiadas, pero también con la sospecha que sería de aplicación universal. Su trabajo ofrece una explicación del origen del orden social que podría diferir o complementar a lo señalado por Freud y su asesinato del padre primordial como el acontecimiento generador de normas y regulaciones, es decir de la cultura.
Sostiene que las sociedades humanas que perseveraron en el tiempo esto sólo les fue posible cuando se dio la presencia de un factor clave, produciendo un tipo específico de relaciones sociales. Y ¿cuál es ese tipo particular de vínculo que se encontraría en sus bases? el don y su triple obligación (donar/ recibir/devolver), ya que lo que el don tiene es que lo que obliga a donar es el hecho que donar obliga. Obliga en ambas direcciones donante y donatario. ¿Qué es lo que mueve o presiona para realizar tal donación? Tal vez el sentirse en deuda con algún otro en particular o con alguien, los dioses por ejemplo o reconocer un mandato que lo trasciende o alguna propiedad de las cosas mismas que mueven a ello. Pero en concreto ¿qué reciben los donantes a cambio?, ¿en cuanto tiempo más? y ¿de qué forma?
Si se reconoce que hay una obligación de donar, y cada sociedad se encarga de organizarse para que esto ocurra, no queda tan claro por qué se tiene que devolver -¿cómo un pobre puede retribuir lo que le entrega alguien que no lo es?, será suficiente un dios lo bendiga- y esta es una debilidad que M. Godelier (1988) detecta en el ensayo de Mauss, un cabo suelto, una pregunta que quedó sin respuesta, a lo que él llamó el enigma del don.
Cuando se realiza un acto de dar, sea entre individuos o entre grupos, se establece una relación particular entre sus protagonistas, crea un desequilibrio o desigualdad entre una parte que da y la otra que recibe; esta última cae en la categoría de deudor y en cierto sentido en un nivel inferior a su contraparte, (queda agradecido pero también debiéndole algo a ese otro, el dicho es te debo una) Por lo que el acto mismo de donar establece una desigualdad de status social, aunque quizás lo correcto sería decir que visibiliza, patentiza algo que quizás ya era así. El rico lo era antes de donar y lo seguirá siendo (nunca se da todo, siempre es algo) y el pobre podrá mejorar su condición pero no se hará rico; lo realmente nuevo que aquí ocurre es que ahora el pobre es deudor del rico, y se establece un lazo anteriormente inexistente entre ellos. El don tendría la propiedad de ser socialmente inclusivo, ya que a la distancia social se le agrega la deuda, que paradojalmente acerca, une y todo ello ocurre en un solo acto el dar-recibir3. Lo que además, podría pensarse no solo como un acto de ayuda desinteresada sino que también como un gesto que porta implícita cierta dosis de violencia, al ser obligatorio de aceptar.
Lo anterior podría estar implicando algún tipo de movimiento antagonista a toda idea de competencia, a la lucha por la sobrevivencia, a ese modelo darwiniano en que los mejores están por sobre los demás. Es como si por su intermedio se quisiera neutralizar la emergencia de fuerzas que podrían poner en peligro el orden social existente. Entonces, podemos decir que el don no es solo repartir bienes, también tiene una ambivalencia esencial al evidenciar que no todos somos iguales, pero simultáneamente se busca atenuar esto a través del compartir (y aquí creo que el compartir se puede leer como una forma de evitar el competir). Pero, además, es importante no olvidar que se transforma en un poderoso generador de alianzas y vínculos sociales de todo tipo. El don es posible verlo entonces como un promotor del buscar el contacto con el otro. En mi opinión aquí se toca de modo directo lo referente a la constitución del sujeto a partir de esa experiencia fundante de lo humano que es el encuentro con el otro, con un desconocido, pero aquí de un modo no antagonista.
Cuando un jefe de un grupo tribal, clan o reino da en matrimonio a su hija para unirla con un hijo de la familia gobernante de un grupo rival, hay mucho más que una simple alianza familiar, hay una invitación a formar una nueva comunidad mayor, hay una estrategia para evitar un enfrentamiento, hay el reconocimiento implícito de un don que hay que retribuir, de una deuda que se acepta desde el momento que se lo recibe. Lo que el don promueve no es un eterno ir y venir de bienes, aunque eso sea lo más visible, sino que lo que el don promueve es la alianza…en último término el don no solo es algo que vincula a los sujetos participantes, también implica a todos, a la sociedad, a la naturaleza y el universo entero donde el sujeto se ve inscrito en un cosmos que lo contiene y lo supera4.
