Observaciones Filosóficas - Sloterdijk; organicidad metafórica, modelos de comunicación y crítica del psicoanálisis fundacional
Sloterdijk en el excurso dos del capítulo cuatro de Esferas I, Burbujas, se propone una revisión crítica al Psicoanálisis más temprano a la luz de las “investigaciones prenatales recientes y las transpopsiciones conceptuales de las nuevas filosofías de los medios”1. Apoyado en las argumentaciones propuestas por Thomas Macho2, realiza una revisión de la doctrina psicoanalítica de las fases.
Para Sloterdijk uno de los problemas fundamentales de la doctrina de Freud radicó en el forzado intento por asimilar la disciplina a los imperativos sociales heredados de la ilustración “…Freud con buen juicio, no quiso hacer proclamaciones ruidosas; sabia que hubiera sido fatal para el movimiento psicoanalítico que él lo hubiera implicado en una batalla cultural entre modelos de comunicación oculto-arcaicos y moderno-ilustrados”3. Para Macho, el psicoanálisis en su lenguaje teórico, queda prisionero de la gramática occidental antigua, pese a que “en sus arrangements de encuentro hubiera podido descubrir hace tiempo motivos para abandonar las aparentes relaciones sujeto-objeto en los procesos mediales”4.
Es así como las construcciones de las etapas psicosexuales de Freud quedan enmarcadas y atrapadas en el “prejuicio objetivante”. Cada fase tiene su objeto como polaridad necesaria para su actuación. Así por ejemplo, la etapa más temprana, la oral, requiere de boca y seno materno para su realización. El modo de relación y el contacto entre ambos, promoverán el desarrollo de dinámicas intrapsíquicas que acturán como patrones predisponentes en las futuras relaciones del individuo en cuestión.
Macho propone ir más atrás y más allá del concepto freudiano primario; en la metafórica de Sloterdijk, pretende como buen espeleólogo examinar ginecológicamente la caverna originaria no-objetual, la vulva5, para de esta manera complementar la psico-arqueología analítica necesaria para comprender aun de mejor manera lo que el psicoanálisis y las corrientes magológicas antiguas ya han comenzado6.
El autor citado por Sloterdijk, señala que antes de la fase oral se podrían considerar tres fases, que serian efectivamente las más tempranas en la constitución psiconémica del “sujeto”. En la primera de ellas, la fase de cohabitación fetal, el niño en gestación experimenta presencias sensoriales mediales no-objetales con los cuerpos orgánicos líquidos y sólidos que conforman su entorno primigenio, cuerpos que se constituyen en asomo de cosas “contenidos de un primer ahí desde el que se concibe un primer aquí”7, sombras de objeto que acompañan el mundo en gestación del “ser humano en suspensión”.
La cosificación y la objetivación quedan aquí suspendidas; la “regresión original” trasciende los límites de la post-natalidad, por tanto, las relaciones diádicas no se constituyen en correspondencias claramente delimitadas en los puntos de emisión y recepción a la manera tradicional de las transferencias comunicacionales, sino mas bien, se corresponden a una díada que tiene su origen en “un mas atrás del mismo lenguaje”.
La coincidencia con el modelo psicoanalítico vienés y gran parte del actual (por guardar proporciones) con la psicología que se extrae de la antropología ontológica de Sloterdijk, consiste en una búsqueda originaria arcaica, de la cual, se remolcan huellas némicas predisponentes en los “movimientos” humanos. Es la búsqueda, en el caso de Sloterdijk, de la íntima “Atlántida que se sumergió al momento del nacimiento”8, pre-mundo, si así se le puede “nombrar”, sumergido mas allá del caos inconsciente y a-real Freudiano.
Es interesante detenerse aquí un momento. Para el psicoanálisis ortodoxo y gran parte del actual, el inconsciente, si bien, se constituye en una dimensión animada fuertemente influyente en nuestro devenir, un dialogador con el si mismo9, no constituye ninguna dimensión proto-real de la cual se extenderá la conformación espacial futura, ya sea en mínimos íntimos (dualidades tempranas), ni en mundo o esferas multipolares. La relación inconsciente-realidad, es precisamente una “relación”.
