Pocos son los autores en la historia del pensamiento que han generado tanta polémica y tanta discusión intelectual como el estadounidense Thomas Samuel Kuhn, físico teoríco, historiador y filósofo de la ciencia. Una de las novedades fundamentales que presentó su trabajo (Kuhn, 1962) fue la introducción del término paradigma. Los paradigmas son, para Kuhn, algo así como realizaciones del ámbito científico reconocidas de manera universal que, durante un muy largo periodo de tiempo, proporcionan modelos válidos de problemas y patrones de soluciones posibles para toda la comunidad científica.
Así, se puede decir que el paradigma engloba la creencias, los valores, los procedimientos,… que comparte la comunidad científica en su totalidad y que, además, las soluciones que incluye en su seno sirven como modelos ejemplificadores para los nuevos problemas que se vayan presentando. Como se pueda apreciar, la carga de subjetividad presente en la ciencia se hace bastante patente en este autor. Se trata de una subjetividad compartida por los intelectuales que conforman la comunidad académica, pero de una subjetividad al fin y al cabo, ya que estamos ante un escenario en el que la raíz del conocimiento en una época determinada no tiene más fundamento o más fuerza que el hecho de ser compartida por las autoridades científicas.
Esto se ve tanto más claramente si tenemos en cuenta que un paradigma, según nos dice Kuhn (1962) explícitamente, no es más que aquello que los miembros de una comunidad científica comparten. A la inversa, en su opinión, una comunidad científica no es más que un conjunto de personas que comparte un paradigma. Según interpretamos, Kuhn está haciendo referencia al importante papel que, a su juicio, juegan en la ciencia las opiniones oficiales establecidas por una cúpula que, de un modo u otro, detenta el monopolio del saber. Parece, así, que esta comunidad científica controladora de la ciencia posee en común valores y creencias que, como si fueran verdades evidentes fácil, rápida y sencillamente demostrables, va imponiendo, poco a poco, a todos los neófitos que se van iniciando en el estudio de la ciencia. De esta manera, los alumnos, ya sea en las escuelas o en las universidades, se las ven con textos, artículos, conferencias,… en los que se hallan plasmadas las opiniones de la comunidad intelectual y, a medida que se van formando, van adquiriendo conocimientos acerca de los cuales creen que no existe discusión alguna posible.
Por su parte, el científico, trabajando dentro del paradigma aceptado, o inserto en lo que se puede denominar, por utilizar otra expresión del propio Kuhn (1962), ciencia normal, procura, por todos los medios, encajar cualquier fenómeno de la realidad que observa en el marco teórico paradigmático vigente en su contexto. Por ello, de vez en cuando, tiene éxito, pero nunca, ni en ese caso, logra descubrir novedades.
No obstante, paulatinamente, van apareciendo anomalías dentro del paradigma, i. e., fenómenos que no se ajustan a él. De manera progresiva, el número de científicos que intenta solucionar anomalías es mayor y, de este modo, comienzan a surgir hipótesis ad hoc que, debido a su proliferación, terminan creando gran cantidad de confusiones, las cuales tienen como resultado que el paradigma entre en crisis. En los momentos de crisis, hacen acto de presencia los desacuerdos y las dudas dentro de la ciencia, hasta que ve la luz un nuevo paradigma, que lucha por ser aceptado y que, generalmente, además de explicar los fenómenos de los que ya daba cuenta el paradigma anterior, es capaz de disolver las anomalías.
Jaramillo y Aguirre (2004) señalan, con respecto a esto, que es muy importante aclarar que, mientras no se disponga de un sustituto, el paradigma en crisis se seguirá sosteniendo. Ningún científico intenta falsar, contra Popper (1963), al paradigma establecido. De hecho, si los estudios o trabajos de un científico no son coherentes con el paradigma aceptado, es muy posible que la comunidad científica, lejos de poner en cuestión el paradigma, tienda, en un principio, a desacreditar al profesional. Este científico hallará, previsiblemente, mucha resistencia, pues costará que se comience a admitir mínimamente que la teoría compartida no funciona del todo. La reacción natural en estas situaciones será el considerarle un mal científico que no ha poseído la capacidad necesaria para solucionar un problema planteado. Esto será así porque, hasta el grado en que se dedica a la ciencia normal, el investigador es un solucionador de problemas, no alguien que pone a prueba los paradigmas, ya que los fracasos no rechazan absolutamente las teorías, basta con introducir hipótesis ad hoc.
Ésta es la fascinante y sugerente descripción que Kuhn (1962) hace del devenir histórico científico, y huelga decir que ha tenido grandes repercusiones en el campo teórico y una gran acogida en muy diversos círculos académicos. No obstante, su explicación no parece ajustarse completamente a lo acontecido en los últimos años en determinados ámbitos del saber. Podemos pensar, por ejemplo, en la psicología del razonamiento y en la teoría cognitiva. Veámoslo:
En 1966 ocurrió un hecho sorprendente y sin precedentes: Peter Wason presentó su famosa tarea de selección de las cuatro tarjetas (Wason, 1966). La estructura básica de la versión inicial de la tarea puede ser semejante a ésta: se le muestran al individuo cuatro tarjetas con un número en una cara y una letra en la otra. El sujeto sólo puede observar una de las caras de cada tarjeta, quedando la otra oculta. Así, en las caras visibles pueden verse dos letras (supongamos “A” y “C”) y dos números (pongamos el caso, “2” y “5”). La labor del sujeto experimental consiste en elegir cuál o cuáles de las tarjetas debe girar para comprobar si es cierto o no este enunciado condicional:
Si en una tarjeta hay una vocal en una cara, entonces hay un número par en la otra.