Retomando una pregunta planteada más arriba respecto del por qué donar, Mauss se explica diciendo que esto esta en el espíritu de las cosas, el hau de las culturas polinésicas. En otras palabras, existiría algo, una propiedad en las cosas mismas que empujan a los hombres al intercambio entre ellos. Ante esto Levi-Strauss se responde limpia y elegantemente diciendo “evidentemente no”5, las cosas no ocurren así; lo que sucede es que el hau es la forma consciente como esos hombres en particular se representan el intercambio, práctica que se les impone como una necesidad inconsciente, al decir de Levi-Strauss. Por lo tanto, los hombres serían actuados por estas fuerzas ajenas a su conciencia.
Para Lévi-Strauss la vida social es un eterno intercambio entre individuos o entre grupos de bienes y de mujeres, por eso el parentesco también lo ve como un intercambio, pero siempre dentro del plano de lo simbólico. Si todo esto es así, se debería ver a expresiones como el hau como creaciones del espíritu humano para explicarse a si mismo su proceder, se generarían significantes que no se corresponden con ningún significado, significantes vacios de sentido, pero no por ello inútiles, al contrario permiten sostener y no cuestionar la experiencia humana particular. Con esto, creo que Lévi-Strauss nos deja en el borde de un nuevo pensar sobre un origen más bien simbólico de lo social al establecer una conexión inédita entre el lenguaje y lo social:
“Al igual que el lenguaje, lo social es una realidad autónoma; los símbolos son más reales que aquello que simbolizan; lo que significa precede y determina a lo significado”6
Ahora quisiera señalar un hecho destacado por A. Weiner (1992), que dentro de una economía del don tiende a darse de modo sistemático y tal vez complementario a la práctica del don: el guardar. Se trata de que ciertos objetos queden excluidos de todo esto, no se donarán bajo ninguna circunstancia, se los resta de la circulación, lo que se consideran los más valioso o lo más sagrado de un grupo, de una comunidad, nación o de una familia; lo que se ve como fuente de cohesión y mantenimiento de dicha sociedad al permitir trasmitir identidad a lo largo del tiempo; y, que por lo mismo adquieren un fuerte valor simbólico (algo así como las joyas de la corona, las obras de arte custodiadas en un museo nacional, objetos pertenecientes a ilustres ancestros, la constitución política de un estado o las reservas del Banco Central) piénsese en lo que se exhibe y luego se vuelve a guardar –sale a la luz- en un día del patrimonio.
Al decir de M. Godelier los hombres no solo viven en comunidad, en una sociedad sino que además deben producir la sociedad donde viven, es decir no se trata simplemente de actores sino que también de autores, ¿de qué? pues de las reglas de convivencia.
Se podría pensar, ahora, en el complejo de Edipo y la obligación exogámica que establece como imperativo, según la teoría freudiana, el que iría en esta misma dirección (Freud, 1997) Luego, no todas las mujeres circulan en el intercambio; de ahí a formalizar las normas que permiten el establecimiento de vínculos o alianzas hay un solo paso; y quien lo puso de manifiesto con su estudio sobre las reglas del intercambio, génesis de todo nuevo parentesco fue Lévi-Strauss (1969)
Ahora bien, dentro de toda esta parafernalia de bienes que van y vienen, de dones y contra-dones, de obligaciones de recibir y de retribuir, ¿Existe un bien que lo sea por excelencia el que mayor circulación tenga? Pareciera ser que si, y la respuesta es las mujeres7. La posesión de estas sea vista en términos cualitativos: de belleza, fertilidad o habilidades específicas por ejemplo; o cuantitativas, número de esposas que mantener o amantes, marca a su poseedor en términos de jerarquía social. Entonces, se nos estaría diciendo –indirectamente- que lo social sería cosa de hombres, quienes intercambian bienes entre si, siendo los más preciados las mujeres.