En este sentido, el “individuo” al instante de su emergencia como individuo post gestacional, es puro Ello, y por tanto, no regido por ninguna logicidad. Es pura energía libidinal que busca seguir su dirección y no ser contenida (principios placer y displacer). El inconsciente, que en este momento del desarrollo se expresa libremente, tiene que lidiar con las “fuerzas externas impuestas por la realidad” (lo que el Psicoanálisis temprano denominará como el Principio de Realidad). Es esta relación (entre inconsciente y realidad), la que en su choque de fuerzas modela y dinamiza la constitución intrapsíquica de cada “individuo post-gestacional”.
La orgánica biotecnológica, no sólo se constituye en la ciencia-mater de la oscuridad orgánica interna, sino que además domina incluso los campos de la exterioridad moderna y postmoderna. Sin embargo, aun en estas proposiciones teóricas, que aunque modelos cuestionadores y relativamente precavidos de las actuaciones esofágicas de las fuerzas socioculturales, no se evidencia la esencia organísmica de la esférica Sloterdijkiana.
¿Dónde hallar la diferencia?
Pese a la interioridad orgánica clara mostradas aquí, ejemplificadas en la interpretación de los modelos de la Biología del Conocimiento y la propuesta del Interior Sentido, tanto Maturana como Gendlin, están posicionados aún sobre uno de los artificios más íntimos presente, desde las fuerzas de la historia antigua hasta la modernidad mas reciente, esto es, la certidumbre ciega del concepto de “individualidad”.
Para Gendlin el individuo se completa en el ideal del humanismo, la persona se constituye en el “si-mismo”, en una individualidad orgánica que puede interactuar, o, más precisamente, experienciar las expresiones a-linguísticas del cuerpo. Para Maturana, el individuo se constituye en un organismo “auto-poyético” (o “individuo-poyético”) estructuralmente determinado, que en su interacción con los otros individuos-orgánicos construyen lenguajes que los organiza como grupo particular.
Los uno-organistas mencionados, borran de toda objetividad las pretensiones externo-culturales de la ficción de realidad-naturaleza objetivada. Se valen para ello de las fundadas sospechas de la herencia ilustrada de la relación sujeto-objeto, para eliminar (o poner “entre paréntesis”) toda objetivización que se les cruce frente a sus ojos. Sospechan epistémicamente (y siguiendo la metafórica de Sloterdijk) del ojo mismo como contaminante de lo observado, para participar de la irreverente -pero en estos tiempos ya asimilada- cibernética de segundo orden. No obstante, son miopes ante si mismos al no identificar una de las más arraigadas invenciones de la herencia moderna ilustrada: Lo que Nietzsche llamó “ficción de sujeto”21.
No sólo la exterioridad esta reglamentada por las ficciones lógicas del lenguaje y el cientificismo macroesférico, sino que también el sujeto mismo es un producto del “mito antropológico bio-moderno”. Mito que, desde el punto de vista de Nietzsche, se origina en la interioridad orgánica misma: “todo lo que sucede en el nivel de la conciencia es algo superficial, terminal, una conclusión incapaz de producir, por ella misma, ningún efecto. La conciencia es un producto último en la evolución del sistema orgánico”22. Son los poderes de la tierra, las fuerzas y las voluntades del cuerpo las que están a la base de las construcciones-ficcionales grupales, y las que definen las gramáticas sociales objetivadas. Nietzsche no sólo sospecha de la “exterioridad esofágica moderna”, sino que también de su propia conciencia.