La lógica formal nos muestra que, si formalizamos el enunciado como p → q, la respuesta correcta sería la selección de las tarjetas p y ¬q, esto es, en nuestro ejemplo, “A” y “5”, pues “C” (¬p), independientemente de lo que posea en su otra cara, no hace falso al enunciado y “2” (q), aunque tenga una “C” (¬p) en su cara oculta, tampoco lo falsa.
Lo inesperado fue que la mayor parte de los sujetos que se enfrentaron a la prueba (muchos de ellos con un nivel cultural considerable) fueron incapaces de resolver adecuadamente el ejercicio, pues un número significativo de individuos seleccionó el par p y q.
Parece que este hecho fue considerado una anomalía, puesto que surgieron, a partir de él, una gran cantidad de propuestas y de teorías aparentemente rivales1. Dicha cantidad se vio incrementada, además, cuando se constató que la tarea de selección de las cuatro tarjetas de Peter Wason (en las líneas siguientes, vamos a nombrar a la tarea como WST, atendiendo a las iniciales de la expresión en inglés Wason Selection Task) se veía facilitada en su ejecución y, por tanto, arrojaba resultados acordes con la respuesta correcta desde el punto de vista lógico cuando, por ejemplo, se redactaba en términos de permiso o de obligación (es decir, se presentaba como un problema deóntico).
Por citar algunas de las teorías alternativas que surgieron tomando como referencia más o menos directa los hallazgos de Wason (1966), podemos aludir a la teoría del contrato social (Cosmides, 1989; Fiddick, Cosmides y Tooby, 2000), a la teoría de los esquemas pragmáticos de razonamiento (Cheng y Holyoak, 1985; Cheng, Holyoak, Nisbett y Oliver, 1986) a la teoría de los modelos mentales semánticos (Johnson-Laird, 1983; Johnson-Laird y Byrne, 1995), a la teoría de la selección óptima de datos (Oaksford y Chater, 1994; Oaksford y Chater, 1996), a la teoría de la relevancia deóntica (Sperber y Wilson, 1986; Sperber, 2000),… 2
Ante este panorama, resulta evidente por qué se puede afirmar que la visión de Kuhn (1962) no se corresponde del todo con lo sucedido en los últimos tiempos dentro de la teoría del razonamiento. En primer lugar, bastó la aparición de una sola anomalía (las curiosas selecciones de los sujetos experimentales que ejecutaban WST) y no, como propone Kuhn (1962), un número considerable de científicos procurando resolver anomalías, para cuestionar el paradigma de la lógica formal. Por otra parte, el rechazo a este paradigma no ha ido acompañado, como también pretende Kuhn (1962), por la aceptación de otro nuevo, sino que asistimos en el momento presente a una variedad de candidatos a paradigma que luchan por imponer su hegemonía. Es cierto que se podría argumentar, contra esto, que nos encontramos hoy en día, en psicología del razonamiento y en teoría cognitiva, en una época de crisis, crisis que tendrá que ser superada con la admisión de otro paradigma (que, probablemente, surgirá de entre las propuestas que en la actualidad polemizan entre sí) que disuelva la anomalía que supone WST y que, al mismo tiempo, explique todos los fenómenos que se ajustaban al anterior paradigma, representado, fundamentalmente, por la lógica clásica. No obstante, más de cuarenta años de crisis puede parecer un periodo demasiado largo. Si lo vemos así, sólo nos quedan tres opciones (no necesariamente excluyentes):
La teoría kuhniana no describe de modo correcto la evolución del conocimiento científico en general, o, por lo menos, no lo hace en lo que respecta a la teoría del razonamiento.
La psicología del razonamiento y la teoría cognitiva no caben dentro del marco explicativo de Kuhn (1962) porque no son ciencias, o no son el tipo de ciencias en el que él, centrado más en la física, piensa. Por lo que se refiere a esta alternativa, creemos que puede provocar un cierto vértigo intelectual plantearse que es concebible que Kant, el gran clásico de la teoría de la razón, estuviera en lo cierto. Como recordará el lector, Kant (1987, 1997) sostiene, en la dialéctica trascendental, que la metafísica no puede ser ciencia, ya que las tres ideas de la razón, Dios, mundo y alma, son únicamente conceptos puros a priori que conducen a antinomias y paralogismos. Si la psicología del razonamiento versa sobre la psique humana, ¿forma parte de la metafísica y, por tanto, es imposible como ciencia?
WST no es verdaderamente una anomalía. Lo es solamente en apariencia, pero una revisión detallada de la ejecución de los individuos en sus diferentes versiones puede hacernos ver que no forzosamente hace tambalearse a los cimientos de la lógica clásica. Más bien, nos arroja luz sobre aspectos que no han sido lo suficientemente estudiados por los teóricos, cuando no han sido totalmente ignorados, y que inciden en las actividades intelectuales humanas.
Dilucidar si i) y ii) son planteamientos correctos es una ardua tarea que requiere de profundizaciones filosóficas y de reflexiones epistemológicas que exceden los propósitos de este artículo. Por ello, preferimos no pronunciarnos sobre esas dos opciones en estas páginas. Sin embargo, sí que deseamos hacerlo con respecto a la alternativa restante, pues suscribimos iii). Así, vamos a intentar demostrar en lo que resta de este trabajo que iii) se sostiene.
Aun a riesgo de caer en una simplificación, a efectos expositivos vamos a dividir las versiones de WST presentes en la literatura en dos grandes grupos:
I.- Las versiones abstractas más o menos semejantes a las versiones originales de Wason (1996).
II.- Las versiones con contenido temático deóntico, cuyos términos nos conducen, de alguna manera, al campo de la ética, que presentan la regla, por ejemplo, como permiso o como obligación.
Es obvio que entre I y II existen más posibilidades, como puede ser el caso de las versiones con contenido temático no deóntico. Empero, creemos que el enfoque teórico que vamos a exponer a continuación nos permite soslayar esas otras posibilidades, ya que quedan explicadas a partir de los argumentos que se van a presentar, pues, de modo indirecto, se pueden ubicar dentro de su alcance.