De nuevo, volveremos a encontrar algo de esto en la obra de Freud, quien al postular el origen del orden social a partir del asesinato colectivo por parte de los hijos de ese padre primordial en la disputa por el acceso a las mujeres muestra la relevancia de estas, pero también que esto sigue siendo un asunto de hombres, y el establecimiento de una nueva normativa o ley que regulará la convivencia entre ellos, era eso, algo solo para ellos, para hombres.
¿Es posible sacar algunas consecuencias de todo esto?, primero las mujeres aunque sean vistas como bienes tienen un papel importante en la organización social, su presencia y número llevan a establecer categorías sociales entre los hombres, esto hace repensar los vínculos familiares directos, el rol que tiene una hija o una hermana serían entonces una posesión valiosa y que tal vez no se quiere perder, tal vez no tendrían una circulación tan libre, tal vez el intercambio de mujeres tendría una característica muy peculiar, se las tendría que dar, reconociendo una ley superior, pero al mismo tiempo se las querría mantener8.
Por esta vía se produciría una interdependencia entre todos los participantes, esta particular ligazón –el don- sería causa del establecimiento del lazo social que los une. No olvidar que su efecto es generar alianzas con desconocidos9.
El camino que abrió Mauss con su ensayo dejo paso a un trabajo en una línea más interpretativa. Ya esta claro lo que produce en quien da y en quien recibe; ya esta claro cómo dinamiza las relaciones sociales; pero algo de la subjetividad queda más bien en el aire, tal vez es posible decir algo respecto del don desde una perspectiva psicoanalítica, cuando se vienen a la mente conceptos como deseo, ley, deber, culpa, deuda.
Por este camino se podría repensar lo edipico y su proclamado horror al incesto no como un gran tabú de validez universal sino que como dice A. Weiner tal vez solo tiene una alta frecuencia, lo que lo transforma en algo estadísticamente significativo, pero no obliga. Así que no sería el tabú del incesto lo que empujaría a los hombres al intercambio de mujeres sino más bien este punto se basarían en la economía del don; en último término en la necesidad perentoria de dar para poder recibir; eso sí sería lo universal. Y para Weiner esto debería promover que “el tabú del incesto así como el lazo entre los hermanos deben ser repensados como parte de una reformulación de la teoría del intercambio”10 (traducción del autor)
La visión que Lacan nos da del sujeto trae como gran aporte la inclusión del otro, lapsus freudiano que la lectura lacaniana detecta. Y las interacciones que están reguladas por normas ahora generan particulares modalidades del lazo social.
Esta nueva visión psicoanalítica, lo lacaniano, no apunta a una mera modificación de la técnica psicoanalítica, sino que implica una reflexión sobre el devenir del sujeto en su vinculación al lazo social, pero también lo cuestiona en el despliegue mismo de su subjetividad particular.
El sujeto será entendido como el resultado de un efecto del lenguaje y de restricciones-obligaciones culturales (normas), es el orden simbólico que lo hace humano; y en donde su subjetividad no puede entenderse más que como en base a lo que las restricciones de la cultura y de la lengua le permiten. Encuadrado en estas condiciones todo sujeto actuará simbólicamente para dar lugar a la expresión de su desear.
En este mismo sentido la elección de pareja estará definida por las reglas matrimoniales en uso al respecto por su cultura. Reglas que pre-existen al sujeto y que con sus prohibiciones y prescripciones –llámesele complejo de Edipo o de otra manera- se ocupan de regular el parentesco. Es decir, regulan el intercambio de mujeres, por medio de todas estas normativas que bien podríamos llamar simplemente la Ley, y nuestro gran supuesto es que allí nos encontraremos con el don ocupando un lugar central como regulador. Esta presente en algo tan propio de cada sujeto como su misma subjetividad. Allí, lazo social y subjetividad se tocan y determinan mutuamente como sucede con historia y estructura.
Si como ya vimos el don empuja a ir hacia el otro y por eso mismo es posible entenderlo como fundamento de lo social, incluyéndose ahora en ese movimiento la subjetividad de quienes participan. Por eso se puede pensar que los bienes que circulan tienen sus usos y su existencia plenamente justificada en un primer momento por su necesidad, porque la carencia en mi lo hace deseable y otro podrá brindarlo, y al hacerlo se establece una relación, se crea un nuevo lazo social. Pero también es cierto que luego lo que se ofrece siempre presenta una función simbólica, que metafóricamente busca testimoniar esa alianza. Lo ofrendado siempre será significante ese un pacto, siempre será reconocimiento.