Sloterdijk, -como buen lector de sus antepasados-, aprende muy bien “de su maestro” los cuidados que debe tener, no sólo con la ficción objetivadora de las esferas sociales, sino que también, en lo relativo a las encerronas mismas que el lenguaje y el pensamiento deparan. De ahí que en su ontogénesis antropológica el individuo sólo sea una creación tardía de las altas culturas.23
A este respecto, Sloterdijk escenifica un cuadro histórico del surgimiento de individuos, remontándose a las agrupaciones arcaicas de la humanidad. “En el paisaje nativo, cada tribu declara su identidad mediante su característica producción sonora. Estar siempre al alcance de la voz es mantenerse en la seguridad de lo familiar y propio. El surgimiento del individuo en las sociedades posteriores exige (…) que en un determinado momento hayan aparecido, novedosas prácticas de silencio. (…) No fue sino con la escritura y el consiguiente ejercicio de la lectura silenciosa que se produjo este momento decisivo. La individualidad capaz de reconocerse a sí misma presupone así que los miembros del grupo puedan retirarse a ciertas islas de tranquilidad en las que les llama la atención una posible diferencia entre las voces de lo colectivo y las voces interiores, una de las cuales se destaca, finalmente, como la propia”. 24 De ahí entonces la aparición del “si mismo”.
En palabras de Sloterdijk "el hombre interior no existe antes de que los libros, las celdas de los conventos, los desiertos y las soledades lo definan; la razón, con su voz amortiguada, no puede habitar en el hombre antes de que él mismo se haya convertido en celda o cámara silente. Un yo razonable no llega siquiera a existir sin aislamiento acústico"25.
Para Sloterdijk las construcciones históricas, antropológicas y sociológicas trascienden el “lenguajear” tradicional. La orgánica, para el filósofo, debe salvar las trampas del lenguaje moderno y la exaltación del ojo como herencia omni-visibilizante de la época iluminosa (ilustración). El acercamiento primero de la constitución onto-orgánica de la humanidad, no debe ser planteada a la manera habitual de las disciplinas “lineales” modernas; de ahí que el papel se agote para la expresión de sus términos.
La bidimensionalidad de un papel no basta para sostener el continente “multidimensional” de su lógica trivalente y ontología bivalente “un instrumental cognitivo capaz de articular que hay negaciones afirmadas y afirmaciones negadas realmente-existentes, que hay nadas que son entes y entes que son nada”26. La complejidad a-lineal del autor, demanda un estallido de direcciones a todas partes y a múltiples dimensiones; es por ello, que más bien un fresco, que una hoja para grafemas de escritura pre-encausados, exprese su viaje a la caverna originaria pre-natal
Por ello, la orgánica en Sloterdijk no se iguala a la orgánica científica tradicional, sino que demanda un “Meta”, un “mas allá” y “mas atrás” que ni el lenguaje ni el pensamiento típico pueden solventar. Demanda un ingreso a la oscuridad absoluta de la clausura materna, a la infundamentación originaria misma de Schelling; a una “semántica poética animada esféricamente”, que sólo a partir de la metá-fora se puede atisbar. Por ello, la ginecología de Sloterdijk no es una obstetricia convencional cualquiera, sino que precisa de una orgánica multidimensional meta-científica, meta-teórica, meta-lingüística, meta-ensimismamientos, es en otras palabras, una “metafórica orgánica meta-moderna”.
No es modernidad propiamente tal, -como ya se ha señalado-, pues ésta no sólo es una modernidad atrapada en el lenguaje tradicional, sino que además, desconoce su condición metafórica (la metáfora muerta de Derrida27); la modernidad en este sentido, es una actualidad “estática”, “paralogizada”, momificada en las vendas del olvido de la única verdad: “La naturaleza interpretativa y ficcional de la realidad”28.
Por eso en Sloterdijk la realidad esférica precisamente “es viva”, pues como organismo tiene movimiento en el “espacio”, se retrae y se dilata en función de su vivacidad intrínseca, y es precisamente su realidad metafórica la que permite su realización. No es un organismo moderno, pues no pretende ser atrapado en una “dimensión temporal oftalmológica”; es una vivacidad que implica un más allá y un más atrás del mismo lenguaje; en la alegórica óntico-orgánica de Sloterdijk:
“El ser-en-el - espacio fetal se describe mejor por un flotar disuelto, sin frases, de núcleos de palabras en una burbuja, que mediante discursos”29.