En cuanto a I, podemos decir que ya en López Astorga (2008) evidenciamos los procesos lógicos subyacentes a la respuesta mayoritaria, aparentemente irracional, en WST. Según mostramos, los sujetos que eligen el par p y q intentan descubrir si es correcta o no una expresión de la forma ¬(p ∧ q), ya que comprobar que se da p ∧ q sería falsarla sería falsarla. Si el individuo encuentra q al girar la tarjeta p o si halla p al levantar la tarjeta q, llega a la conclusión de que p | q es falso, y, de este modo, a que el valor de verdad de ¬¬(p ∧ q) es 1. Como sabemos, existe equivalencia lógica entre ¬¬(p ∧ q) y p ∧ q.
Esto fue considerado por nosotros razón suficiente para defender que los participantes que en las versiones abstractas de WST se inclinan por el par p y q leen el condicional presente en ellas como una conjunción. Así, afirmamos que no seleccionan las cuatro tarjetas, como cree Santamaría (1995) que haría el sujeto que realizara tal interpretación, porque la lógica parece otorgarnos recursos para disminuir los esfuerzos y simplificar las actividades. Los individuos hacen una lectura conjuntiva del condicional y se disponen a mostrar la validez de esa conjunción utilizando un procedimiento lógico tan legítimo como la reducción al absurdo, es decir, la negación de la hipótesis que se pretende poner a prueba con el deseo de descubrir alguna contradicción. Y esto ocurre de una manera inconsciente, aunque el sujeto nunca haya oído hablar de tal procedimiento ni sepa que existe.
Naturalmente, en López Astorga (2008) aclaramos que nuestra posición no era logicista, puesto que, aunque sosteníamos que la dimensión lógica era fundamental y que se desencadenaba siempre en la actividad intelectual del sujeto, también apoyábamos la idea de que se dan otros muchos ámbitos que interactúan, sin anularlas, con las capacidades lógicas, las cuales nunca funcionan de manera completamente autónoma o absolutamente independiente. Nuestro objetivo no era otro que el de mostrar que, bajo cualquier comportamiento intelectual aparentemente ilógico o irracional, puede descubrirse, en un porcentaje amplio de casos, una operación lógica que sirve de base. Los problemas estaban, en nuestra opinión, casi siempre en el proceso de formalización de los enunciados, y no en las inferencias lógicas posteriores. En este sentido, nos sirvió de apoyo el trabajo de Almor y Sloman (2000), quienes distinguieron en su artículo dos fases de procesamiento distintas en la ejecución de WST: representación del texto del problema (representación que es archivada en la memoria) y selección propiamente dicha (controlada por la representación de la memoria).
Pensamos que con lo anterior queda demostrado que los malos resultados en las versiones abstractas de WST (y en muchas versiones con contenido temático no deóntico en las que el escenario es ambiguo) se deben más a errores en la traducción del lenguaje natural al lenguaje formal que a equivocaciones en la utilización de reglas de inferencia. Por consiguiente, por lo que a estas versiones abstractas se refiere, se hace patente, a nuestro juicio, que WST no supone ninguna anomalía para el paradigma de la lógica clásica. WST no revela, en ningún caso, que los sujetos humanos no utilicen la lógica en sus razonamientos, de manera que, si se pretende demostrar que no la usan, hay que recurrir a otros ejercicios o pruebas.
¿Qué ocurre, entonces, con II? ¿Por qué las selecciones correctas desde el punto de vista lógico aumentan con las versiones de WST en términos deónticos? Sencillamente, lo que sucede en tales casos es que el escenario deja de ser ambiguo y queda claro para un número significativo de participantes que la relación que existe entre los dos términos de la proposición enunciada en la regla es, exactamente, una relación condicional. Nuestra vida cotidiana está repleta de situaciones reguladas por normas y, así, de manera cuasi inconsciente, realizamos las deducciones correctas acerca de lo que es lícito y de lo que está prohibido en determinadas circunstancias. A partir del trabajo de Yachanin y Tweney (1982), se puede concluir que la regla, en estas versiones, no se presenta como hipotética, sino como cierta, siendo la labor del participante levantar la tarjeta o tarjetas que permitirían comprobar si se ha violado la regla. Además, en ocasiones, se le solicita al individuo, como también nos señalan Yachanin y Tweney (1982), que represente un rol (que imagine, por ejemplo, que es un policía, un auditor, el jefe de una compañía,…) en su resolución de la tarea. Es obvio, desde nuestro punto de vista, que tales características ayudan a que el sujeto alcance la interpretación deseada por el experimentador, i. e., la interpretación de la regla como un condicional.
Pero no vamos a dar por cerrado el tema sin revisar un artículo relativamente reciente que pretende, a través de la experimentación incluida en él, demostrar que existe una lógica deóntica que no opera por tablas de verdad, sino por tablas de “deber” (“ought”), y que se manifiesta, precisamente, en determinadas versiones deónticas de WST. Consideramos que es fundamental acometer el análisis de este enfoque porque, además, con el apoyo de sus resultados experimentales, compromete, o, por lo menos, reta, a la mayor parte de las teorías alternativas nombradas en nuestro apartado primero. Nos estamos refiriendo al artículo de Von Sydow, Hagmayer, Metzner y Waldmann (2005). En adelante, con el fin de abreviar, vamos a mencionarlo por medio de las iniciales de los apellidos de sus autores: SHMW.