“Los dones son ya símbolos, en cuanto que el símbolo quiere decir pacto, y en cuanto que son en primer lugar significantes del pacto que constituyen como significado”11
Lacan desarrolla la idea que todo don esta siempre unido a un pacto, siendo símbolo de aquello –un don, como confirmación, como testimonio- pero también es algo necesario, una forma simbólica de recordar, de visibilizar esa alianza entre sujetos diferentes, entre desconocidos.
Aquí es importante recalcar que los objetos donados no necesariamente tienen que ser útiles ya que su función principal es simbolizar6, y esto implica recordar, grabar, testimoniar y actualizar un pacto eso los hace sagrados; eso hace a lo donado digno de un trato especial y por ello guardarlo separándolo del resto de objetos; finalmente quedando fuera de circulación. La flor ya marchita que la enamorada atesora como testimonio del amor de su pareja o el pañuelo o la tarjeta o la carta escrita ya años atrás que reciben igual trato.
Una posible lógica implícita en todo esto es que si doy en algún momento también recibiré. El otro me reconocerá como fuente de los dones recibidos y buscará la forma de retribuir. De este modo, podríamos esperar que en las relaciones humanas siempre este presente un desequilibrio que impulsa a moverse hacia el otro para cancelar una deuda, doy porque me dieron con anterioridad y recibo de quienes fueron objeto de otras donaciones. Eterno movimiento de ir y venir de bienes. Pero que pasa si no estoy conforme con el estado de las cosas, si me veo a mi mismo como dando en exceso y recibiendo en déficit, si me siento tratado como un objeto más de circulación pero no como sujeto a quien se le puede retribuir por sus dones, sean por medio de objetos, acciones o servicios. ¿Qué hacer? ¿Cómo levantar una queja? ¿Es posible salirse de este sistema? ¿Se puede optar no jugar más el juego? ¿O acaso este juego tiene algo de siniestra condena y nunca se podrá renegar de él?
Si pensamos en una relación de amor las cosas se presentan con un cariz distinto. Por ejemplo lo que un hijo recibe siempre es visto como un signo de amor y nada más, es puro reconocimiento, testimonio de un particular vinculo que se renueva en cada nuevo gesto de amor. Claro que esto no llena todo, lo siempre esperado, eso faltante, eso de lo que se carece y se lo espera de los padres y no llega nunca y que por lo mismo se lo eleva a la categoría de objeto deseado, tiene una fuerte significación simbólica, el verdadero testimonio de su amor –el recibir y de parte de quien se recibe- marca toda la diferencia en esta subjetividad infantil deseosa de reconocimiento. (¿Quién me quiere más?, ¿sí me quiere, entonces porqué me priva?, ¿qué soy en su vida?, ¿para qué me trajeron al mundo?). Y si la madre no lo dio se puede esperar que el padre no defraude.
Entonces, en una relación de a dos, en una relación de pareja los intercambios simbólicos tal vez se los pueda entender basados en la Ley. Pero se tratará, por esto mismo, de intercambios de nada por nada, el gesto aquí esta tan cargado simbólicamente que lo que se da o se recibe queda en un segundo plano. El peso de lo simbólico mata al objeto7. Seria algo así como un intercambio por nada.
“En el don de amor, se da algo por nada, y solo puede ser nada. Dicho de otra manera, lo que constituye el don es que un sujeto da algo de forma gratuita, pues tras lo que da está todo lo que le falta”12
Lacan termina llevando esto al extremo al asimilarlo con la modalidad del Potlatch. Como diríamos hoy en Chile tirar la casa por la ventana, toda la carne a la parrilla o que no se note pobreza. Aparentemente se da todo o mucho a cambio de nada pero la confianza en el don hace de la retribución su esperada segunda parte.
Por lo tanto en una relación entre dos, en realidad siempre hay tres participantes, el tercero es el don con sus prescripciones que empujan a los sujetos a participar de la dinámica de intercambios simbólicos, terminando por circunscribir las modalidades de expresión, como también lo que se puede esperar o desear y por lo tanto de alguna manera moldea sus subjetividades y su ser como sujetos en tanto esto significa ser un sujeto deseante y carente al mismo tiempo.