Lo que se defiende en SHMW es que el criterio tradicional para evaluar las respuestas en WST ha sido la norma falsacionista de Popper (1963), siendo necesario otro criterio diferente cuando estamos trabajando con reglas prescriptivas. Es fundamental, sin embargo, para SHMW, la distinción entre “ser” (“is”) y “deber” (“ought”). La distinción, como se nos dice, es de gran relevancia en los sistemas regulativos morales, sociales y religiosos de nuestras sociedades. En el ámbito filosófico, es, incluso, más antigua que la lógica formal aristotélica, encontrándose a lo largo de toda la historia del pensamiento, una dicotomía filósofica básica entre ontología y ética (o entre filosofía teorética y práctica). A pesar de las diferencias existentes entre las diversas escuelas filosóficas, se nos cuenta, la distinción entre una realidad descriptiva y otra prescriptiva es parte de una philosophia perennis, pues casi todos los grandes pensadores la han sostenido y se puede hallar, por ejemplo, en Platón, en Aristóteles, en san Agustín, en Hume, en Kant y en los filósofos analíticos modernos (entre ellos, Moore y Von Wright).
En opinión de SHMW, las reglas descriptivas informan acerca de estados del mundo (i. e., hechos) y pueden, por tanto, ser verdaderas o falsas. Sin embargo, las prescriptivas establecen lo que debería hacerse o no hacerse, lo que es correcto y lo es inadecuado. Esto significa que las reglas prescriptivas no pueden ser falsadas directamente por la evidencia contraria (aunque un sujeto conduzca después de haber bebido, sigue siendo ilegal hacerlo), al margen de que lo que es verdadero no es necesariamente correcto, ni lo que es falso es forzosamente inadecuado.
De este modo, se argumenta que una obligación condicional del tipo “si p, entonces uno tiene que hacer q” afirma que es inadecuado que p ∧ ¬q suceda. El ejemplo de SHMW es el de una regla tribal que dice:
Si eres soltero, tienes que traer pescado al curandero.
Tal regla implica que está prohibido ser soltero y no llevar pescado al curandero. No obstante, existen también prohibiciones condicionales de la forma:
Si eres soltero, entonces no puedes ir a la casa de baños.
Una regla así prohíbe p ∧ q, esto es, ser soltero e ir a la casa de baños.
Otro componente fundamental de la teoría de la lógica deóntica flexible es la idea relativa a que en diferentes contextos pragmáticos los individuos se centran en casos distintos. En contextos deónticos, comprobar reglas prescriptivas implica, habitualmente, buscar sujetos que han violado la regla o que la han cumplido, dependiendo de si el objetivo pragmático es castigar o recompensar. Así, en el caso de una obligación condicional, la detección del tramposo atiende a p (soltero) y ¬q (no trae pescado para el curandero), mientras que la detección de la cooperación se centra en p (soltero) y q (trae pescado). Por el contrario, cuando la regla es una prohibición condicional, las opciones que interesan para descubrir violadores de la norma son p (soltero) y q (va a la casa de baños), si bien la búsqueda del individuo colaborador lleva a la elección de p (soltero) y ¬q (no va a la casa de baños).
Sobre estas bases, se propuso el experimento de SHMW. El objetivo del mismo era comprobar la predicción central de la teoría de la lógica deóntica flexible: los patrones de selección en la comprobación de un condicional prescriptivo se encuentran sistemáticamente determinados tanto por el tipo de condicional (deontic logic) como por el punto de vista que sirve de enfoque, sea éste el incumplimiento o la cooperación (flexible focus). Se esperaba, por ello, que en un contexto de castigo para los violadores de la regla los participantes se centraran en los casos prohibidos y que, de igual manera, en un contexto de recompensa se buscaran seguidores de la norma y predominara el punto de vista correspondiente a la cooperación.
El modelo del experimento fue de 2 (regla de obligación versus regla de prohibición) x 2 (punto de vista de la violación versus punto de vista de la cooperación). Los sujetos experimentales fueron ochenta alumnos de la Universidad de Göttingen y en todas las condiciones se utilizó una versión de WST deóntica. A los participantes se les propuso que imaginaran que eran miembros de un consejo de ancianos cuya tarea era revisar si los individuos pertenecientes a una tribu violaban o cumplían con las leyes de dicha tribu. En las dos condiciones de la regla de obligación el consejo de ancianos tenía que comprobar la norma:
Si se es soltero, entonces se tiene que secuestrar a una virgen de una tribu enemiga peligrosa.
Sin embargo, en las condiciones de la regla de prohibición la norma era:
Si se es soltero, entonces está prohibido huir de una batalla que se está perdiendo.
En las dos condiciones de incumplimiento de ambas reglas se les dijo a los participantes que “The council of elders is responsible for law enforcement. The task of the council is to punish those who had violated the laws of the tribe”3 (SHMW, pág. 198). Empero, en las condiciones de cooperación se expuso que “The council of elders each year decorates members of the tribe with honor feathers. The task of the council is to honor those who followed the laws of the tribe”4 (SHMW, pág. 198).
Se les presentó a los participantes, en todas las condiciones, cuatro miembros de la tribu que debían ser observados. Los cuatro miembros fueron representados por cuatro tarjetas. Las instrucciones entregadas a los participantes establecían que una cara de cada tarjeta informaba de si el individuo en concreto era soltero o no, y la otra, por su parte, de si él había raptado a una virgen (o había huido de una batalla) o no. En las tarjetas se podía leer “Soltero” (p), “Casado” (¬p), “Secuestró a una virgen” (o “Huyó de una batalla perdida”) (q) y “No secuestró a una virgen” (o “Persistió en una batalla perdida”) (¬q). Los sujetos experimentales tenían que girar la(s) tarjeta(s) necesaria(s) para verificar si la regla se había cumplido o infringido.
Los resultados del experimento parecieron apoyar de modo evidente las predicciones de SHMW, pues fueron claramente significativos. No obstante, consideramos que es preciso revisar críticamente algunos aspectos de su trabajo antes de admitir la validez de la teoría de la lógica deóntica flexible.