Finalmente creo ver en un caso de Freud una ilustración para lo que se viene diciendo aquí. Se trata de una joven paciente de 18 años que es enviada por su propio padre ya que la considera intratable, irritable y con exigencias desmedidas tales como que deje de frecuentar al matrimonio de los K, con quienes le une una larga amistad. La hija ha llegado a insinuar suicidarse porque “ya no podía soportar más la vida”. Lo que se devela en las sesiones con Freud es una relación extramarital del padre con la Sra K y en paralelo Dora, desde sus 14 años, toleraba el asedio amoroso del Sr K. Ella siempre supo lo de su padre y “todos los años anteriores había hecho lo posible para encubrir las relaciones del padre con la señora K”13 Todo estalló cuando el esposo de esta le roba un beso paseando por un lago. Entonces comienza a quejarse que su padre la esta entregando en intercambio al Sr K, quien le hacia costosos regalos y enviaba flores casi a diario, ante la impasible mirada paterna y algo similar sucedía entre la señora K y el padre de Dora. “Los dos hombres evitaban extraer de la conducta del otro la incómoda consecuencia para sus propios anhelos”14. En otras palabras ella estuvo dispuesta a convertirse en moneda de cambio para apoyarlo, mostrando ante los demás que su padre aún era deseable. Se sacrifica y con ese gesto pone a su padre en deuda.
Pero todo tiene su límite y al ver que no estaba recibiendo el reconocimiento esperado –que no había contra-don- y muy por el contrario era tratada como objeto de intercambio, se rebela. Ya venia decepcionada por su madre, cifro sus esperanzas y esfuerzos en obtener algo del padre y este la esta defraudando. Dio, y mucho, sin recibir, alguien falto al pacto, se interrumpe la dinámica del don y los efectos se detectan como un malestar en las subjetividades de sus participantes. Hay algo en ella que se resiente, ya que algo no sucedió o no llego, donde debía encontrarse con algo, un objeto, un gesto, una palabra o una acción que cubra su falta o carencia no hay nada. Ella denuncia este incumplimiento de una alianza previa y de la deuda que no se salda.
Denuncia clásicamente histérica de esta hija problema que alborota las cosas con sus locuras transformándose en un obstaculo para un orden pre-establecido. Su perspectiva, es ejemplo de una subjetividad que resiste continuar inserta en una dinámica del don y más bien proclama que esto no funciona para todos sino -¿Quizás solo para los hombres?- que se le impone un orden social por la vía del matrimonio o del amor convencional (sexual-adulto-reproductor) lo que rechaza decepcionada.
¡El don presenta sus dificultades! Vaya sorpresa.
Una reflexión final, si nos preguntamos por el amor como esa dimensión de lo esencialmente humano y su existencia en nuestra sociedad posmoderna veríamos que se encuentra sometido a un asedio por lograr su redefinición, donde la idea de la ventaja individual, el cálculo y la ganancia personal en una relación tal aparece como lo importante. A este amor ya sin riesgo, a este amor pura ganancia, porque sino debe disolverse, a esto seguro y cómodo, lo podríamos entender como un amor sin entrega; sin ofrenda, sin don; es decir, como un amor descafeinado, que finalmente lleva a un desfallecimiento subjetivo, ya que no hay algo propio expresándose; no hay un dar mas allá de uno mismo; no hay un reconocerse en falta. Todo lo contrario hoy hay un intento de desplegar un modelamiento de las subjetividades externo al don, más cercana a una transacción comercial, con beneficio mutuo. ¿Qué se intenta borrar con esto? Creo que al don como principio regulador del lazo social. Es decir el reconocimiento del otro distinto y del ir a su encuentro, de ese otro que a pesar de su irreductible alteridad surge en el horizonte como única condición conocida del vivir en comunidad.
Adrián Baeza Menz, Psicólogo titulado en
la Universidad de Chile, Magister en etnopsicología por la Universidad
Católica de Valparaíso. Actualmente docente de la Universidad Nacional
Andrés Bello – Viña del Mar y ejercicio privado de la profesión en el
área psicoterapia y psicodiagnóstico en adultos.
Fecha de recepción: 2 de octubre de 2013
Fecha de aceptación: 19 de diciembre de 2013