El artículo de SHMW presenta, desde nuestro punto de vista, puntos que pueden ser matizados, si no cuestionados abiertamente. En primer lugar, tenemos que decir que la lógica se ocupa exclusivamente de la validez formal de los razonamientos. En concreto, como nos recuerda Deaño (1999), la tarea de la lógica es el análisis formal de los razonamientos y, en particular, la lógica de enunciados se ocupa de las relaciones de inferencia entre enunciados tomados en bloque, lo cual quiere decir que la lógica de enunciados es una lógica de los enunciados sin analizar, i. e., la lógica de enunciados sólo tiene en cuenta aquellas formas de deducir un enunciado a partir de otro que sean válidas, sin necesidad de analizar por dentro cada uno de ellos. Desde esta perspectiva, a pesar de que es cierto que la distinción entre “ser” y “deber” es recurrente a lo largo de la historia del pensamiento y de que hace referencia a la dicotomía entre ontología y ética, o entre filosofía teórica y filosofía práctica, se puede suponer que la lógica de proposiciones poco tiene que ver con esta dualidad. En lógica proposicional, las inferencias son correctas o incorrectas independientemente de que el contenido de sus enunciados sea verdadero, falso, ficticio, aconsejable, repulsivo,…
Sin embargo, creemos que las debilidades más evidentes y patentes de SHMW se hallan en su experimentación, puesto que, según nuestro enfoque, sus óptimos resultados no nos obligan a aceptar que existe una lógica deóntica flexible. Examinemos las cuatro condiciones de su experimento por separado:
Una primera condición que podemos revisar es la relativa a la regla de obligación con perspectiva de detección de tramposos. Esta condición propone al sujeto experimental que localice individuos solteros que no han raptado a una virgen procedente de una tribu enemiga. Por tanto, aquí la selección correcta lógicamente es el par p y ¬q, igual que en las versiones abstractas iniciales de WST. Los buenos resultados en este caso no implican, a nuestro juicio, nada que no hayamos expuesto en nuestro apartado II, ya que la excelente ejecución observada en esta versión es explicable en virtud de que el escenario descrito no es en absoluto ambiguo y de que es obvio para los participantes que la relación entre los dos elementos presentes en el enunciado es precisamente una relación condicional. Nuestra vida diaria se encuentra repleta de obligaciones y, aunque el contexto creado sea lejano, exótico y poco familiar para el sujeto, éste puede, debido a las semejanzas formales, desplegar las capacidades de razonamiento necesarias para resolver la tarea. Además, se dan en este ejercicio las dos características aludidas por Yachanin y Tweney (1982): la regla no es hipotética, sino cierta, y se le exige al participante que asuma un rol (ser miembro del consejo de ancianos). Por consiguiente, lo que sucede en esta condición no afecta demasiado al paradigma de la lógica formal.
En segundo lugar, continuando con la regla de obligación, pero centrándonos ahora en la perspectiva de identificación de colaboradores, hemos de decir que esta versión conduce a ubicar a sujetos que, siendo solteros (p), han raptado a una virgen (q). Los buenos porcentajes de esta condición han de ser, a nuestro juicio, también tomados con cautela. Las instrucciones solicitan que se halle al individuo que posee tanto la característica p como la característica q, y ello en un escenario que muestra estas cuatro tarjetas: “Soltero”, “Casado”, “Secuestra a una virgen” y “No secuestra a una virgen”. Ya Deaño (1999) nos advierte que cada constante lógica no corresponde a una única expresión en el lenguaje ordinario, como tampoco todas las conexiones del lenguaje natural tienen una sola traducción al lenguaje lógico. Si a esto le sumamos los hallazgos de Almor y Sloman (2000) relativos a la existencia de dos fases de procesamiento distintas implicadas en la ejecución de WST (representación del texto y selección), consideramos que no resulta complejo admitir que la presentación del escenario de esta condición a un sujeto experimental puede provocar en él que procese las instrucciones en términos diferentes a los de la relación condicional. De manera ingenua y apresurada, podría pensarse que ocurre algo semejante a lo que argumentamos en López Astorga (2008) con motivo del análisis de las versiones de WST descriptivas y abstractas, esto es, que el sujeto hace una lectura conjuntiva de la regla, lo cual ya sería suficiente para explicar las selecciones tan positivas de esta condición del experimento de SHMW sin necesidad de recurrir a la hipótesis de la existencia de una lógica deóntica flexible. Sin embargo, pensamos que lo que acontece en este caso es algo mucho más sencillo. El contexto diseñado le indica al sujeto, como hemos dicho líneas más arriba, que busque individuos que posean tanto la característica p (“Soltero”) como la característica q (“Secuestra a una virgen”). Es obvio, por tanto, que éste no es un ejercicio de razonamiento condicional y que su objetivo es incitar al participante a la búsqueda de casos con determinadas propiedades. Si el sujeto experimental percibe cuatro tarjetas en las que aparecen, respectivamente, p, ¬p, q y ¬q y su investigación está orientada al descubrimiento de individuos en los que se dan al mismo tiempo p y q, está más que claro que va a desdeñar las tarjetas ¬p y ¬q sin precisar grandes esfuerzos intelectuales, pues es evidente para él que esas tarjetas ya no poseen una de las propiedades señaladas. Así, en nuestra opinión, esta prueba no es realmente una versión de WST, ya que sólo conserva su estética y es similar a ella en apariencia. Aquí no se requiere que el sujeto experimental demuestre sus habilidades lógicas, porque ni siquiera necesita aplicar reglas de deducción como el modus tollens. Es por esto que no nos parece que lo que sucede con esta condición experimental de SHMW sea razón suficiente para apoyar la existencia de la pretendida lógica deóntica, sea ésta flexible o no.
Pero pasemos a ocuparnos de la regla de prohibición. Atendamos, primeramente, a la perspectiva del tramposo. Se trata de hallar, en esta condición, a miembros de la tribu que, siendo solteros, han huido de una batalla perdida. De esta manera, la selección correcta es, nuevamente, el par p y q. Empero, hemos de tener en cuenta que aquí tampoco acontece nada que trascienda el marco explicativo de la lógica formal clásica. Como se recordará, la regla ahora no es otra que “si se es soltero, entonces está prohibido huir de una batalla que se está perdiendo”, es decir, un enunciado formalizable con la expresión p → ¬q, donde p hace referencia a “Soltero” y q a “Huyó de una batalla perdida”. Se puede observar, por consiguiente, que no estamos ante una situación muy diferente a la de la primera condición que hemos analizado. Lo único que sucede es que en esta versión q cambia de signo y pasa a ser negativa en el enunciado de la regla, lo que provoca que la selección correcta de este ejercicio coincida con la respuesta válida desde el punto de vista lógico. En este sentido, no tenemos mucho más que decir, salvo reiterar lo que expusimos también con motivo de la condición primera: el escenario presentado no es ambiguo, es evidente para los participantes cuál es la relación lógica entre p y ¬q, la regla no es hipotética, se le solicita al sujeto que tome un rol y, por todos estos motivos, los resultados de esta actividad no afectan en ningún grado al marco lógico formal.
Una última condición que tenemos que revisar es igualmente relativa a la regla de prohibición, pero esta vez asociada a la perspectiva de la cooperación. Aparentemente, en este ejercicio se logra la respuesta adecuada lógicamente, p y ¬q. No obstante, solamente es posible aceptar eso a partir de una interpretación superficial de los resultados. Recordemos que la regla de prohibición coincide con el enunciado formal p → ¬q. De este modo, la elección del par p y ¬q sólo puede sugerirnos que ocurre algo similar a lo que sucede en la segunda condición que hemos examinado (regla de obligación junto con perspectiva de descubrimiento de colaboradores), esto es, que estamos ante un ejercicio que únicamente conserva la estética de WST, que poco tienen que ver con él las capacidades implicadas en el razonamiento condicional y que, así, no influye lo más mínimo en la visión que en la actualidad tenemos de los procedimientos lógicos.
Después de este análisis de la experimentación incluida en SHMW, consideramos que no queda justificada, a partir de ella, la hipótesis referente a una supuesta lógica deóntica flexible. Si existe tal tipo de lógica, debe, en nuestra opinión, argumentarse con otras pruebas más contundentes. Desde nuestra óptica, el trabajo de SHMW no lleva a ninguna conclusión que escape a la lógica formal tradicional y este hecho nos conduce de nuevo al supuesto de que WST no supone ninguna anomalía para el paradigma lógico de la ciencia cognitiva y de la teoría del razonamiento.
Sin embargo, no nos gustaría finalizar este apartado sin hacer mención al hecho de que lo defendido por nosotros con respecto a las condiciones segunda y cuarta de SHMW (que son ejercicios diferentes a WST) es algo que ya hemos planteado en el pasado con motivo de otros experimentos en los que se da la misma circunstancia. En concreto, en López Astorga (2004), aludimos a la condición 1 de la experimentación propuesta por Girotto, Kemmelmeier, Sperber y Van Der Henst (2001). El problema que se adaptó para este experimento procedía de Cheng y Holyoak (1985) y hacía referencia a la necesidad de la vacuna contra el cólera para viajar al Este africano. En las instrucciones se comentaba que la lista de vacunaciones para viajes internacionales había cambiado en los últimos años y se le pedía al individuo que imaginara que trabajaba en una agencia de viajes. Un cliente llegaba y le decía que tenía de deseos de viajar al Este de África, pero que era alérgico a la vacuna contra el cólera. Tras notificarle que, desgraciadamente, los países de esa zona requieren la vacuna para ser visitados, el cliente manifestaba su contrariedad y era imprescindible convencerle con razones más sólidas. La agencia poseía tarjetas, cada una de las cuales representaba un país, apareciendo, en la parte superior de cada tarjeta, el nombre del país y, en la inferior, la vacuna necesaria para traspasar sus fronteras. En su escritorio, tenía el sujeto experimental cuatro de esas tarjetas, pero algunos papeles cubrían la parte baja de dos de ellas y la parte alta de las otras dos. La pregunta era:
Si una persona viaja a un país del Este de África, entonces esa persona tiene que estar vacunada contra el cólera.
Las partes visibles de las tarjetas eran: “Somalia”, “Suecia”, “Vacuna requerida: cólera” y “Vacuna requerida: ninguna”.
Ante este escenario, expusimos (en López Astorga, 2004) que el sujeto se sentía orientado a seleccionar aquellas tarjetas que confirmaban la regla, ya que se le estaba pidiendo que demostrara al cliente que la regla era cierta (y no que comprobara, sin más, su verdad o falsedad). Era razonable, así, para nosotros, que el participante eligiera la combinación p y q, pues era lo que en la práctica se le estaba solicitando. Las instrucciones le guiaban a confirmar (tenía que convencer a un cliente) y no a refutar (no deseaba, ni mucho menos, que el cliente se sintiera engañado). Estábamos, en nuestra opinión, ante una tarea diferente a la de Peter Wason, porque la situación era semejante a la de una tarea deóntica en la que se pidiera al sujeto experimental no que buscara infractores, sino individuos obedientes que cumplen la regla.
Y para demostrarlo aún con mayor rotundidad, diseñamos (también en López Astorga, 2004) nuestro experimento 3, en cuya condición 2 demandábamos al sujeto que girara aquellas tarjetas que cumplían la regla. Nuestro escenario era el de una facultad de Filosofía en la que el personal administrativo detectaba muchos errores en el proceso de matriculación de los alumnos de primer año. En concreto, una de las incorrecciones más frecuentes era el olvidar la legalización de la copia del certificado correspondiente a la Enseñanza Media. Con la intención de motivar al alumnado para que fuera más eficiente en sus trámites burocráticos, el secretario de la facultad pensó en obsequiar a los que habían inscrito su matrícula correctamente con vales para la cafetería. Las cuatro tarjetas representaban los expedientes de cuatro alumnos. En una cara de cada tarjeta constaba si el alumno se había matriculado en primer curso o no y en la otra si había legalizado su certificado o no. La pregunta que se proponía era “¿Qué tarjetas deberías girar, si fueras el secretario, para comprobar los alumnos que cumplen la regla: si te matriculas en primer curso de la facultad de Filosofía, entonces tienes que presentar fotocopia compulsada del título de Bachillerato?”5 En las tarjetas se podía leer “Matriculado en primer curso”, “Matriculado en cuarto curso”, “Compulsa la fotocopia del título de Bachillerato” y “No compulsa la fotocopia del título de Bachillerato”.
Tal y como era previsible, la selección mayoritaria fue también aquí, una vez más, la combinación p y q, pero nosotros interpretamos tal hecho en un sentido similar al que venimos defendiendo en estas páginas: estas versiones nos conducen a contextos que desean constreñir al individuo a buscar ejemplos confirmadores de la regla, y no incitar a elegir las tarjetas determinantes de la verdad o la falsedad del enunciado.
En síntesis, ningún hecho hallamos, entre todo esto, que nos lleve a considerar que WST es una verdadera anomalía para el paradigma lógico formal. Por el contrario, parece que los resultados experimentales que hemos analizado a lo largo de este trabajo apuntan a la dirección opuesta, ya que no hemos encontrado situación o circunstancia alguna que nos haga dudar del marco de la lógica proposicional clásica. Es evidente que el ser humano no funciona exclusivamente como un ejecutor de las reglas y de las leyes lógicas, llegando a sus conclusiones sólo a partir de ellas, pues está claro que en las actividades intelectivas humanas interviene toda una gama de elementos no relacionados con el puro formalismo abstracto, como bien pueden ser las dimensiones educacionales, familiares, sociales, culturales, vivenciales,… Empero, reconocer esto no debe abocarnos al extremo opuesto, es decir, a pensar que la lógica es ajena al razonamiento humano. Y es que, hasta ahora, según advertimos, no hemos comprobado ningún estudio que demuestre que, por debajo de la individualidad de cada persona, de sus características singulares y de su propia casuística, no existen procesos lógico-formales profundos que otorgan un cierto grado de racionalidad indiscutible sin necesidad de acudir a otros paradigmas.
Pero, si WST no supone ninguna anomalía dentro de los ámbitos de la teoría cognitiva y de la psicología del razonamiento, ¿por qué ha sido tomada como tal y ha proliferado una enorme variedad de teorías alternativas que rivalizan con el paradigma lógico?
Es muy probable que la respuesta a esta pregunta pueda deducirse a partir del trabajo de Stenning y Van Lambalgen (2002), quienes afirman que la historia de WST se ha visto marcada por una incomunicación que debe ser comprendida para lograr una interpretación correcta de lo acontecido. En concreto, se refieren al divorcio que se produjo entre la lógica y la psicología, cuyas razones no son desconocidas. Ambas disciplinas sufrieron, nos dicen, una dura separación de sus caminos a finales del siglo XIX, la cual fue germinada por la influencia conjunta del antipsicologismo de Frege y de la invención del experimento psicológico.
Al mismo tiempo, según Stenning y Van Lambalgen (2002), es preciso hacer notar que la filosofía de la ciencia popperiana ha sido muy influyente en los estudios psicológicos del razonamiento y que los psicólogos se han aferrado a la necesidad de insistir en la prueba de hipótesis, y no en la investigación de su procedencia. Esto difiere del rumbo tomado por la filosofía de la ciencia, ya que ella ha dedicado bastantes investigaciones al examen de las relaciones entre la lógica, el descubrimiento y la justificación, siendo emblemático en este sentido el planteamiento de Hanson (1958).
Pero, además, en su opinión, las tesis popperianos fueron interpretadas de una manera muy particular en el ámbito profesional de la psicología. Así, se vio a WST como un ejercicio en el que el sujeto se encuentra de repente con una hipótesis comparable a un mensaje en una botella hallada en la playa, siendo su misión justificar (o destruir) esa regla que ha aparecido sin saber muy bien cómo. Esto, para Stenning y Van Lambalgen (2002), fue un grave error, ya que, si WST hubiera sido considerada como una tarea de descubrimiento, se hubieran podido comprender mejor las selecciones que realizan los sujetos. No obstante, casi todos los enfoques aparecidos para explicar la tarea desde que Wason (1966) la planteó por primera vez comparten, a su juicio, estas tres características:
Han adoptado la hipótesis extremadamente específica de que la interpretación que los sujetos hacen de la regla utilizada corresponde con un condicional material.
Son totalmente popperianos, pues atienden a la justificación de una hipótesis y excluyen las posibilidades de preguntarse por la procedencia de esa hipótesis y por lo razonable que podría ser centrar la investigación en los extraños resultados iniciales de Wason.
Son, al mismo tiempo, profundamente antipopperianos desde otro punto de vista, ya que insisten en buscar evidencia verificadora de sus propias teorías, y no contraejemplos refutadotes de las mismas.
Por si lo anterior no fuera suficiente, para entender la historia de WST hay que enfrentarse al análisis de una fuerte paradoja. Si existía una incomunicación patente entre la lógica y la psicología, lo esperable sería haber podido observar fácilmente un fuerte rechazo desde la última al tratamiento lógico. Sin embargo, como comentan Stenning y Van Lambalgen (2002), parece que la alergia a veces se acerca demasiado a la adicción, puesto que los psicólogos, a pesar de su alergia a los enfoques logicistas, se fueron poco a poco sumando a una visión de la lógica clásica en términos de un simple estandarte monolítico a partir del cual revisar el razonamiento. Desde su punto de vista, se puede comprobar, de manera sencilla, el poder seductor de un estandarte simple en trabajos como los de Piaget sobre el desarrollo del razonamiento en un marco lógico.
Por nuestra parte, deseamos explicitar, como también lo hacen Stenning y Van Lambalgen (2002), que, a pesar de lo que vamos a exponer a continuación, reconocemos que la actitud de los psicólogos no fue siempre la misma y que, dentro de su campo profesional, surgieron teorías y propuestas muy distintas, las cuales partieron de puntos de vista muy diversos. Sería muy poco apropiado caer en una apresurada y prejuiciosa generalización con respecto a esto. Sin embargo, tenemos que decir, igualmente, que, desde nuestra óptica, la visión de Stenning y Van Lambalgen (2002) podría explicar por qué planteamientos como el de Almor y Sloman (2000), centrado en el procesamiento del lenguaje natural que hace el sujeto experimental, no vieron la luz rápidamente al poco tiempo de presentar Wason su ejercicio. Los psicólogos desestimaron vehementemente a la lógica por no contribuir en absoluto a la comprensión del razonamiento humano, pero, a la vez, su aspiración a convertirse en científicos de la naturaleza no debía verse frustrada y, por ello, abrazaron un modelo lógico particularmente escueto. Esto, así, provocó que los enfoques basados en la interpretación que los participantes hacen de las instrucciones de WST fueran vistos como excesivamente especulativos, ya que su halo filosófico chocaba frontalmente con los sueños cuantificadores de teorías que se denominaban a sí mismas científicas. De este modo, es comprensible que los enfoques que atendían a la casuística fueran ignorados. Creemos, por todo lo indicado, que, a pesar de la aparente contradicción convivieron dos prejuicios opuestos:
Un prejuicio antipositivista lógico, relacionado con el rechazo al tratamiento lógico de la actividad intelectiva humana.
Un prejuicio positivista decimonónico, conectado con los anhelos de lograr un status de prestigio académico superior al de la argumentación filosófica.
En esta situación, parece que la psicología del razonamiento ha focalizado su interés exclusivamente en los procesos intelectuales mentales implicados en la extracción de conclusiones para poder lograr las selecciones adecuadas en WST. Nosotros, empero, abogamos, en una línea análoga a la de trabajos como el de Almor y Sloman (2000) o el de Stenning y Van Lambalgen (2002), por la idea de que las dificultades se encuentran en la fase de interpretación de las instrucciones por parte de los individuos (o, si se prefieren otras expresiones, en la fase de procesamiento de la información, en la de representación del texto, en la de traducción del lenguaje natural, en la de formalización,…). Es ése el aspecto, desde nuestro punto de vista, que hay que examinar, y no los procesos inferenciales realizados con posterioridad. Estamos convencidos de que WST no arroja ninguna evidencia sobre los procedimientos lógicos o deductivos que el ser humano aplica, sino únicamente acerca de cómo comprende los mensajes que se le transmiten. Se trata de una tarea valiosa para realizar análisis del lenguaje humano y de su comprensión, pero no para entender el razonamiento. Es por ello que sostenemos que WST no es, dentro del marco establecido por Kuhn, una anomalía para el paradigma lógico-formal y que, si se desea demostrar que no existen reglas universales que rijan el pensamiento humano o que la lógica no es el instrumento adecuado para formalizar dichas reglas, es preciso buscar argumentos a partir de otro tipo de ejercicios, en los que no intervengan con un papel tan preponderante las variables individuales personales (afectivas, educacionales, culturales,…) implicadas en los procesos de comprensión.
Al mismo tiempo, si lo que se desea es comprobar si la filosofía de Kuhn (1962) es una adecuada descripción de lo que acontece en el devenir histórico de la ciencia o no, creemos necesario decir que, a pesar de que no es ése ni el objetivo ni el tema central de estas páginas, se torna obvio, a partir de lo expuesto en este trabajo, que la historia de WST en el ámbito de la ciencia cognitiva o de la psicología del razonamiento no es el mejor episodio científico a tomar para tales propósitos. Quizá, tal estudio debe acometerse revisando otro acontecimiento controvertido y polémico digno de mención en la historia de la ciencia. De hecho, Stenning y Van Lambalgen (2002) creen que, lejos de cuestionar las hipótesis de Kuhn (1962), lo sucedido con WST las presenta como más aplicables que las de Popper (1963).
A nuestro juicio, la lógica no es un elemento ajeno a la actividad humana. Muy por el contrario, parece haber sido esencial en lo que se puede denominar el desarrollo y el progreso de las sociedades. Es, por consiguiente, evidente que las personas la utilizan en sus actividades intelectuales y que despreciarla puede implicar también despreciar la propia naturaleza humana. Ahora bien, que se opere con ella no significa que sea lo único que se use. Múltiples dimensiones intervienen en nuestros pensamientos, desde emociones y sensaciones hasta saltos intuitivos, todo ello condicionado por una circunstancia o un contexto vital, el propio de cada sujeto. En este sentido, lo que defendemos es que esas otras dimensiones que interactúan en las actividades mentales del individuo no pueden estudiarse atendiendo solamente a WST, porque lo único que el ejercicio de Wason (1966) puede decirnos acerca de los factores no lógicos que afectan a la vida intelectual humana es lo que puede deducirse a partir de los diferentes procesos de comprensión de la regla que se realizan. No nos dice nada sobre las inferencias posteriores que el sujeto ejecuta.
Society, 19, 87-90, 1982.
Fecha de Recepción: 22 de Agosto 2008
Fecha de Aceptación: 29 de Septiembre 2008